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Parana » AIM Digital
Fecha: 28/02/2025 07:37
Del "sálvese quien pueda" a la erosión de la comunidad: cómo el discurso antiestatal y meritocrático está transformando las relaciones sociales. En los últimos años, los discursos que promueven el individualismo extremo han ganado terreno en el debate público. La crisis económica y las políticas de ajuste han servido como catalizador para el fortalecimiento de una narrativa que exalta la autosuficiencia y minimiza el rol del Estado en la organización social. Esta transformación discursiva no es menor: detrás de la idea de que “cada uno es responsable de su destino” se esconde un proceso más amplio de fragmentación social, debilitamiento del lazo comunitario y justificación de la desigualdad. Un giro discursivo: del Estado presente a la exaltación del individuo Históricamente, la política en Argentina ha oscilado entre modelos más estatistas y otros más orientados al mercado. Sin embargo, en el último tiempo se ha consolidado un discurso que no solo cuestiona el rol del Estado en la provisión de derechos y servicios, sino que además lo demoniza. En este marco, expresiones como “no le debo nada a nadie” o “el que no trabaja es porque no quiere” se han vuelto cada vez más comunes en el debate público. Este cambio discursivo no es casual. Se trata de una estrategia bien articulada por sectores políticos y mediáticos que buscan instalar la idea de que el éxito o el fracaso dependen exclusivamente del esfuerzo individual, deslegitimando cualquier demanda social por mayor equidad. Así, se omiten las condiciones estructurales que históricamente han condicionado la movilidad social y el acceso a oportunidades. El impacto en la cohesión social Cuando el individualismo extremo se convierte en la norma, los vínculos comunitarios se debilitan. La solidaridad, entendida como un principio básico de convivencia, se diluye frente a la competencia constante por la supervivencia. En este contexto, las organizaciones sociales, las cooperativas y los espacios de construcción colectiva quedan en una posición de vulnerabilidad, ya que su razón de ser choca con una lógica que prioriza el beneficio personal por encima del bienestar común. Este fenómeno se observa en distintos ámbitos: desde el retroceso en la defensa de los derechos laborales hasta la criminalización de la protesta social. Si el individuo es el único responsable de su destino, entonces cualquier demanda colectiva es vista como una traba para el desarrollo personal. De este modo, la meritocracia se convierte en un relato funcional a la naturalización de la desigualdad. El rol de los medios y la cultura en la difusión del individualismo Los medios de comunicación y las plataformas digitales han desempeñado un rol clave en la expansión de estos discursos. A través de programas de televisión, redes sociales e influencers con gran alcance, se ha popularizado la idea de que las soluciones deben venir desde la acción individual y no desde la intervención del Estado o la organización colectiva. Ejemplos de este fenómeno sobran: desde las críticas a la educación pública por ser “un gasto” hasta la reivindicación del emprendedurismo como única vía para el progreso económico. La idea de que “nadie te debe nada” se ha convertido en un mantra repetido en distintos espacios, muchas veces sin un análisis crítico sobre sus implicancias. El impacto cultural de esta narrativa se refleja también en la forma en que nos relacionamos con el otro. La confianza en las instituciones y en los proyectos colectivos se erosiona cuando se impone la idea de que cada persona debe arreglárselas por su cuenta. Esto genera un debilitamiento de los lazos sociales y una creciente polarización entre quienes defienden la construcción colectiva y quienes ven en el Estado una amenaza. ¿Es posible revertir esta tendencia? Si bien el individualismo extremo ha ganado terreno, también existen resistencias a este modelo. Movimientos sociales, cooperativas, sindicatos y espacios comunitarios continúan promoviendo la idea de que la salida a la crisis no es individual, sino colectiva. La reconstrucción de un discurso que valore la solidaridad y la organización social es un desafío clave para los próximos años. Para esto, es fundamental recuperar el debate sobre la función del Estado en la vida cotidiana, visibilizar el impacto de las políticas públicas en la reducción de la desigualdad y fortalecer los espacios de participación comunitaria. De lo contrario, la fragmentación social seguirá profundizándose, consolidando un modelo en el que la exclusión se percibe como un resultado natural y no como el producto de decisiones políticas concretas. En tiempos de crisis, la pregunta no debería ser si cada uno puede salvarse solo, sino cómo podemos reconstruir los lazos que nos permitan salir adelante como sociedad. De la Redacción de AIM
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