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  • Apoteosis del carnaval, a pesar de los uróboros

    » El litoral Corrientes

    Fecha: 27/02/2025 23:35

    *Por José Luis Zampa Se acerca el último fin de semana de una fiesta apoteótica que, como cada año, quedará grabada en las retinas del público y en el corazón de los comparseros, artífices indiscutidos de esta exitosa edición de los Carnavales Oficiales cuyo resplandor se proyectará al futuro como lo que es: el inacabable manantial movilizador de una maravillosa noria de cadencia perpetua. Gracias a esa construcción virtuosa que, en el devenir de los tiempos, se regenera y evoluciona sin perder la esencia de los pioneros, todo volverá a brillar dentro de 11 meses, con sus grandes talentos aplaudidos por las multitudes, pero también -hay que decirlo- a pesar de algunos pocos, insignificantes y sombríos personajes empecinados en mellar el ánimo de los prodigios. Porque hay celos señoras y señores. Siempre los hubo en los entretelones organizacionales de grupos humanos donde, para hacer ladrillos, el barro se mezcla con la bosta. Y el carnaval no es la excepción: los hay hacedores, creadores y generosos de corazón gigante que acercan pegamento y precintos en pleno desfile, pero también existen burócratas que dibujan la más cínica mueca sonriente para negar lo elemental, restringir lo necesario y manipular la realidad con tal de aflojarle los bulones a las ruedas de un acontecimiento que -sin ellos- podría acercarse a la perfección todavía más. Ante el riesgo de un veto futuro que los segregue por mera represalia, los comparseros en general no se animan a denunciar las arbitrariedades de estos palafreneros capaces de imponer lo ilógico con tal de hacer valer un criterio sesgado, orientado desde la mediocridad del que -ignorante supino- cree que desalentar la participación de los más carismáticos favorecerá a sus cófrades. Pero como en los equipos de fútbol, cuando el técnico margina al habilidoso para poner en cancha al hijo del amigo, la calidad decrece. ¿Quién selecciona a los solistas? ¿Quién decide quién sí y quién no compite por el mejor traje? ¿Quién define las posiciones para el mayor (o menor) lucimiento de las figuras? Las comisiones directivas toman esas decisiones de fondo con equidad y justicia estratégica, pensando en ganar. Pero no siempre. Algunas veces la dentera de los resentidos se las ingenia para recircular infundios hasta hacer su voluntad según una lógica uróbora que funciona más o menos así: dado que a mí jamás me convocaron para bastonera, haré todo lo posible para que ella (...imagine el lector el nombre que guste...) tampoco lo sea. Un apartado didáctico para no ir al diccionario de la RAE en medio de la lectura: uróbora es la serpiente que se muerde su propia cola, hasta autodevorarse sin tomar conciencia (pues porta un cerebro microscópico) de que está suicidándose. Pero no dramaticemos. Se trata de una fiesta fantástica que le confiere identidad a la provincia, además de una gema turística inigualable. Todo lo dicho hasta aquí no busca quitarle mérito a este fenomenal carnaval, sino mejorarlo con inyecciones de ecuanimidad que alimenten la convivencia entre pares en un terreno donde nunca reinarán coincidencias absolutas. Como en todos los ámbitos competitivos, el corso es una cruzada por la consagración colectiva que, en cierto punto, se expresa también en la suma de triunfos individuales dignos de valoración en tanto aportes esenciales para campeoanar. Y si la idea es mantener esa cosmovisión ganadora, el burócrata que selecciona por amiguismo resulta tóxico por cuanto es capaz de descartar al Dibu Martínez para priorizar a Juan "Chiquito" Flores. En medio de tanta algarabía, esta columna tiene como objetivo dejar sentado que detrás de cada sonrisa obsequiada a las tribunas por los artistas que ponen cuerpo y alma en la pista, subyacen sinsabores cuyos motivos -a veces- permanecen autocensurados frente al verticalismo que rige en algunas cúpulas directivas cuando la equidad y la inteligencia emocional son reemplazadas por la obcecación de ciertos pseudodirigentes que administran sus microcuotas de poder cual pequeños Rasputines. Como aquel oscuro asesor de los zares de la dinastía Romanov, sus émulos de hoy disimulan maquinaciones insensatas mientras cotillean soterrados, para (al angaú) "guiar" a las legítimas autoridades muchas veces desbordadas por la abrumadora cantidad de decisiones a adoptar antes y durante el espectáculo. El carnaval es un ciclo en loop que florece cada vez que la tierra completa su vuelta alrededor del sol, pero que sin embargo conserva una interminable capacidad de sorpresa gracias a la creación de los diseñadores, el esmero de los talleristas, el fervor de los pasistas y la calidad de los músicos. Que los uróboros no los empañen.

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