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  • Voley: Pablo Peralta recibió un reconocimiento del Normal 3

    » La Capital

    Fecha: 27/02/2025 16:43

    Dice el refrán que “nadie es profeta en su tierra” pero para Pablo Peralta parece no ser tan así y de serlo sería la excepción que confirma la regla. Con la idea de mostrar su gratitud a la gran trayectoria que tuvo en el deporte, el reconocimiento para “El Pepe”, como lo conocen todos, llegó por parte de Normal 3 , institución de la que forma parte desde hace más de 30 años. “El día del homenaje entré si saber nada, sin tener idea de lo que iba a pasar porque no estaba enterado por nada. Y ahí estaba toda mi familia -que obviamente fueron cómplices-, mis amigos y mucha gente muy querida. No entendía nada. Fue una sorpresa enorme y aún sigo realmente sorprendido, porque no hay precedentes de esto, al menos en el vóley rosarino no pasó nunca. La alegría es indescriptible” , contó Pepe, un referente indiscutible de este deporte, con un fuerte historial que lo respalda. “S iempre digo (y ahora lo sostengo aún más) que el vóley me dio mucho más de lo que merezco. Sinceramente estoy muy satisfecho con todo lo que logré y con todo lo que hice, pero yo me considero un jugador “normal”. La verdad es que, por todo lo que pasé y por todos los reconocimientos que tuve en los últimos años, supera ampliamente lo que hubiese soñado”, completó el bloqueador que vistió la camiseta de la selección nacional durante varios años y fue representante olímpico en Atenas 2004 . Y si este reconocimiento fue muy particular es precisamente por donde vino. “Normal es mi casa. Fue, es y será mi lugar para toda la vida. Hoy estoy dirigiendo en Náutico Sportivo Avellaneda y lo primero que hice antes de cerrar fue hablar con el presidente del club para que sepa que tenía esa propuesta laboral ya que para mí Normal es muy importante. Creo que esas cosas también se reconocen”, afirmó el hombre que tiene tatuada la amarilla y negra en la piel. Peralta nació en Rosario el 9 de diciembre de 1979 en barrio Tablada, a la vuelta de la cancha del club Central Córdoba. Siempre fue un chico de talla alta, ideal para deportes como el básquet y el vóley. De hecho, sus primeras incursiones deportivas estuvieron ligadas con las pelotas naranjas y los aros en el club Calzada, pero esa experiencia le duró poco. Sebastián, uno de sus hermanos, dejó la Técnica 3 donde estudiaba y recaló en el Normal 3, donde daba clases de Educación Física Raúl Martínez, un amante del vóley y unos de los pioneros en enseñar ese deporte en Rosario. Sebastián se hizo amigo de su hijo, Sergio, quien era entrenador de las divisiones inferiores del colegio. “En una charla, mi hermano le comentó que yo tenía 12 años y medía 1,83 metros y se volvió loco. Empezó a insistir para que vaya y como mi casa quedaba en el camino entre la suya y el Normal 3 me pasaba a buscar todos los días para ir a jugar al vóley. Yo no quería saber nada porque con el básquet me divertía, pero insistió tanto, pero tanto, que terminé yendo. Por eso siempre digo que Sergio Martínez es mi padre deportivo”, contó Peralta al hablar de sus comienzos. Normal 3, su lugar en el mundo “Cuando no podía pasarme a buscar y veía que no llegaba, mandaba a Sebastián Mancini, que es como mi hermano, con un cospel para que llamaran a mi casa (en ese entonces no había celulares) para tratar de convencerme. Llevado por esa insistencia, poquito a poco me fui enganchando porque el grupo era muy lindo y además teníamos un equipo ganador”, completó. Los primeros pasos con Normal 3 fueron inolvidables ya que competían como club, pero también como colegio de ahí el arraigado sentimiento y sentido de pertenencia hacia la institución. Recordó que en esos primeros años, “en los intercolegiales hacíamos capote... Dos años seguidos fuimos a jugar el Sudamericano pasando cinco etapas: local, zonal, provincial, regional y nacional. En esa época el vóley estaba muy arraigado a la escuela y había un sentido de pertenencia muy grande. Solamente en mi curso y sin contarme, había cuatro jugadores federados. Éramos un grupito arraigado que ganábamos todo: a nivel local, la selección rosarina éramos seis del Normal, todos íbamos a la selección provincial y fuimos campeones argentinos con todos chicos de Normal. También fuimos campeones argentinos de clubes. Pude jugar tres o cuatro años en las inferiores de Normal y después partí a Azul, en la provincia de Buenos Aires. Más allá de eso, el hilo que me ata al Normal, nunca se cortó”, reconoció Peralta. Errante es la palabra que mejor lo define y es porque desde muy chico aprendió a lidiar con el desarraigo como si fuera un ciudadano del mundo. A los 16 años lo contrató Azul Vóley, uno de los equipos que estaba jugando la Liga Nacional de Vóleibol, torneo organizado por la ya desaparecida Federación Argentina de Voleibol. Fue su primera Liga Nacional. Paseó su vóley por el mundo A partir de entonces fue dejando su huella en los distintos lugares donde jugó, como Rojas Scholem, la famosa fusión que revolucionó el mercado y marcó un antes y un después en la Liga Nacional. Jugó en España, en el Arona Tenerife Sur; en Francia, en París Volley; y en Italia, en el Olio Pignatelli Isernia y también en varios clubes de la Argentina para cerrar su carrera a nivel de clubes en su querido Normal 3. No había otra chance. “Una de las cosas que más me emociona en mi vida es escuchar el himno de la escuela. Mis hijos actualmente van a Normal 3 y cada vez que hay un acto, que termina con la marcha de la escuela, se me pone la piel de gallina y hasta se me caen lágrimas de emoción. Es algo indescriptible, no puedo explicar lo que se siente. No se si es la escuela, por ese gimnasio tan especial que tenemos o si es por el vóley en sí, pero la verdad es que cada uno de los que pasamos por ahí tenemos un sentido de pertenencia que no se pierde en la vida. Por eso, que me reconozcan y que me hayan entregado la camiseta es algo único... no puedo pedir más. Hoy me dedico a otra cosa, soy kinesiólogo, pero el noventa por ciento de mi vida me dediqué al vóley y me dediqué al vóley gracias al Normal 3, a los valores que encontré ahí, a su enseñanza. Por eso estoy sumamente agradecido”, concluyó. Pero, como dice la marcha del propio colegio, “y si un día tus muros nos dejan/ vivos ecos de nuestra canción/ rezaremos tu dulce recuerdo/ ¡pero nunca diremos adiós!”.

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