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  • La política exterior, rehén de la ideología y los caprichos de Milei

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 26/02/2025 04:52

    El presidente argentino, Javier Milei, llega a la ceremonia de apertura de la Cumbre sobre la Paz en Ucrania en el Buergenstock Resort en Stansstad, cerca de Lucerna, Suiza. EFE/EPA/Denis Balibouse / POOL La política exterior sigue siendo uno de los aspectos más flojos de la presidencia de Javier Milei. Desde el inicio de su gestión, el líder libertario ha carecido de una estrategia consistente de relacionamiento con el mundo y ha fijado a su ideología y preferencias personales -expresadas muchas veces de manera impulsiva- como los pilares de la política exterior. Con Milei, la Argentina ha sostenido un tipo de posicionamiento internacional que es único en el mundo: alineamiento total con EE. UU. e Israel, sin importar los principios, valores e intereses nacionales que se comprometan. Y sin importar que este posicionamiento no revista ningún beneficio concreto para la Argentina. Resulta especialmente grave que esta política exterior no surge de un pensamiento estratégico. Es que no hay estrategia ni estrategas internacionales en el entorno de Milei. Por eso, el presidente constantemente incurre en sobreactuaciones frente a EE. UU., haciendo cosas que ni la propia Casa Blanca le demanda. La vergonzosa traición a Ucrania en la ONU Tal fue el caso del famoso voto en soledad contra Cuba en la ONU, que derivó en la humillante salida de Diana Mondino al frente de la Cancillería, en noviembre. Ahora, Milei ha llegado al colmo de traicionar a Ucrania, tras haber sido previamente uno de sus principales aliados a nivel mundial. Recordemos que Argentina fue el único país latinoamericano que visitó Volodímir Zelenski desde que inició la guerra con Rusia, justamente para asistir a la asunción presidencial de Milei. El líder argentino retribuyó ese gesto con apoyo constante a la posición ucraniana en foros internacionales y hasta llegó a prometer ayuda militar a Zelensky. Ahora, el amor de Milei por Donald Trump y Elon Musk pudo más. Argentina quedó en una posición incoherente y vergonzosa, que hasta compromete nuestro histórico reclamo por Malvinas. Argentina siempre apoyó las resoluciones que condenan el uso de la fuerza y la agresión sobre la soberanía estatal. La pusilanimidad sin estrategia es el peor de los mundos en relaciones internacionales, sobre todo para un país vulnerable como Argentina. ¿Habrá pensado Milei que con abstenerse en la votación por Ucrania aumentaría sus chances, hasta ahora muy dudosas, de conseguir la tan preciada asistencia financiera que espera desde Washington? Mientras tanto, enfrascado en sus diatribas ideológicas, Milei sigue despreciando las relaciones con socios económicos estratégicos, como Brasil y China. A contramano de la mayoría de los países, la Argentina se abstuvo de votar una resolución que exige a Rusia retirar sus tropas de Ucrania Volviendo a la controversial votación por Ucrania, paradojalmente, Milei decidió votar igual que el grueso de los países del BRICS, foro al que rechazó ingresar al inicio de su mandato por razones ideológicas. Argentina votó igual que China, India, Brasil y Sudáfrica, entre otros, aunque estos países mantuvieron la misma posición desde el inicio de la guerra. El voto argentino también alejó a Milei de Europa, que exhibió fuerte unidad en favor de Ucrania, y de gran parte de América Latina. El canciller Gerardo Werthein expuso una explicación poco convincente ante los medios, tras el voto argentino: “No cambiamos nuestra posición sobre Ucrania, apoyamos la negociación por la paz y esperamos que después se discuta todo lo otro”. Habrá que avisarle al canciller que “todo lo otro” (o mejor dicho todo, a secas) ya fue negociado la semana pasada en Riad, mano a mano entre Rusia y EE. UU. Cabe recordar: Sin Ucrania, sin Europa y, por supuesto, sin nosotros. La ignorancia libertaria y el núcleo de obsecuentes que rodea al presidente han alimentado en Milei percepciones erróneas sobre cómo funciona la diplomacia, hacia dónde va el orden global y, sobre todo, respecto a la propia política exterior de EE. UU. Eso es lo primero que Milei pareciera no comprender, embelesado por las marquesinas de los atriles internacionales y por la cercanía con sus “amigos” Trump y Musk. El mundo atraviesa su momento más oscuro e incierto desde 1989, con una inesperada novedad de primer orden: EE. UU., la mayor potencia económica y militar, se ha convertido en el principal factor de inestabilidad global. El desprecio de Milei por la diplomacia profesional Para complicar aún más la perspectiva de la política exterior argentina, Milei ha decidido poner a cargo de la Cancillería a gente sin experiencia en la materia, como han sido los casos, primero de Mondino y, ahora, de Werthein. Al mismo tiempo, Milei ha manifestado un profundo desprecio por el cuerpo profesional de la Cancillería, poniendo en duda su valor. Por primera vez desde su creación, este será el primer año sin nuevos ingresantes al Instituto del Servicio Exterior de la Nación (ISEN). Y hasta se rumorea que podría directamente desaparecer bajo la motosierra. Por otra parte, Milei ha permitido que su hermana Karina intervenga diversas áreas del organismo con gente cuyo único mérito es ser amigos del poder. Son los casos de Diego Sucalesca, un ex actor a cargo del área de promoción de inversiones; Úrsula Basset, una abogada especializada en familia; y Nahuel Sotelo, un influencer veinteañero que fue entronado en una inverosímil área de “Cultura y Civilización”. Términos que hacen referencia a uno de los mayores fetiches ideológicos de Milei: la “batalla cultural”. En este contexto, hasta el troll libertario Juan Carreira ha intervenido en circuitos de toma de decisión dentro de la Cancillería. Entre los diplomáticos de carrera prima el desánimo y la confusión. Si bien Werthein cuenta con más apoyo y peso político que Mondino, la tarea principal que ha estado desplegando desde que asumió es llevar a cabo una absurda caza de brujas sobre los funcionarios que no piensan igual que el presidente. En definitiva, así está actualmente la política exterior argentina, rehén de la ideología y los caprichos de un presidente que solo parece dispuesto a seguir redoblando la apuesta.

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