Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • Helmut Ditsch lo hizo de nuevo: vendió una obra del Perito Moreno por más de un millón y medio de euros y rompió su propia marca

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 26/02/2025 04:47

    Una de sus obras inspiradas en el glaciar Perito Moreno fue vendida a más de un millón y medio de euros Oír e intentar pronunciar correctamente su nombre y apellido, Helmut Ditsch. Verlo, en un video, en fotografías: pelo largo y lacio, rubio casi plateado. Hombros anchos. Barba, bigote. Porte de vikingo. Resulta más cercano a un integrante de la Casa Targaryen —Game of Thrones y secuelas— que a un bonaerense del partido de San Martín. Y sin embargo. Un video de Ditsch inmerso en su trabajo, reproduciendo en una tela de dimensión monumental el Glaciar Perito Moreno. La expresión fundida entre la sensibilidad y el pincel que acaricia los témpanos helados con sus azules infinitos, blancos etéreos. El paisaje, el fin de la Tierra en él. Él en la tela. Si su nombre y su aspecto desorientan respecto a sus orígenes, su arte, al que dedica su vida, no admite dudas: el Glaciar Perito Moreno, el Río de la Plata, el Salar Grande, el Volcán Lanín. La sublime inabarcabilidad de la naturaleza argentina forma gran parte de su obra. La mitad de ella comprada por más de cinco millones de euros, un hito sin precedentes para un artista nacional. Ese, además de sus pinturas hiperrealistas, hipergigantes, es el hecho por el que es conocido mundialmente: Helmut Ditsch es el artista argentino que más caro ha vendido su trabajo. La primera vez que batió ese récord fue en 2010: El Mar II, inspirada en el Océano Atlántico, fue vendida por 865.000 dólares. En 2016 se superó a sí mismo y vendió Cosmigonón, obra inspirada en el Perito Moreno, a 1,5 millones de dólares. Marca que acaba de volver a romper. En 2024, otra obra inspirada en la masa de hielo más deslumbrante del fin del mundo fue vendida por 1.615.900 euros. Trazando un nuevo récord para el arte nacional. El comprador fue HPH Privatstiftung (Hans Peter Haselsteiner Fundación Privada), una fundación del propietario de Strabag, una de las empresas constructora más importante de Europa, con base en Viena. Esta fundación —que posee una colección de arte compuesta por 8.000 obras bajo el concepto de mecenazgo— se asoció con Helmut Ditsch comprando, además, un porcentaje del resto de sus obras que suman un 49%, quedándose el artista con el 51% y el derecho a venderlas cuando y a quién lo considere, compartiendo con el inversor las ganancias que correspondan. Este hecho, sumado a la obra vendida que instala nueva marca, da una inversión total de 5.560.000 euros por parte de la HPH Privatstiftung en obras de Helmut Ditsch. La noticia se encontraba oculta por respeto al período personal de encierro en el que volcó toda su energía a lo que será su primera película, un largometraje dedicado a la memoria de su madre, Inge, y a la de su esposa, Marion, y su debut en el séptimo arte. Un claustro que acaba de romper en este diálogo para Infobae en el que repasa su trayectoria, sus motivaciones y da detalles de su proceso creativo. Vivió en Argentina hasta los 25 años, cuando se fue de Buenos Aires a Viena a estudiar Bellas Artes y montó allí su primer atelier Helmut Ditsch nació en 1962. Aunque nació en Argentina, por sus venas corre sangre europea. —Mis cuatro abuelos emigraron después de la Primera Guerra Mundial. Eran adolescentes en los años 20, cuando vinieron de Austria y Alemania. Mis padres nacieron en Buenos Aires y yo también. Mis hermanos y yo fuimos criados como bilingües, en alemán y castellano, conscientes de que a través del lenguaje se transmite la cultura. Mis abuelos se asentaron, junto a muchas otras familias alemanas, en Villa Ballester donde hasta los años 70 se encontraban las escuelas alemanas y el club deportivo alemán más importante de América —cuenta Ditsch. Su infancia y adolescencia fueron el deporte y la cultura. Compitió en atletismo y natación en la Sociedad Alemana de Gimnasia de Villa Ballester (SAGVB). Asistió con frecuencia al Teatro Colón donde su padre, Walter, tenía un palco. Ambas disciplinas convergerían en los cimientos de Helmut, un proceso casi alquímico para el artista. —Fue aquel misticismo que vivencié nadando miles de metros y sumergiéndome en las grandes óperas de Richard Wagner junto a las excelentes puestas en escena que ofrecía el Teatro Colón lo que marcó el rumbo de mi vida. No podía separar el deporte del arte, ni sentía que el deporte fuera ajeno al arte, al contrario, ¡eran sinérgicos! Dice que no hubo un hito en particular en su vida que haya disparado el comienzo de su expresión artística, que para él, pintar era parte del mismo juego que es cantar, bailar, actuar. Y lo sigue siendo. Pero sí hubo un hecho que lo atravesó como una lanza maciza, profunda. Cuando tenía siete años apenas cumplidos, dos hermanos más pequeños, su madre, Inge, de 33, murió. “De ahí en más todo cobró mayor peso, mayor distancia, mayor altura, mayor color, mayor melodía y mayor palabra no dicha. Todo parecía estar, el cielo y el mar, pero nada, nada era igual desde su gran ausencia”. Ese hecho, que él define como “acontecimientos del destino”, fue determinante en el devenir de su expresión artística. Lo que lo llevó “a escalar altas cumbres en busca de respuestas”. Aunque su nombre y su aspecto desorientan respecto a su origen, en sus pinturas no quedan dudas: los elegidos para sus cuadros son algunos de los puntos naturales más majestuosos de la Argentina Un arcoíris vaporoso coronando el manto pardo y ondeante del Río de la Plata, surcando un cielo de nubes plomizas que se abren para dar paso al atardecer. La tierra craquelada, abrupta, seca, que parece extenderse al infinito en ese punto de la Cordillera de los Andes que separa —¿o une?— Argentina y Chile, La Puna de Atacama. La majestuosidad irreverente del Glaciar Perito Moreno. El misterio inacabable de la montaña, de un volcán. Los sitios elegidos por el pintor para sus obras no son solo algunos de los puntos más encomiables de la Argentina, son aquellos donde la inmensidad de la naturaleza parece caer como el pie de un gigante sobre el ego del hombre. Donde los seres humanos se dan cuenta de que no reinan siquiera entre los límites descascarados de sus propias vidas. Donde se manifiestan los bordes de lo inconcebible. Para llevarlos a la tela, primero, los hizo carne. Escaló las cumbres, se perdió entre los picos gélidos, se sumergió aguas adentro. Así funciona su proceso creativo: se los apropia. Vive en ellos. Se vuelve parte. Los mete dentro de sí. Luego puede verterlos en el lienzo. —Pinto lo que conozco, lo que llevo en mis entrañas, lo que logré apropiarme, en el sentido de Heidegger, hacer de una experiencia algo propio. Por eso necesité nadar primero para entender qué era el agua. Una vez que me apropiaba de la vivencia, que el mar se convertía en parte de mí, podía pintarlo. Lo mismo con las montañas, primero necesité escalarlas, apropiarme de esa experiencia, ser parte de la montaña. Pero para asimilar esas vivencias, que en parte fueron extremas, necesité tiempo. Tiempo para decantarlas y traducirlas en una pintura. A veces hasta diez años. El montañismo, al igual que la natación, fue un camino místico para entender lo que no tenía explicación. El amor y la muerte no tienen respuestas, solo sentimientos, y esos sentimientos a veces los podía expresar pintando o haciendo una canción pero otras veces necesité volver al mar, al vientre cósmico de la vida, y sentir el poder de la naturaleza, al igual que lo sentí en las altas cumbres. Mis paisajes son autorretratos de mi alma y mi vida. —¿Cómo es la experiencia en la naturaleza cuando estás ahí?, ¿buscás algo en particular, te dejás fluir? —Siempre que pinté naturaleza pinté mis sentimientos y siempre pinté un horizonte que albergaba todo aquello que añoraba. En muchas de mis obras ese horizonte está detrás de las montañas, no se ve pero se percibe. Los paisajes que elegí siempre fueron aquellos que representaban mi cosmovisión y mi estado anímico, nunca fui un paisajista que retrata un lugar determinado. El Glaciar Perito Moreno no es una postal turística, es mucho más que eso, es mi indescriptible asombro y entusiasmo por la maravillosa belleza que nos regala nuestro planeta, es un símbolo de lo más preciado que tenemos y debemos cuidar. La música es para Ditsch indisociable de la pintura: "No puedo separar los colores de los tonos musicales. Cada color tiene una frecuencia de luz que encuentra su homóloga en la escala tonal" Ditsch vivió en Buenos Aires hasta sus 25 años, momento en el que emigró a Viena y empezó a estudiar en la Academia de Bellas Artes. Allí instaló su atelier. Con el comienzo del nuevo milenio, en el 2001, instaló otro también en Dublín. Y desde 2012 tiene uno en Vaduz, capital del Principado de Liechtenstein —un pequeño Estado ubicado entre Suiza y Austria— pero conserva su atelier en Viena. —Siempre tuve dos lugares para trabajar. Cuando me cansaba en uno me iba al otro y así fue que jamás me tomé vacaciones —cuenta. Aunque su carrera iba en ascenso, fue en 2010, cuando batió su primer récord de ventas, que las miradas del mundo fueron sobre él. Ditsch atribuye su éxito a su decisión determinante de ser artista independiente. —Es decir, no entrar al mercado secundario, que es el circuito de galerías, cosa que en 1988, sin internet y sin redes, era muy riesgoso, ya que debía hacer mi camino donde no había ninguno. Tampoco era mi meta tener éxito económico, solo quería ser feliz y preferí la libertad. Además, viví una experiencia en la montaña, en plena naturaleza, que me marcó. Fue cuando volvía de escalar el cerro Tolosa, en Mendoza, por el Glaciar del hombre cojo. Debíamos atravesar una pared de hielo muy riesgosa, donde no nos podíamos asegurar, cualquier error hubiera significado la muerte. Eso me ayudó mucho a la hora de emprender mi camino en Europa: “Si pude con esa pared también podré sortear los obstáculos que se me presenten”, así pensé al comienzo de mi carrera y lo sigo pensando ahora. Simplemente cumplí mis metas de realizarme en libertad sin pensar en generar dinero, tal vez sea esa una de las causas [del éxito], haber tenido un objetivo superior a lo material. También destaca algo no menor sobre su devenir de batidor de récords de ventas: en torno a su obra se formaron mecenas dispuestos a comprarlas por grandes cifras. —No eran meros coleccionistas sino fans y mecenas en el sentido renacentista del mecenazgo. Entre ellos, el más importante de Austria, Hans Peter Haselsteiner, que hoy tiene una colección privada de más de 8000 obras de arte contemporáneo incluyendo muchas de mis obras más importantes. Esa relación directa con el mecenas me permitió beneficiarme del 100% de las ventas además de fortalecer mi independencia y convertirme en empresario, tal cual lo eran Durero, Leonardo, Miguel Angel, Rembrandt. Prácticamente todos los artistas de renombre, antes de la Revolución industrial, fueron empresarios. Asegura que saberse el artista argentino mejor pagado no lo hace sentir especial, sino que le reafirma que no se equivocó al tomar el camino del arte independiente, con libertad de elección, de acción. Que eso es lo que más lo complace. El Río de la Plata protagoniza otro de sus grandes cuadros Así como señala que para él deporte y arte no eran disciplinas aisladas en su infancia, sino que lograban sinergia, Helmut exploró otros caminos creativos que, insiste, no considera materias divergentes: hizo diseño automotor, de indumentaria, composición musical, elaboró vinos, y acaba de terminar su primera película —que quizás se estrene este año— en la que pasó por muchos roles desde la dirección hasta la actuación. —Todas mis formas de expresión tienen el mismo motor y si bien hablamos de distintas disciplinas yo las veo unificadas, están en el mismo universo que yo percibo y están impulsadas por la misma pasión y la misma necesidad. Tengo una mirada renacentista del arte y la ciencia. No puedo separar los colores de los tonos musicales. Cada color tiene una frecuencia de luz que encuentra su homóloga en la escala tonal. Por eso necesité un piano para tocar la música que veía, esos azules que pintaba solo los encontraba en el piano y no en un violín que tiene todos tonos amarillos. Además tengo algo así como lo que se llama oído absoluto y mirada absoluta, es decir que puedo registrar con exactitud la frecuencia de un color y volver a recrearlo meses o años más tarde. Ese fenómeno se llama sinestesia. Así tampoco puedo separar el arte de la ciencia y la técnica. No podría sobrevivir sin música pero tampoco sin mirar las estrellas, sin interiorizarme en la astrofísica, sin intentar entender al universo, descubrir que hay una sinfonía ahí en el espacio, que la música, la pintura, la poesía, tienen la misma esencia que ese maravilloso universo que nos rodea. Todo es frecuencia, todo son ondas, todo está relacionado entre sí, el aparente caos es un orden. Esta mirada del mundo, esta forma de percibir lo que lo rodea y sus dones en la manera de hacerlo, impulsaron a Helmut a crear cosas impensadas, sin estudios especializados en las diferentes materias. En su infancia, dice, también jugaba con el diseño de autos, motos e indumentaria. De adulto, su estrecha relación con la naturaleza lo llevó a analizar “la eficiencia de los animales y las máquinas”. —Descubrí que existía en el diseño una relación directa con la belleza: más eficiencia requería de más belleza. Un ejemplo simple es el tiburón y, en el mundo de las máquinas, el Concorde, que atribuye su belleza y elegancia pura y exclusivamente a su eficiencia en velocidad. Eso me llevó a diseñar un auto sport prototipo para Le Mans, sin conocimientos académicos de aerodinámica, simplemente con mi conocimiento sobre la relación entre las formas y la eficiencia. Desarrollé (a mano alzada) una carrocería que fue probada en Alemania por ingenieros aerodinámicos de Formula 1 - Le Mans y dio en la primera prueba de viento una eficiencia de casi el 100%. Los ingenieros no me creían que jamás había estudiado aerodinámica y yo no podía creer el resultado. Esto originó un proyecto muy ambicioso que quedó trunco, como muchos otros proyectos, al fallecer mi esposa, Marion, en el 2009. Para pintar los sitios de la naturaleza primero necesita hacerlos propios. Por eso escaló altas cumbres, se sumergió en aguas profundas, vivió en el hielo. Experiencias que también fueron una búsqueda de respuestas a lo inexplicable: el amor, la muerte De niño, de adulto, las muertes de las mujeres de su vida fueron para Helmut una estocada seca. Necesitó diez años para atravesar el duelo de Marion en el que dejó de pintar casi por completo. En el que encontró refugio solo en la música, en el agua: “Lo único que me hacía sentir protegido, como si sintiera el abrazo de mi madre”. El encierro de los últimos años y la producción de su primer film fue para Ditsch “un viaje de introspección” que lo ayudó a ponerle fin a ese proceso. Quizás por las raíces alemanas, quizás por la necesidad de encontrarle algún sentido a la vida y a la muerte, quizás solo por curiosidad, por el placer de leer, de pensar y ensanchar más su mirada profunda, la filosofía, los pensadores alemanes, ocupan un lugar importante en su trabajo. —Friedrich Nietzsche dice “el arte es filosofía aplicada” —responde Ditsch a la pregunta del vínculo entre el arte y la filosofía en su obra. Y va más allá. Frente a su entendimiento del mundo actual, a su comprensión sensible de las políticas dominantes, de la IA y el riesgo climático, asegura “que Nietzsche está más vigente que nunca”. —No solamente por la manipulación dogmática sin precedentes que provoca la adicción a las redes sociales, sino por el deterioro ético que provoca la epidemia narcisista del selfie y la idiotez explícita. Si Nietzsche viera el estado de la humanidad hoy, reescribiría su Ecce Homo y haría un Zarathustra más impecable y pesimista. Su Übermensch, el suprahumano, seguiría siendo el sentido de nuestro planeta pero estaría mucho más lejos de alcanzar. Nuestra chance de sobrevivir como humanidad está en el arte y no en el avance exponencial tecnológico, el suprahumano de Nietzsche es el artista.

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por