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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 26/02/2025 04:32
Sin uniforme pero en la lucha. Zanela en su lugar de trabajo donde se recibe a veteranos de Malvinas de todas las armas Cuando los fines de semana visita Eduardo O’Brien, su pueblo natal de nombre irlandés del partido bonaerense de Bragado que sus habitantes pronuncian “obrin”, salir a comprar el pan es un mandado que no baja de una hora, ya que todos los vecinos se conocen y los encuentros casuales terminan en charlas interminables. Allí sigue siendo Jorge. En 1982 el actual coronel retirado Jorge Zanela era un subteniente de artillería a días de cumplir los 24 años, y estaba en plena instrucción de paracaidismo a los soldados. El 2 de abril se enteró, como la mayoría de los argentinos, de la recuperación de las islas. Confiesa que el 22 de abril lo tiene grabado a fuego: esa mañana el jefe del Grupo de Artillería Aerotransportado 4 el teniente coronel Carlos Quevedo le informó que todo el regimiento sería movilizado a las islas, integrando la Fuerza de Tareas Mercedes. La preparación fue a contrarreloj porque a las diez de la noche salieron al aeropuerto de Pajas Blancas y a primeras horas del día siguiente aterrizaban en Comodoro Rivadavia. Se desechó ir a Puerto Deseado donde, en un buque, se cruzaría con la artillería, ya que se sospechaba de la presencia de submarinos enemigos. Prisionero de los británicos. La fotografía que le tomaron. Fue liberado el 14 de julio de 1982 Siendo observador adelantado en el aeropuerto, fue testigo cuando la tierra malvinense tembló bajo sus pies durante los primeros bombardeos ingleses del 1 de mayo. No tuvo tiempo de asimilarlo cuando primero fue destinado junto al regimiento de infantería 4 y luego a Darwin, cuando los británicos desembarcaron en San Carlos. Eran 45 hombres y sus cuatro cañones -uno inutilizado- con tres mil tiros, conformaba la artillería de campaña argentina en Darwin y Pradera del Ganso. Su misión inicial era salir todos los días más allá de las líneas de la infantería argentina y realizar, por la noche, fuego de hostigamiento a las posiciones británicas. En una de esas incursiones fueron sorprendidos por el fuego de artillería naval británica y, de pronto, quedaron en primera línea de lo que fue el inicio del ataque inglés a las posiciones argentinas. Debieron replegarse cuando detectaron su posición. Quedaron tan cerca del enemigo, que con sus cañones hacían puntería directa, sin la necesidad de un observador adelantado. Parte del equipo de licenciadas en Trabajo Social que atienden a los veteranos y a sus familiares en el 0800 Así participó de los combates librados entre el 27 y 29 de mayo en la batalla de Darwin y Pradera del Ganso. Cuando las acciones finalizaron, fue tomado prisionero. Fue uno de la docena de oficiales y suboficiales que permanecieron prisioneros hasta el 14 de julio en el viejo frigorífico de San Carlos. Entre ellos se bautizaron “Los 12 del Patíbulo”, emulando aquella película donde un grupo de presos peligrosos eran reclutados para llevar adelante una misión suicida durante la segunda guerra mundial. La posguerra El regreso fue duro. El Estado que no reconoció los servicios al país de los que habían combatido. A los veteranos se les dio la espalda. A él lo enviaron a una unidad en Comandante Piedrabuena. Muchos de sus compañeros, sintiéndose invisibilizados, eligieron el camino del retiro. Zanela no tardó en involucrarse en buscar el bienestar de los veteranos en tiempos en que se ignoraba casi todo sobre esas heridas que permanecen invisibles, como el estrés post traumático. En 1985, algunos comenzaban a reunirse en la sede de la Liga de Amas de Casa que lideraba Lita de Lázzari. Allí nació la Casa del Veterano, cuyo uno de sus referentes fue entonces el general Juan Ramón Mabragaña, jefe del regimiento 5, la unidad que más sufrió el aislamiento durante la guerra. En el centro el soldado veterano Jorge Melnichuk, el día que recuperó el casco que usó en Malvinas. A la derecha Zanela y a la izquierda el teniente coronel Martín Treglia, también veterano (Nicolas Tannchen) El problema era que, a nivel del Estado, cada arma trabajaba por su lado con las naturales descoordinaciones que se producían. En 2015 pidió el retiro. Ese año, junto a un grupo de historiadores regresó a Malvinas, donde recorrieron los distintos escenarios de los combates, identificando posiciones claves argentinas y británicas, muchas de las cuales estaban tal cual. Caminaban entre diez y quince kilómetros por día y describió lo que se hizo, por ejemplo, para determinar el lugar exacto donde cayó el subteniente Juan Domingo Baldini el 11 de junio de 1982 en Monte Longdon; o cuando hallaron una bolsa porta equipos con su contenido intacto, que pertenecía a un soldado del regimiento de infantería 12 de la ciudad correntina de Mercedes. Y por supuesto, regresó al viejo frigorífico donde había estado prisionero. Una de las paredes tenía el agujero que en 1982 contenía una bomba argentina sin detonar, con la que pasaron ese mes de prisioneros en peligrosa convivencia. Luego de desempeñar un año funciones en una empresa privada, en el 2016 se hizo cargo, en Ejército, de la oficina que se ocupaba de los veteranos de Malvinas. Desde allí, trabajó en coordinación con el centro de salud de las fuerzas armadas. Reconocimiento y homenaje. Fue un hecho importante para los veteranos haber participado del desfile del pasado 9 de Julio El trabajo que entonces desempeñó habrá sido lo suficientemente meritorio para que en septiembre de 2019 fuera designado al frente de la Oficina de Coordinación de Veteranos de Guerra de Malvinas, organismo que depende del Ministerio de Defensa, donde Infobae mantuvo una entrevista con él, interrumpida con llamados de veteranos y consultas de sus colaboradores sobre casos que necesitaban ser resueltos. Para Zanela, asumir semejante función representó todo un desafío, ya que entendió que el suyo era un puesto bisagra: debía ser el articulador entre el Ministerio de Defensa, los militares y los veterano. Se logró que el veterano contase con un certificado único que lo identificase como tal, uno para viudas o concubinas, y otro para veteranos declarados como tales por sentencia judicial. Diploma que se le entrega a cada veterano cuando es invitado a renovar su juramento a la bandera En la oficina de Zanela trabajan más de veinte personas, con representantes de Ejército, Armada, Fuerza Aérea, Prefectura y Gendarmería. Funciona en el primer piso del Instituto Geográfico Nacional y el coronel retirado admitió que muchas veces deben cumplir las funciones de psicólogo, amigo o consejero, más que de camarada. Además, cuenta con equipo de cinco licenciadas en Trabajo Social, lideradas por dos coordinadoras, que tienen a cargo la atención del 0800-666-4584, el canal más directo donde veteranos y sus familias se comunican, con diferentes dudas e interrogantes. Se destacan las consultas de aquellas esposas de veteranos que buscan orientación sobre cómo manejar situaciones delicadas de depresión, alcoholismo o quizás maltrato. Todas las semanas atienden una decena de llamadas, que circula indefinidamente entre los múltiples chats de veteranos. La oficina recibe decenas de consultas, tanto de veteranos como de familiares Zanela habla con pasión de su labor, y se nota que para él no es un simple trabajo. Solo una persona que vivió la guerra en primera persona puede comprender a aquel que se acerca para esperar una mano tendida. Por eso comenta con indignación cuando un veterano al que se le amputó una pierna en la guerra un oficial del Hospital Militar Central le exigió que comprobase su condición de ex combatiente para realizar el trámite de renovación de la prótesis. Explicó que se logró la identificación de veteranos, como fue el caso de Alfredo Inocencio Nahuelquir, un mapuche que, terminada la guerra, se aisló en una cabaña en Cushamen, en Chubut. Con el tiempo se casó, tuvo tres hijos y, por un relevamiento hecho en 2016 se descubrió que no había tenido ningún reconocimiento. De esta manera, se le otorgó la medalla, con su nombre grabado, del Congreso de la Nación. Cascos Zanela también participó de los operativos de devolución de pertenencias de veteranos argentinos, que estaban en poder de pares británicos o en manos de coleccionistas y que decidieron que volvieran a sus dueños. En 2018, un coleccionista inglés le devolvió a Alejandro Gorzelany, entonces soldado conscripto, su casco; Jorge Melnichuk, soldado del Regimiento 5, quien en la embajada argentina en Londres se reencontró con el suyo, en poder del veterano inglés John Curd; o el caso del entonces teniente Diego Arreseigor quien, en acciones por demás riesgosas del levantamiento de minas luego del alto el fuego, se trajo al continente el casco que perteneció a Alexander Shaw, del Regimiento de Paracaidistas 3. Algunos de esos casos fueron publicitados y otros, a pedido de los interesados, quedaron en encuentros privados. Libre estacionamiento. Un simple gesto habilitado en dependencias oficiales En la oficina se enfrentan a situaciones delicadas cuya resolución no es sencilla, como cuando un británico les envió la foto de una clásica chapa identificatoria de un soldado argentino, troquelada en el medio, hallada en la turba malvinera, y que solo constaba de un número, que no era su documento. A veces las ausencias de registros dificultan la búsqueda de soluciones de estos casos. Si bien el Decreto 509/88 establece las condiciones para ser veterano de guerra, Zanela remarca que aún no existe una ley en ese sentido, en la que se debería determinar tres cuestiones básicas para definir a un veterano: el espacio temporal, esto es, las fechas en las que estuvo en las islas; el espacio geográfico, el lugar donde estuvo con su unidad y la acción bélica, dónde combatió. Para los civiles se debe tomar en cuenta las acciones logísticas y de apoyo. A lo largo de su gestión, se logró el estacionamiento gratuito en la cadena de supermercados Cencosud y en siete de los Aeropuertos Argentina, incluidos Ezeiza y Aeroparque. El 20 de junio los veteranos fueron invitados a jurar nuevamente la bandera y participaron del desfile del 9 de julio. Y como cuando en junio de 1982 regresaron ocultos y fueron privados del reconocimiento de la población, en mayo del año pasado se instituyó el “abrazo ciudadano”: la idea es que cuando alguien se cruce con un veterano lo abrace y le diga “gracias”, le brinde ese cálido saludo del que fue privado 42 años atrás. Hace un tiempo que además quedó establecido por ley la rendición de honores tanto a soldados veteranos como a civiles que fallecen. En esos casos, siempre a pedido de la familia, se notifica a la unidad militar más cercana, que acude con una sección de soldados y un trompa a rendir el homenaje correspondiente. Zanela es viudo y vuelto a casar. Tiene en total siete hijos, cuatro del primer matrimonio; una hija de su segunda mujer y luego tuvieron dos más. El mayor siguió la carrera militar y actualmente es teniente primero. Al final de la entrevista, acompañó a Infobae a la puerta. En el hall de entrada se detuvo ante la imagen del cementerio argentino en Darwin, con las tumbas señalizadas. Se tomó algunos minutos para explicar aquellas que aún restan identificar. Sabe que el trabajo continúa, que aún hay mucho por delante, y nada mejor para hacerlo que un joven artillero, ya veterano que, pese a todo, en su pueblo natal bonaerense de nombre irlandés sigue siendo Jorge.
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