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  • La dolarización es viable

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 22/02/2025 02:49

    Bi-monetarismo sugiere doble monetarismo. El término correcto sería bimonetariedad (Foto: Shutterstock) En un reciente artículo titulado “Bimonetarismo, competencia de monedas y cómo bajar la inflación”, el economista Miguel Kiguel analiza las limitaciones y perspectivas de la actual política económica del gobierno y propone algunas recomendaciones. Aunque no trata específicamente sobre la dolarización, cuando la menciona incurre, a mi juicio, en algunos errores que conviene aclarar. Según Kiguel, “el término competencia de monedas lo puso de moda este gobierno, que, ante la frustración de no poder dolarizar porque no había dólares en el Banco Central, pensó que darle a la gente la posibilidad de elegir la moneda que prefiriera para hacer transacciones y ahorrar iba a llevar a que se incline por el dólar. De esa manera, la dolarización se iba a dar sola”. Más adelante, se refiere nuevamente a la dolarización y afirma que “Suena atractiva y puede ser un recurso de última instancia, hoy es inviable porque no hay dólares para comprar todos los pesos en circulación”. Además, recalca algunas supuestas desventajas de este régimen monetario, especialmente las “limitaciones para poder responder a shocks externos desfavorables y la falta de un prestamista de última instancia”. Algunas aclaraciones La primera es de carácter semántico. El monetarismo es una teoría económica asociada a Milton Friedman. Bi-monetarismo sugiere doble monetarismo. El término correcto sería bimonetariedad. En cuanto al término dolarización, este admite múltiples significados y siempre conviene precisarlo. La dolarización de facto o espontánea es la adopción del dólar por parte de la gente en reemplazo de la moneda doméstica (es decir, la bimonetariedad), que, como bien señala Kiguel, es el legado de décadas de inestabilidad monetaria. Por otro lado, la dolarización oficial o de jure es el otorgamiento al dólar de curso legal, lo cual no necesariamente implica quitarle esa condición al peso. El monetarismo es una teoría económica asociada a Milton Friedman (Foto: Getty Images) Argentina está dolarizada de facto pero no de jure. Esta situación genera altos costos de transacción para la economía y reduce la efectividad a la política monetaria. La segunda aclaración es histórica. La dolarización oficial, tal como la propusimos, era y sigue siendo viable, al menos en el plano jurídico y financiero. Como nunca participé en una discusión con el presidente Javier Milei al respecto, no puedo explicar las razones por las cuales decidió no avanzar con -o posponer- esta promesa de campaña. Quizás, al igual que Miguel Kiguel, creyó que no había suficientes dólares para implementarla. O quizás consideró que no estaban dadas las condiciones políticas para hacerlo. Kiguel asocia erróneamente la viabilidad de la dolarización al monto de reservas netas reportadas por el BCRA. Su comentario me recuerda al del economista ecuatoriano Abelardo Pachano, ex gerente del Banco Central del Ecuador (BCE), quien diez días antes de que el presidente Jamil Mahuad anunciara la dolarización, declaró de manera terminante que era imposible dolarizar porque no había reservas. Miguel Kiguel asocia erróneamente la viabilidad de la dolarización al monto de reservas netas reportadas por el BCRA “Para dolarizar necesitamos traer USD 600 millones en billetes para canjearlos con los sucres que tenemos los ecuatorianos en nuestros bolsillos,” explicó Pachano. “¿Quién nos va a dar esos USD 600 millones? (...) Yo no veo a la dolarización como algo lógico, factible, recomendable”. Doce meses después de anunciada la dolarización, las reservas en el BCE sumaban USD 1.197 millones de dólares y no quedaba ni un sucre en circulación. Aclaro también que cuando se anunció la Convertibilidad en marzo de 1991, las reservas netas tal como se definen hoy eran negativas (incluyendo Bonex 89). Es decir, según el argumento de Kiguel, ni la Convertibilidad ni la dolarización en Ecuador habrían sido viables. Cuando se anunció la Convertibilidad en marzo de 1991, las reservas netas tal como se definen hoy eran negativas (incluyendo Bonex 89). Es decir, según el argumento de Kiguel, ni la Convertibilidad ni la dolarización en Ecuador habrían sido viables (Foto: Reuters) La realidad es que, con una dolarización oficial, no sólo el Banco Central dejaría de existir tal cual lo conocemos, sino también sus reservas internacionales (aunque es posible preservar ambos, como lo hizo Ecuador). Según el razonamiento de Kiguel, se necesitarían USD 80.000 millones de reservas líquidas en el BCRA para implementar una dolarización oficial. Esta cifra surge de dividir el M3 en pesos privados por el tipo de cambio CCL. Pero según el último balance del BCRA, las reservas netas son negativas, ergo, sería imposible dolarizar. Para quienes estén, aunque sea vagamente, familiarizados con las experiencias de Ecuador y El Salvador, esta línea de argumentación se refuta con facilidad. El primer error es afirmar que, bajo una dolarización, hay que rescatar todo el M3 privado en pesos. En realidad, el único pasivo que hay que -potencialmente- rescatar es la circulación monetaria, es decir, los billetes de pesos emitidos por el Banco Central. Con una dolarización oficial, no sólo el Banco Central dejaría de existir tal cual lo conocemos, sino también sus reservas internacionales Pongamos las cifras en perspectiva: al 7 de diciembre de 2023, la circulación monetaria convertida al tipo de cambio CCL equivalía a USD 6.600 millones, un mínimo histórico equivalente a poco más de 1% del PBI, un mes de exportaciones promedio del período 2022-2023 y 1,4 meses de recaudación tributaria promedio de 2023 convertida al tipo de cambio CCL. Pero no se necesitaban USD 6.600 millones al anunciar una dolarización, ya que, bajo nuestra propuesta, la conversión de los pesos emitidos a dólares era voluntaria y podía extenderse por varios meses e incluso años. En cuanto al dinero bancario, tampoco hay por qué rescatarlo, simplemente redenominarlo con una nueva unidad de cuenta: el dólar. Lo cual no es tan complicado ya que casi un tercio de todos los depósitos están denominados en dólares. Solo en el improbable escenario de una masiva corrida de depósitos el argumento de Miguel Kiguel tendría algún sentido. En cuanto al dinero bancario, tampoco hay por qué rescatarlo, simplemente redenominarlo con una nueva unidad de cuenta: el dólar. Lo cual no es tan complicado Pero el sistema de reservas fraccionarias existe en Argentina y todos los países del mundo y la gente no sale corriendo todos los días al banco para retirar sus depósitos. Lo más relevante en esta discusión es que hoy en Argentina quien tiene dólares depositados en los bancos locales no pierde el sueño a pesar de que sus depósitos no tienen 100% de respaldo -parte de ese respaldo está depositado en el BCRA, que supuestamente ya no tiene los dólares-. Si todos los depositantes decidieran mañana retirar sus dólares, los bancos no podrían satisfacer esa demanda. Pero, ¿por qué lo harían si el gobierno adopta el dólar como moneda de curso legal? La única razón sería que el gobierno entregara los dólares por debajo del precio de mercado. Algo no recomendable. Otro error consiste en suponer que los dólares necesarios para implementar una dolarización oficial son únicamente los dólares líquidos en poder del Banco Central (es decir, las reservas netas). No me canso de repetirlo: si la dolarización es creíble, se autofinancia a través del aumento de los depósitos bancarios. Así ocurrió en Ecuador. Si la dolarización es creíble, se autofinancia a través del aumento de los depósitos bancarios. Así ocurrió en Ecuador Una vez adoptado el dólar como moneda de curso legal, la circulación monetaria se convierte en deuda de un Estado que recauda todos sus impuestos en dólares. Las reservas dejan de ser un factor determinante. Mientras el monto de esa deuda no sea estrafalario (y en una economía desmonetizada nunca lo es) no hay razón para que la gente crea que no podrá ser cancelada. Como ya señalé, al 7 de diciembre de 2023 la circulación monetaria apenas superaba 1% del PBI. Al 30 de enero de 2025, esa relación se había triplicado, pero sigue siendo una cifra manejable. Como han señalado desde John Maynard Keynes hasta Thomas Sargent, la viabilidad financiera de una dolarización oficial (o de un régimen de convertibilidad con paridad fija) no depende tanto de las reservas en el Banco Central como de la solidez fiscal. Es decir, siempre será viable a un tipo de cambio de mercado mientras el público crea que el gobierno mantendrá sus cuentas equilibradas. Más aún, si alcanza superávits sustentables. Un régimen de convertibilidad con paridad fija) no depende tanto de las reservas en el Banco Central como de la solidez fiscal (Foto: EFE) Contrariamente a lo que afirma Miguel Kiguel, en el caso de Argentina, dada la alta dolarización de facto y una posición financiera internacional superavitaria de USD 75.000 millones, la viabilidad de una dolarización oficial depende de la disciplina fiscal, no de las reservas brutas o netas del BCRA. En nuestro país, una dolarización oficial no implica imponerle a la gente el uso del dólar, sino permitir la libre circulación de los dólares que ya tienen y cuyo valor duplica o triplica el todos los pesos emitidos por el BCRA y multiplicados por los bancos. El problema no es la falta de dólares, sino que los argentinos los mantienen fuera de los bancos. Es un error común suponer que una dolarización oficial implica una cancelación inmediata de todos los activos y pasivos del Banco Central y del sistema financiero. Es decir, plantear un escenario de liquidación. En realidad, se trata de un escenario de “operación en marcha” (going-concern). No lo digo yo, lo dice la experiencia de Ecuador y El Salvador. Una dolarización oficial no implica imponerle a la gente el uso del dólar, sino permitir la libre circulación de los dólares que ya tienen y cuyo valor duplica o triplica el todos los pesos emitidos por el BCRA Como ya lo he señalado en varios artículos, la experiencia de ambos países demuestra claramente que, una vez adoptado el dólar como moneda de curso legal y una vez fijada su paridad con la moneda doméstica a un valor de mercado, durante un tiempo ambas monedas continúan circulando y no hay cancelación anticipada de pasivos, ni masiva fuga de capitales, ni corrida de depósitos. Por el contrario, ocurre lo opuesto, y, además, las tasas de interés caen. Aunque el gobierno quisiera rescatar toda la circulación monetaria en pesos sería logísticamente imposible en el corto plazo. En Ecuador se anunció la dolarización el 9 de enero de 2000. Un mes y medio más tarde el Congreso estableció por ley que a partir del 30 de junio los sucres en circulación dejarían de tener valor. Esto generó un incentivo poderoso para que la gente canjeara cuanto antes por dólares. Sin embargo, en la fecha establecida, aun quedaba un tercio de los sucres en circulación. Para evitar una contracción monetaria abrupta el gobierno se vio forzado a extender el plazo tres meses más. En El Salvador, donde se adoptó un formato de dolarización distinto, bajo el cual la moneda local no fue eliminada, el canje por dólares fue voluntario y tomó cerca de dos años. Lo mismo sucedería en Argentina: los bancos y el resto de la economía continuaría operando como hasta entonces, pero con una nueva unidad de cuenta y una nueva moneda de curso legal. Los activos y pasivos no se cancelan, sino que se convierten a dólares. La economía es un flujo circular Mientras la actividad económica no se contraiga abruptamente tras el anuncio de una dolarización oficial, se seguirán generando activos y pasivos financieros denominados en dólares y se pagarán los impuestos en dólares. No hay razón para que ocurra una masiva fuga de capitales, el otro “fantasma” que esgrimen otros detractores de la dolarización. Además, no debe ignorarse el papel que juegan las tasas de interés como mecanismo equilibrador del mercado de dinero. En cuanto a las supuestas desventajas de una dolarización oficial que menciona Miguel Kiguel valen algunas observaciones. Una devaluación encarece el financiamiento del sector público y privado, y puede empujar a muchas empresas a la quiebra (Foto: EFE) Primero, en una economía desmonetizada y con pasivos altamente dolarizados como la de Argentina, la política cambiaria tiene escasa capacidad de amortiguar shocks. El stock de deuda en dólares es muy superior al M3 en pesos. Una devaluación encarece el financiamiento del sector público y privado, y puede empujar a muchas empresas a la quiebra, generando problemas en el sistema bancario. En lugar de amortiguar los shocks, la devaluación los profundiza. En cuanto al prestamista de última instancia, es una ficción mientras el Estado no pueda endeudarse a largo plazo en su propia moneda. En esas condiciones, lo único que puede hacer el Banco Central es inflacionar. Comparar las limitaciones de una dolarización oficial con un régimen ideal e inalcanzable en la práctica es la clásica “falacia del nirvana”. Volvamos a la realidad. Comparar las limitaciones de una dolarización oficial con un régimen ideal e inalcanzable en la práctica es la clásica “falacia del nirvana” Uno debe suponer que, dada su formación y experiencia, Miguel Kiguel no desconoce ninguno de estos puntos. Simplemente, está en contra de una dolarización oficial. Pero sostener de manera tajante que no es viable es una estrategia muy eficaz para cerrar el debate sobre su conveniencia. Contrariamente a lo que afirman Kiguel y algunos economistas, una dolarización oficial era y es viable en la Argentina. Hoy requeriría bastante más dólares que en diciembre de 2023, pero la relación costo-beneficio sigue siendo favorable a su implementación. Además, el gobierno ha validado su credibilidad en el plano fiscal. Aunque incluso sería posible hacerlo con restricciones a los movimientos de capitales y a un tipo de cambio por debajo del mercado, no sería recomendable. La única limitante es política. Pero dilucidar si una dolarización es políticamente viable no es tarea para los economistas sino para quienes gobiernan y sus asesores. En cuanto a la recomendación de Kiguel para reducir la inflación -equilibrio fiscal sostenido y una política monetaria creíble y duradera diseñada e implementada por un Banco Central independiente- es como decirle a un obeso que para bajar de peso tiene que comer menos. Verdad de Perogrullo. Pero hay una razón por la que nunca se implementó en Argentina: el Congreso tiene la obligación constitucional de preservar el valor de la moneda, y el Banco Central es formalmente independiente, pero en la práctica está siempre sometido al poder político. No es necesario dictar nuevas leyes o reformar la Constitución para implementar la recomendación de Kiguel. El problema es que, como decía Carlos Nino, somos un país enfermo de anomia institucional en el que el principal violador de las leyes es el propio Estado. Es el legado de décadas de populismo. Hasta que no resolvamos esta enfermedad moral, el Banco Central independiente seguirá siendo una quimera. El autor es Economista e historiador. Esta columna fue publicada en el Blog del Libro Dolarización: Una solución para la Argentina

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