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  • La vida del talentoso abogado que apenas conoció a su padre, se opuso a Juan Manuel de Rosas y se exilió en Uruguay

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 18/02/2025 05:07

    Prestigioso abogado, de sólida formación, fue un profesional reconocido y sus opiniones muy valoradas Era una mente brillante que se hizo notar desde muy joven. A los 22 años ya era doctor en Derecho y esa inteligencia fue clave para hacerse de una clientela prestigiosa en la ciudad de Buenos Aires, donde se había radicado. Su estilo un tanto ácido e irónico construyó a su alrededor una barrera invisible que hizo que se hiciera la fama de pocos amigos. Hay un cartel que sobrevivió estoico al progreso que prohíbe galopar en el pueblo cordobés de Amboy, donde el tiempo parece haberse detenido. Ubicado a unos 115 kilómetros al sur de la ciudad de Córdoba, sus viejas casas, muchas de paredes de adobe, y sus calles angostas conservan el espíritu de la aldea que fue durante el siglo XIX. Allí nació, porque el destino quiso que fuera ese lugar, el 18 de febrero de 1801 Dámaso Simón Dalmacio Vélez Sarsfield, cuando su madre Rosa Sarsfield -de antepasados irlandeses- viajaba de paso hacia la ciudad de Córdoba. De joven, se acercó a Bernardino Rivadavia. El presidente le llevaba veinte años y solía aconsejarlo No conoció a su papá Ignacio Vélez y Baigorri, un destacado abogado, quien falleció cuando él era un bebé de cinco meses; y su hermano mayor, José Bernardo, había muerto en el combate de Huaqui, en junio de 1811. Aprendió a leer y escribir bajo las durísimas condiciones pedagógicas de castigos y maltratos de los frailes del Convento de San Francisco, y luego en el Colegio Monserrat. En la Universidad de Córdoba se recibió de doctor y luego de un breve paso en la oficina del asesor de gobierno Dámaso Gigena, decidió irse a vivir a la ciudad de Buenos Aires. Su fama de buen abogado lo ayudó a tener una clientela selecta entre la sociedad porteña. Mientras ejercía su profesión, se acercó a Bernardino Rivadavia, con quien se sentía identificado, y del que llegó a ser su amigo, casi al punto de la adoración. Fue uno de los pocos que lo acompañaría al puerto cuando aquel inició su largo exilio. A Facundo Quiroga lo conoció de joven y tiempo después el caudillo riojano lo contrataría como abogado Fue clave la gestión de su cuñado el gobernador de San Luis José Santos Ortiz, casado con su hermana Inés Vélez, para que fuera elegido representante por esa provincia para integrar el congreso constituyente que sancionaría la Constitución. Tenía 24 años y por ser el constitucional más joven, fue designado secretario, mientras que la presidencia del cuerpo le cupo al más anciano, el Deán Gregorio Funes. A la par de su labor oficial, se hizo cargo de la cátedra de Economía Política en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. Junto al Deán Zavaleta, Vélez fue enviado a Cuyo a comunicar la sanción de la Constitución unitaria. Lo recibió Facundo Quiroga, quien se negó, con desprecio, a abrir el sobre que le mandaba Rivadavia. Años después, cuando Quiroga estaba instalado en Buenos Aires y trabó relación con Vélez al contratarlo para sus asuntos financieros, se enteró del contenido: Rivadavia lo nombraba general, le encomendaba la formación de dos mil jinetes para que se incorporase a la guerra contra el Brasil. Quiroga maldijo su testarudez y aseguró que habría aceptado, según la versión que contaría Sarmiento décadas más tarde. En diciembre de 1827 se casó con Paula Piñero, con la que tendría una hija, María Vicenta. Cuatro años después quedó viudo y en 1834 volvió a casarse con Manuela Velázquez, con quien tuvo cuatro hijos: Constantino, Aurelia, Bernardo y Rosario. Aurelia, una chica bella e inteligente mantendría un largo romance con Domingo Faustino Sarmiento desde 1855 hasta la muerte del sanjuanino. Durante el rosismo eligió el exilio en Montevideo. Luego sería llamado por el propio Rosas a raíz de un conflicto con la Santa Sede Con Vélez Sarsfield serían grandes amigos y Sarmiento publicaría la biografía del abogado cordobés el mismo año de su muerte. El 30 de mayo de 1831 representó a Córdoba, junto al presbítero Agüero, rector de la Universidad de Córdoba, en el tratado de paz firmado con el gobernador de Santa Fe Estanislao López. Vélez Sarsfield era alto, su cabeza siempre conservó su cabello, y tenía una voz que se hacía notar. Entre sus hábitos, estaban el de levantarse de madrugada para leer. Usaba un escritorio en el que sobresalía una pequeña estatua de Juan Jacobo Rousseau. Cuando Juan Manuel de Rosas asumió el poder, estuvo un tiempo en Córdoba, apartándose de la política. Adquirió tierras en Río de los Sauces y un campo en Arrecifes. Como experto latinista, allí tradujo La Eneida. Entendía el francés, inglés e italiano y tenía conocimientos de matemática y cosmografía. Sin embargo, se lamentaba por no comprender el libreto de las óperas y por no conocer su argumento. Si bien en un primer momento lo apoyó, Vélez había pedido el alejamiento de Urquiza de la actividad pública Vivir en la ciudad de Buenos Aires durante el rosismo se había convertido en un infierno. Todos sabían de sus ideas unitarias y, aunque no era molestado por las autoridades, siempre se temían represalias. Durante un año nadie acudió a su estudio de abogado a requerir sus servicios. Hasta que en 1842 decidió dejar todo y exiliarse en Montevideo. En esa ciudad vivió un tiempo y se hizo amigo del italiano José Garibaldi, quien le confesó sus planes de regresar a su patria. Cuando lo consideró oportuno, regresó a Buenos Aires. Su casa estaba embargada, ocupada por extraños y sus muebles y biblioteca habían sido rematados. Su quinta de San José de Flores, que había pertenecido a los Grigera, había sido partida en dos por el tendido de una calle, y las puertas y ventanas se las había llevado un juez de paz. Y su estancia de Arrecifes -donde por 1830 ocultó por unos días a Juan Lavalle- no tenía animales, ni galpones ni corrales. El gobierno le desembargó los bienes y los papeles se los entregó Manuelita en mano. Al tiempo, Rosas lo mandó a llamar. El Nuncio Apostólico rechazaba una terna para nombrar obispo de Buenos Aires y no entendía por qué. Le pedía ayuda a Vélez. Este le preparó el trabajo “Derecho Público eclesiástico en relación con el Estado”, que se convertiría en una obra de consulta en la materia. Cuando Rosas fue derrotado en Caseros el 3 de febrero de 1852, fue de los que salió a festejar. En abril de 1852 fundó el diario El Nacional. En un primer momento, desde sus columnas apoyó a Justo José de Urquiza, alentaba a acompañarlo en su gestión, pero cuando se pronunció en contra del Acuerdo de San Nicolás, el entrerriano ordenó cerrarlo. Portada del Código Civil, una obra monumental que estuvo en vigencia 144 años En 1854 tomó la dirección del diario su amigo Sarmiento, quien publicaría alló varios de sus escritos, como “Campañas del Ejército Grande”, “Las Ciento y Una”, entre otros. Cuando Vélez fue convocado por Urquiza junto al general Tomás Guido, Valentín Alsina, Vicente F. López, Pico, Gorostiaga y Pujol y les pidió opinión sobre el proyecto de declarar a Buenos Aires capital de la república, dividir su territorio en dos provincias y la organización de un gobierno provisional hasta la reunión de un congreso constituyente, el jurista cordobés se pronunció en contra, ya que decía que los gobernantes no podían arrogarse potestades legislativas. Era claro y concreto en sus exposiciones, las que fundamentaba con argumentos sólidos. Atacó la cláusula del Acuerdo de San Nicolás que otorgaba poderes discrecionales a Urquiza, y que esos perjudicarían a las instituciones. Sostenía que dicho acuerdo carecía de principios jurídicos y de base legal. Estaba en contra de la necesidad de crear gobiernos fuertes, recordando lo que había vivido el país durante el rosismo. Y que Urquiza no precisaba de leyes excepcionales, que fueran en contra de la República, para gobernar. Fue suyo el proyecto que aprobó la legislatura de no reconocer ningún acto de los diputados reunidos en Santa Fe, el retiro de los representantes y hasta de los empleados que pertenecían a la provincia de Buenos Aires. Y cuando también desconocía los poderes dados a Urquiza en torno al ejercicio de las relaciones exteriores, Buenos Aires terminaría por romper los vínculos que la unían al resto del país. En 1854 redactó un proyecto de Constitución del Estado de Buenos Aires y fue uno de los enviados responsables de firmar un tratado de paz con la Confederación Argentina, en 1855. No tuvo éxito la misión que integró con el mediador norteamericano Benjamín Yancey de evitar una guerra. Proponía el retiro de Urquiza de la vida pública, y que una convención integrada por representantes de Buenos Aires revise la Constitución de 1853. No hubo arreglo y los ejércitos se batieron a orillas del arroyo Cepeda el 23 de octubre de 1859, resultando victorioso Urquiza. Como ministro de relaciones exteriores del Estado de Buenos Aires, Vélez Sarsfield tuvo la responsabilidad de llegar a la firma del Pacto de Unión del 11 de noviembre de 1859 con la Confederación Argentina. Mientras el país estuvo partido en dos, entre el Estado de Buenos Aires y la Confederación Argentina, fue senador, organizó el Banco Provincial de Buenos Aires, cumplió tareas en relaciones exteriores y siempre sus opiniones y juicios eran tenidos en cuenta para acercar a los líderes que mantenían dividido al país. En 1858 redactó el Código de Comercio junto al jurisconsulto uruguayo Eduardo Acevedo. Sancionado en 1859 se transformó en el Código Nacional de Comercio que estuvo vigente hasta el 2015. Sería de gran utilidad, especialmente para los inmigrantes que sabrían a qué atenerse en cuestiones comerciales, de contratos y de conformación de sociedades, entre otros aspectos. También participó de la Convención Constituyente que reformó la Constitución Nacional en 1860 y durante la presidencia de Bartolomé Mitre fue ministro de Hacienda. A Vélez Sarsfield le llevó cinco años redactar, en soledad, el Código Civil de la República Argentina, aprobado en 1869. Instrumento jurídico revolucionario para la época, entró en vigencia el 1 de enero de 1871, durante la presidencia de su amigo Sarmiento y que permaneció también hasta el 2015. Durante la gestión de Sarmiento, se desempeñó al frente de la cartera del Interior y el propio mandatario le adjudicó la idea y ejecución del tendido del cable de telégrafos. En 1872 decidió alejarse de la actividad pública, y renunció a la dirección del Banco Nacional, creado a iniciativa suya. Falleció en la ciudad de Buenos Aires la noche del 30 de marzo de 1875. Tenía 74 años. Enterrado en el cementerio de la Recoleta, sus cenizas fueron llevadas al Palacio de Justicia de Córdoba, donde actualmente descansan. Su biblioteca fue donada entera a la Universidad Nacional de Córdoba, así como las 3300 hojas manuscritas del Código Civil, escritas en los últimos años por ese jurista cordobés que admiraba a Rivadavia y que ayudó a sentar las bases de nuestra organización nacional.

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