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  • Arquitectura hostil: ¿orden urbano o exclusión disfrazada?

    » Rafaela Noticias

    Fecha: 13/02/2025 05:50

    Arquitectura hostil: ¿orden urbano o exclusión disfrazada? Por Jonatan Almaraz Funes La arquitectura hostil es una tendencia urbana que ha ganado presencia en muchas ciudades del mundo, y Rafaela no es la excepción. Su propósito es claro: evitar conductas consideradas problemáticas en el espacio público, como el descanso prolongado en bancos, la permanencia de personas en situación de calle o el uso indebido de espacios peatonales. Sin embargo, detrás de su aparente funcionalidad y orden, surgen preguntas sobre sus efectos en la convivencia y la inclusión social. Desde barandas estratégicas hasta divisores en bancos públicos para impedir que alguien se recueste, pasando por picos metálicos en repisas y superficies inclinadas, la arquitectura hostil se camufla en el mobiliario urbano con un objetivo claro: disuadir el uso no deseado del espacio. Quienes la defienden argumentan que estas intervenciones ayudan a mantener el orden, reducen el vandalismo y mejoran la seguridad en la ciudad. Según esta visión, una plaza limpia y sin ocupaciones prolongadas permite un uso más equitativo del espacio, evitando que un grupo lo monopolice en detrimento de otros. En Rafaela, la problemática de personas en situación de calle ha llevado a la implementación de este tipo de estrategias en distintos puntos de la ciudad. Espacios como la Plaza del barrio 9 de Julio o la estación del ferrocarril son ocupados deliberadamente por quienes no tienen otro lugar donde pasar la noche. Como respuesta, recientemente se han colocado estructuras metálicas en el Paseo de las Artes para evitar que la gente pernocte allí, generando un debate sobre el derecho al uso del espacio público. La arquitectura hostil es una de esas soluciones que divide opiniones. Quienes la defienden argumentan que contribuye a la seguridad y el orden urbano, evitando la apropiación indebida de lugares diseñados para el tránsito o el descanso temporal. Desde esta perspectiva, las modificaciones en mobiliario urbano buscan hacer que las ciudades sean más funcionales y seguras para todos sus habitantes. Sin embargo, desde otro ángulo, estas intervenciones son vistas como una forma de exclusión. En lugar de abordar el problema de fondo –la falta de vivienda o de políticas públicas para personas en situación de calle–, la arquitectura hostil simplemente lo desplaza, obligando a estas personas a buscar otros refugios en condiciones aún más precarias. El urbanismo y el diseño de los espacios públicos deberían buscar un equilibrio entre la funcionalidad de la ciudad y la inclusión social. Más allá de las estrategias que se implementen, la pregunta central sigue en pie: ¿se trata de mejorar la convivencia o de invisibilizar un problema social?

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