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» Diario Cordoba
Fecha: 12/02/2025 07:36
No diré, como ya afirman, que la democracia en Occidente esté en peligro, que tampoco soy quién para decir nada, pero a nadie se le oculta que estamos en tiempos de autoritarismo. Una época de ordeno y mando y de «quien se mueve no sale en la foto», en la que no se lleva liderar equipos coordinadamente y usando el sentido común. Y eso vale tanto para el funcionamiento interno de los partidos, de cualquier índole (aunque en algunos mucho más que otros) como, sobre todo, para aquellos que quieren eliminar a cualquier formación política que no sea la propia. Es una forma de ver las cosas cada vez más alentada por los aires que llegan desde el otro lado del Atlántico, por la filosofía ‘Donroe’, ese híbrido de la doctrina Monroe, la de «América para los americanos», mezclada con las ocurrencias de Donald Trump y su «América para los norteamericanos. Y el resto del mundo... Ya vamos viendo». Pero el autoritarismo (que no es lo mismo que la autoridad) tiene un problema en sí mismo, que se rodea de tantos incapaces que al final todo el sistema se desploma. Y es que al menos que se trate de un genio muy preclaro y seguro de sí mismo, de los que salen cada varios siglos, tipo Julio César o Napoleón, todo líder autoritario termina encabezando un equipo de inútiles. Es casi por definición: la única forma de mantenerse en el poder es blindarse con el mayor número posible de aduladores y ‘vendemotos’ y eliminar del entorno cualquier destello de persona brillante (y hasta al propio individuo) para que nadie le haga sombra con su resplandor. Ni siquiera Alejandro, por muy Magno que fuera, quedó al margen de hacer alguna purga entre sus más queridos compañeros y seguidores. Así que ya me dirán de los dictadorzuelos, de izquierdas o de derechas, pagados de sí mismos pero que se intuyen en el fondo tan incompetentes como realmente son. Ya digo que tarde o temprano este modelo autoritario en la política y en las cosas cae por su propio peso, sobre todo por la rémora que supone una corte de inservibles. Lo que no deja de ser un triste consuelo, porque el colapso siempre llega tras mucho tiempo, cuando las consecuencias de las malas decisiones son irreversibles y el sufrimiento de los gobernados ya ha sido insoportable. Eso es lo que parece que enseña la Historia. Otra cosa es que aprendamos de ella.
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