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» Diario Cordoba
Fecha: 11/02/2025 09:50
Si algo ha sido característico de la Iglesia a lo largo de la historia es haber dado grandes nombres que han contribuido extraordinariamente a la cultura y han sido modelos de fe, véase, santa Teresa de Jesús, santa Hildegarda, san Juan Pablo II o santo Tomás de Aquino, por citar solo algunos. Pero lo que el común de los mortales no esperaba era que alguien, o una cultura concreta, fuese capaz de deconstruir figuras de santos y transformarlos en iconos de la cultura popular. El primero que hemos «sufrido» ha sido Papá Noel, un señor con cara entrañable que produce sonidos extraños manejando un trineo cargado de regalos. Una versión ‘cocacolizada’ de san Nicolás, obispo de Bari durante el siglo IV que hacía regalos a los niños pobres de su ciudad. El segundo es san Valentín, un santo conocido solo por lo que es hoy y no por lo que fue. El que desató diecisiete siglos después la oleada de corazones y cursiladas almibaradas. Pero este santo realmente no es uno, sino tres. Uno médico y sacerdote, más conocido por casar en secreto a soldados romanos durante el siglo III, y los otros dos obispos italianos. Por la religión se ha amado, gobernado y aniquilado. ¡Qué participios tan dispares! Últimamente vemos cómo se tergiversan los valores sobremanera y hasta los santos se vuelven productos de consumo. El problema no es el daño que pueda sufrir la religión y la fe de las personas por estas curiosas mutaciones, sino lo que se queda en el camino, es decir, lo que perdemos del modelo y ejemplo de vida que nos dieron estos santos y hoy ha quedado en las cunetas de la historia. Simplemente esta es la historia de San Valentín y Papá Noel, la historia de cómo dos santos de la Iglesia se han convertido, por arte de birlibirloque, en producto de consumo. Ante la presencia recalcitrante del señor de rojo debemos aferrarnos al antídoto, a su némesis, los Reyes Magos, que gracias a Dios siguen arraigando con fuerza, aunque se cambie la fecha de la cabalgata. Una año más veremos los escaparates recargados en rojo cabaret con regalos para san Valentín de todos los precios y tipologías. Un año más tendremos declaraciones de amor babosas, flechas y corazones. Un año más muchos seguiremos con nuestra insumisión, una insumisión que supone negarse a entrar en el círculo de una esclavitud hiperconsumista que banaliza algo tan grande como el amor. Amor, esa palabra, esa meta, ese sueño. Intercambiar regalos por moda es una aberración que despoja de la ilusión y la sorpresa que lleva implícita un regalo inesperado. Un regalo quizá inservible, sin coste económico; una simple hoja de ginkgo amarilla, seca y prensada o un beso sobre unas piedras en mitad de un arroyo que seguro recordarás siempre. *Profesor
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