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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 11/02/2025 09:23
Una postal actual del arroyo La Tigra, que corta al medio la localidad de Mar del Sud, un centro balneario bonaerense ubicado al sur de Miramar. En uno de sus márgenes, el cementerio que fue borrado del mapa Como si tuviera un magnetismo especial para atraer a los niños de todas las edades y las épocas, el arroyo La Tigra recibe año tras año la llegada de los más pequeños que suelen deambular por sus márgenes con redes y cañas mojarreras en busca de peces y cangrejos. El cauce amarronado incluso los invita a zambullirse en los piletones de aguas tranquilas que se forman en la playa principal de uno de los pueblos marítimos más despojados del sudeste bonaerense. El arroyo La Tigra fue testigo de la historia más antigua del lugar, fuente de recursos vitales para las culturas tehuelches y uno de los sitios arqueológicos que animó a Florentino Ameghino a elucubrar su precoz teoría sobre el origen del “hombre fósil” que conmocionó al mundo entero hacia finales del siglo XIX. En esos tiempos, y en ese mismo arroyo en el que Ameghino mandaba a desenterrar cráneos y huesos para reconstruir el origen de la Humanidad en Sudamérica, otras personas enterraban a sus seres más queridos, entre lamentos y oraciones pronunciadas en ídish. Cerca de la orilla sur de La Tigra, a doscientos metros del Hotel Boulevard Atlantic, en una barranca que hoy luce tapizada de hierba existe un cementerio sagrado que pocos conocen y del que nadie se anima a refutar su innegable existencia, aun cuando no haya referencias precisas que delimiten el terreno. En ese lugar, a metros de donde la gente pesca y chapotea con sus hijos, fueron sepultados veinticinco niños y un adulto, víctimas de una epidemia de tifus que se desató a finales de enero de 1892 y que se ensañó especialmente con los más pequeños de un contingente de judíos rusos que venía escapando de las persecuciones en Europa del Este, y que habían encontrado en la Argentina su “tierra soñada”, el lugar donde dejarían de ser tratados como ciudadanos de segunda. Así comienza la historia del misterioso e inexpugnable cementerio judío de Mar del Sud. El vapor Pampa llegó a Buenos Aires el 17 de diciembre de 1891 con un contingente de quinientos judíos perseguidos por los zares de Rusia *** El 17 de diciembre de 1891 llegó a Buenos Aires el vapor de bandera francesa Pampa, luego de una larga travesía que había comenzado en Estambul un mes antes. Ochocientos diecisiete inmigrantes arribaron al país tras las gestiones de Moritz von Hirsch auf Gereuth, el Barón Hirsch, quien había fundado la Jewish Colonization Association (JCA) con el objetivo filantrópico de torcer el miserable destino al que habían sido condenados los judíos rusos. El Barón les proporcionaría acceso a tierras agrarias a bajo precio y en cuotas para fundar las colonias judías en la provincia de Entre Ríos, pero la idea todavía estaba lejos de concretarse. “En el Hotel de Inmigrantes la situación es de enorme tensión, ya que los pampistas, como se los conoció después por haber venido en el vapor Pampa, reclaman las tierras y estas ni siquiera habían sido adquiridas”, apuntó el arquitecto Pablo Grigera, quien antes de su muerte dejó un documento con todos sus hallazgos escritos en coautoría con Graciela Rotman, investigadora argentina especializada en la colonización entrerriana. Rotman contó que parte del pasaje que llegó a bordo del Pampa a Buenos Aires se convertiría, tras una breve y trágica estadía en Mar del Sud, en la génesis de las primeras colonias judías agrícolas entrerrianas. “Pocas certezas hay sobre cómo llegó el ofrecimiento para que los pampistas vayan al Boulevard Atlantic Hotel de Mar del Sud, pero es cierto que los diarios a partir de 1891 publicaron avisos de venta y alquiler del edificio, lo que no debe haber pasado desapercibido en los representantes del Barón Hirsch”, escribió Grigera. El derrotero de los pampistas hacia las playas de la costa Atlántica es digno de un cuento de fantasías. Tres viejos libros, escritos por los mismos protagonistas, relatan las peripecias del viaje. La historia dice que un grupo de por lo menos quinientas judíos rusos aceptó la propuesta de trasladarse a Mar del Sud hasta que las tierras de Entre Ríos estuvieran disponibles. Esto implicaba un largo viaje, casi tan penoso como el anterior. Pero la otra opción no era, en definitiva, elegible, ya que implicaba quedarse mendigando por las calles de Buenos Aires, como retrataron después los diarios de la época respecto de los inmigrantes que habían quedado varados en el hotel. El mapa de la región según el Instituto Geográfico Nacional de 1936 Así fue como, a finales de diciembre de 1891, una formación del tren Ferrocarril del Sud, impulsada por una locomotora inglesa Beyer Peacock partió desde Constitución y llegó, al cabo de doce horas, a la estación Mar del Plata. Faltaban todavía setenta kilómetros para llegar a Mar del Sud y la única manera de hacerlo era en carruajes. Alquilar el hotel Boulevard Atlantic a los pampistas habrá sido buen negocio para Carlos Schweitzer -el dueño del hotel, que se suicidará a los pocos meses-, ya que esto le permitía establecer contactos con los delegados de un hombre de la importancia económica del Barón Hirsch, tal como contó Grigera. Para entender quién era Hirsch no hace falta más que recurrir al libro de Javier Sinay, Los crímenes de Moisés Ville, una historia de gauchos y judíos. El autor cuenta que el filántropo lo tenía todo, pero había perdido lo que más amaba: “Su primera hija murió a poco de nacer; su segundo hijo, Lucien Jacob Moritz, se fue con una pulmonía antes de cumplir los treinta años. El hombre cayó entonces en una profunda depresión de la que solo pudo salir con una decisión: sin descendencia, legaría su herencia al pueblo judío”. “Cuando aquella impresionante caravana de sesenta carretas guiada cada una por dos carreros y acompañada por una tropa de jinetes montados en caballos de los más variados pelos se detuvo frente al rojo edificio del Boulevard Atlántico, en la solitaria localidad atlántica de Mar del Sud, a 75 kilómetros de Mar del Plata, los inmigrantes, levantando sus miradas al cielo, agradecieron a Dios por su misericordia para con ellos y con sus hijos, mientras fluían lágrimas de alegría de sus ojos”, escribió un descendiente directo de pampistas, José Libermann, en Tierra soñada, un libro sobre la inmigración judía en la Argentina. Si bien algunos -particularmente los solteros- se alojaron fuera del hotel, se cree que el número real que se trasladó a Mar del Sud fue cercano a las quinientas personas, ya que hubo más de doscientos del grupo original que solicitaron su regreso a Europa. Hubo otros que permanecieron en Buenos Aires aquejados por distintas dolencias, así como es probable también que un grupo haya sido enviado a Moisés Ville, según anotó Grigera en una de sus ponencias sobre el tema. Un cráneo humano encontrado en el arroyo La Tigre se exhibe en el Museo de Miramar Una vez establecidos los pampistas en el flamante hotel Boulevard Atlántico, los más jóvenes se agenciaron una red para pescar. “Al poco tiempo abastecíamos al hotel de corvinas, pescadillas y palometas”, detalló el lituano Enrique Dickman, quien más tarde se convertiría en un eminente médico y político argentino. Cuentan que cuando el joven Dickman desembarcó en Buenos Aires, aquel 17 de diciembre de 1891, lo hizo descalzo. Pero, a poco de haber llegado a la tierra soñada, la tragedia volvería a golpear a los pampistas. El 12 de enero de 1892, una tormenta furiosa azotó al pequeño paraje de Mar del Sud, los arroyos La Tigra y La Carolina se desbordaron y las calles se inundaron. Aislados de toda urbanización, la situación era desesperante. “El hotel sufrió serios daños, entre los que se contaron el derrumbe de una pared, resultando heridos varios inmigrantes que fueron trasladados rápidamente al hospital de Mar del Plata”, consignó Patricia Flier en su Historia de la colonización judía agraria en Entre Ríos. Pero los padecimientos recién empezaban. Hacia finales de enero de ese año, un brote de tifus se ensañó con los pampistas. La enfermedad infecciosa, transmitida por piojos o pulgas, atacó a los más chicos y, como había sucedido en Moisés Ville dos años atrás, la fiebre y los escalofríos se apoderaron de los pequeños hasta quitarles el último aliento. La investigación del periodista Facundo Di Genova fue publicada en su libro “En el lejano Sudeste” *** Algunas décadas después, entre finales de los años 30 y principios de los 40, los niños del pueblo solían ir a ese lugar del arroyo La Tigra sin saber que se trataba de un sitio sagrado, por más que vieran pequeños túmulos de material con azulejos escondidos entre las pasturas. Sentían una atracción difícil de explicar. “Sintiéndonos un poco dueños de la naturaleza, entre diversión y aventuras, descubrimos huesos humanos en los campos frente al arroyo La Tigra”, contó Osvaldo Aramendi, uno de los primeros veraneantes en construir su casa en el pueblo y quien consignó, en su libro Mar del Sud, historia y vivencias, haber encontrado los restos de aquellas personas sepultadas en 1892, en la margen sur del arroyo La Tigra. “Hipólito Sánchez, que tenía la ferretería La Canoa, muy cerca del cementerio, solía decirme que cada tanto aparecía algún hueso en la orilla del arroyo”, cuenta Gloria Williams de Padilla, una vecina histórica. Laureano Clavero brinda todavía más precisiones. El investigador encontró en la historia de Antonio Actiz, un ingeniero italiano que peleó en el levantamiento de los Boxers en China en 1899, más detalles sobre el cementerio de niños a un costado del arroyo. En los años 30, Actiz solía recolectar escombros del camposanto para construir su casa, iba al lugar y sacaba el material que podía servirle. “Hay un banquito de piedra que fue construido con materiales del cementerio judío”, revela. Mariano Magnussen Saffer, del laboratorio de Paleontología del Museo de Ciencias Naturales de Miramar, confirma las presunciones: el cementerio existe, tiene que estar en algún lugar pero, hasta ahora, no se sabe, con precisión, dónde está ubicado. Como si todas las referencias geográficas hubieran sido borradas adrede. Tampoco se encontró documentación de la recuperación de los restos. “Busco huesos desde los doce años y fui varias veces a la zona, y nunca encontré nada, ni siquiera las depresiones en el terreno que son indicios de enterratorios, pero eso no quiere decir que no exista; los movimientos de arena y la modificación del cauce del arroyo pudieron haber ocultado su rastro”, explica Magnussen quien, con cada desborde del arroyo, después de las grandes tormentas, acude al lugar con la esperanza de realizar un hallazgo que confirme el sitio exacto donde fueron enterrados los niños muertos por tifus. De espaldas al mar, de frente a la desembocadura del arroyo La Tigra en Mar del Sud. Sobre la ribera izquierda, cerca de la primera palmera, la ubicación del cementerio que fue borrado del mapa Un rumor en el pueblo, que se transmite de boca en boca desde hace al menos cuatro décadas, sostiene que el cementerio nunca existió y que se trata de cuentos fantasiosos. Otro rumor, nunca del todo claro, sostiene que “una comisión de judíos” fue hasta el camposanto del arroyo La Tigra, retiró todos los huesos de los veinticinco niños y un adulto y se los llevó a un osario en Miramar o Mar del Plata. “Pero esto es imposible -señala Rotman, coautora del trabajo sobre los pampistas junto con Grigera-. En la tradición judía, los cementerios son sitios sagrados que deben permanecer inalterados en el tiempo, por lo que está prohibido el desentierro de un muerto”. Cierto es que, en 1954, un grupo de judíos eminentes integrado por los doctores Mario Schteingart, José Lieberman, Adolfo J. Rubinstein, A. Schavelzon y el ingeniero David Sevi visitó Mar del Sud. Recorrieron la villa de Boulevard Atlántico y visitaron el cementerio, documentó José Liberman en el Colono Cooperador. Sin embargo, señala Rotman, no se conoce con certeza si esta delegación avanzó en la gestión para demarcar el sitio ante la Municipalidad de General Alvarado. Recién en la década del ochenta se construyó un monolito en recuerdo de los judíos rusos que poblaron Mar del Sud al final del siglo XIX. Ese monolito, ubicado en la plaza principal del pueblo, fue vandalizado varias veces. Su placa de bronce debió ser retirada y permanece en Miramar, a 17 kilómetros del lugar, bien custodiada. Paradojas de la historia argentina: el pueblo y el hotel Boulevard Atlantic donde vivieron durante un verano los pampistas, los judíos rusos perseguidos por el Zar y los gauchos judíos que hicieron la colonización agraria de la Argentina a finales del siglo XIX, fue utilizado como cabecera de playa, algunos años más tarde, por colaboracionistas del servicio secreto nazi. Un paisaje actual de la localidad balnearia Mar del Sud, donde hace un siglo sus habitantes buscan las huellas de un cementerio, una de las razones por las cuales Miramar es la ciudad elegida por la comunidad judía argentina, según la hipótesis de la investigadora Graciela Rotman Ellos hicieron base en las afueras del pueblo, compraron estancias y terrenos baldíos que adoptaron como base de operaciones para facilitar el desembarco de drogas y diamantes a bordo de veleros y submarinos de la Marina de Guerra de Alemania (Kriegsmarine), frente a las desiertas playas de El Remanso y Rocas Negras, antes de que se rindieran en Mar del Plata como finamente sucedió. El estanciero y espía alemán Karl Gustav Einckenberg fue uno de los colaboracionistas más famosos del pueblo. Solía tomar café mejorado con algunas gotas de whisky en el lobby del hotel Boulevard Atlántico. Lo acompañaban otros contactos, miembros del espionaje del Tercer Reich en Sudamérica y cuadros dirigentes del partido Nazi Argentino, entre otros fervientes nacionalsocialistas. Durante las tardes heladas de aquel invierno donde nevó fuerte por todo el lejano Sudeste, los espías planeaban la bienvenida de sus alte kameraden (viejos camaradas) llegados del océano. La toma del pueblo por parte del espionaje alemán de mediados del siglo pasado quizá sea una de las razones, junto a los movimientos de arena y a las transformaciones en el cauce del arroyo La Tigra, por las que han desaparecido todas las referencias del cementerio judío de Mar del Sud.
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