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» Diario Cordoba
Fecha: 10/02/2025 20:32
Cuenta un colega de la policía Elena Tejada que soñar era el mayor de sus temores durante la más dura de las misiones que se le han encargado. Soñar es peligroso cuando se está viviendo otra vida. Y esa era la situación, concretamente, en la que se encontró entre septiembre de 1992 y marzo de 1999 la mujer cuyo trabajo recuerda ahora la película ‘La Infiltrada’, ganadora de varios premios Goya y del principal en el mundo del cine: un primer puesto en la taquilla (más de ocho millones). La anécdota es significativa en el Cuerpo Nacional de Policía, donde la agente Tejada -hoy supuestamente en el extranjero- es admirada no solo por el valor que demostró, también por su modestia. Se trata de un miedo propio de cualquier infiltrado: quedarse dormida cada noche implicaba para Tejada el riesgo de que hablara en sueños, dijera algo que hiciera sospechar a sus dos compañeros de piso franco en San Sebastián y “le picaran el billete antes de tiempo”, explica otro veterano agente. A Elena Tejada, la policía a la que encarna la actriz Carolina Yuste, le pudieron picar el billete durante los seis años y cinco meses, 2.340 días con sus noches, en que estuvo infiltrada en ETA, en una labor que llevó al Estado a no caer en una tregua falsa de la banda en 1998 y a detener a los integrantes de un talde temible: el comando Donosti. Objetora La agente Tejada no franqueó de primeras las puertas de la banda, como ya nadie supone. Hubo antes un concienzudo trabajo de edificación de un cimiento biográfico, una implicación planeada, en las filas del Movimiento de Objeción de Conciencia (MOC) en Logroño, su ciudad. El comisario F. S. la había seleccionado entre otros once candidatos. Debían ser muy jóvenes. Por eso la cantera fue la academia de la Policía en Ávila, de donde Tejada salió para su complicadísima misión. Fuera del País Vasco, en los años 80 manaba una corriente de simpatía hacia el independentismo radical vasco desde la extrema izquierda y desde rincones del ecologismo y otras plataformas activistas o soberanistas. El MOC era uno de esos espacios de ósmosis con la izquierda abertzale, y por ahí se coló la agente Tejada. En 1992 era, supuestamente, una chavala de Logroño trasladada a San Sebastián, de nombre Aránzazu Berradre Marín, de 22 años de edad, colaboradora de objetores de conciencia y entidades antimilitaristas, anticapitalistas e internacionalistas, algo tirada, exponente de la clase obrera que se empleaba en trabajos ocasionales como el de empleada en una carnicería, frecuentadora de txoznas y garitos de la juventud "alegre y combativa" -Herri Batasuna dixit- del casco viejo de la capital guipuzcona donde fue conociendo gente y permeando el mundilllo abertzale. Pequeña escolta Cuando el etarra Kepa Etxebarria Sagarzazu la captó como ayudante , el perfil de Elena/Aránzazu podía pasar cualquier revisión que ETA quisiera hacer de su pasado. Ha trascendido estos días que durante su convivencia con Etxebarria no estuvo del todo sola, que una docena de policías vigilaban de continuo el piso franco en el que cada noche temía dormirse la infiltrada, sin que ella supiera de su existencia. El número de los custodios fue menor en muchas ocasiones, indican a este diario fuentes policiales. No contó además con cobertura del CESID (el CNI de la época) porque los cuerpos policiales no compartían con nadie -como tampoco el servicio secreto- la identidad de sus infiltrados, por pura exigencia básica de seguridad. Solo 15 personas en la Policía conocían la labor que estaba realizando, y solo dos sabían de esa labor en toda su dimensión. Uno, claro, era el comisario, el jefe con quien se veía la agente discretamente, como cuenta la película, cuya trama multiplica su tensión narrativa en los momentos en que Arantxa/Elena convive en un piso franco con los etarras Kepa Etxebarria y Sergio Polo. No obstante, no todo lo que se ve en la pantalla, especialmente detalles íntimos, ha de responder a la realidad. “No olvidemos que es ficción, no un documental”, recuerda un compañero de la infiltrada. Elena Tejada tuvo conocimiento del proyecto cinematográfico, se le dio a conocer la trama, un resumen amplio del primer guión de la película. La Policía ha limitado su implicación en esta producción a la asesoría en cuestiones de imagen corporativa y derechos relacionados, pero han sido policías jubilados, tres, los que han llevado el peso de una asesoría no oficial, además de un periodista veterano, con memoria de la lucha antiterrorista anotada en sus libretas. Asesinatos Entre septiembre de 1992 y marzo de 1999, las fechas en las que la infiltrada estuvo actuando, ETA mató a 64 personas, entre ellas, el concejal donostiarra del PP Gregorio Ordóñez, cuyo asesinato hace 30 años, recordado en la película, se ha rememorado con homenajes este mes de enero. Una de las víctimas del periodo, asesinada con especial crueldad, fue el comandante del Ejército de Tierra Luciano Cortizo, al que, en diciembre de 1995, fue a buscar en León el etarra Sergio Polo Escobes. Una sentencia de la Audiencia Nacional acredita que Polo le siguió y vigiló durante días, entró en su coche la noche del 21 de diciembre -a cuatro días de la Navidad- y depositó bajo el asiento del conductor una bomba lapa que lo destrozó a la mañana siguiente, e hirió gravemente a la hija del militar, de 18 años, y a varios transeúntes. En el listado de muertos de ETA de la época pudo entrar también el funcionario de la prisión de Martutene Juan José Baeza, a quien Etxebarria, con otro etarra, siguió en el polígono de Olibén de Rentería en abril de 1997. Le disparó una vez, pero el funcionario, mosquedado por la cercanía de dos jóvenes, se movió y el tiro solo le alcanzó en el cuello. Echevarría le disparó cinco veces más sin alcanzarlo mientras la víctima se le escapaba corriendo. Varias sentencias judiciales mantienen que Echevarría y Polo recibían órdenes de Maía Soledad Iparraguirre, ‘Anboto', dirigente de ETA en una fase muy dura de los llamados “años de plomo”. Etxebarria dejó su domicilio y se escondió en un piso franco en 1997, tras el atentado contra el funcionario penitenciario. Luego vendría Polo. En 1999 le cayó a Etxebarria una condena de 36 años. Tras cumplir 20, fue excarcelado el 8 de marzo de 1999. Sergio Polo fue condenado a 110 años de prisión el 20 de marzo de 2018, por el asesinato del comandante Cortizo. Hace nueve días, el pasado 1 de febrero, se conoció su paso a tercer grado. Ya solo va a dormir al centro penitenciario de Basauri. “Traidora” No ha trascendido un recuento total de las vidas que salvó la infiltrada señalando etarras y desvelando planes. Sí se sabe del principal efecto político de su trabajo: en 1998, cuando ETA trataba de seducir al gobierno Aznar con una tregua, ella informaba a su jefe de que el comando Donosti había colocado en su diana a dos jueces y un concejal del PP. La caída de José Javier Arizkuren Ruiz, Kantauri, uno de los comandantes más sanguinarios de ETA, en marzo de 1999, llevó a Etxebarria y a Polo a querer huir de España. Elena Tejada fue quien les acercó en coche hasta la estación del Norte de San Sebastián el día 8. Y allí les esperaba la Policía. Desarticulado el comando Donosti, y pese a un intento de la infiltrada de disimular, ETA pasó de confiar a desconfiar, y después a difundir su foto con la palabra “traidora”, y a perseguirla, ya que no a ella, que se esfumó, a su familia, en la que hay otro policía nacional. Van a cumplirse 25 años de aquella jornada de marzo en que, tras un tiroteo en la estación, cayó un comando clave. Y todavía hoy la infiltrada, su paradero, su identidad actual y sus circunstancias son un secreto que guarda celosamente la Policía. ETA no existe, pero, recuerda uno de sus compañeros, a quien inquieta el eco enorme de la película, “la amenaza para ella no desaparece”.
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