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» Diario Cordoba
Fecha: 10/02/2025 07:39
Van desfilando hacia el más allá personas y personajes de un imaginario doméstico y colectivo que parecían inmortales en la foto fija del pasado. Me refiero a Brian Murphy, el señor Roper, fallecido a los 92 años, el actor que se puso en la piel de George, el cascarrabias con cara de hurón, en un par de series británicas junto con Mildred, su esposa en la ficción (la actriz Yootha Joyce). Televisión Española emitió Un hombre en casa (Man about the house) y luego Los Roper (George and Mildred) entre 1978 y 1981, unos años de tralla en los que cupo de todo: el destape, el 23-F, el escándalo por el aceite de colza, la aprobación del divorcio, el indulto de El Lute y la vuelta a casa del Guernica. George y Mildred pusieron risas -también enlatadas- a un tiempo que fue muy difícil y a la vez más simple. O lo parecía. Vistos ahora, quizá los gags de aquel matrimonio cincuentón siempre a la greña suscitan más ternura que carcajadas: -George, ¿jugamos al parchís o vamos a la cama tempranito? -Buena idea, Mildred; juguemos al parchís. La nula vida sexual de la pareja constituía uno de los ejes más chistosos de la serie. Otro pasaba por la fricción entre los jóvenes convecinos y el matrimonio Roper, perteneciente a la generación anterior, más rígida, hija de la posguerra. Y el tercer puntal cómico era el dinero o, mejor dicho, su falta. Mildred y George querían cosas distintas: ella aspiraba a subir algún peldaño en la escala social, mientras que él insistía en mantenerse fiel a sus raíces obreras, aunque en verdad era un vago de siete suelas; le bastaba con la tele, las carreras de caballos y una pinta de cerveza negra. Las comedias de situación en Gran Bretaña durante las décadas de 1970 y 1980 -la etapa Margaret Thatcher, en buena parte- fueron una respuesta a los desafíos económicos y a los drásticos cambios en la fuerza laboral. En España, Los Roper fue un exitazo durante la primera emisión por parecidas razones, por el sobreesfuerzo de los trabajadores para hacerse un hueco entre las clases medias. Pero pasaron los años y se encadenaron los desencantos, ay. Es muy probable que George, un perdedor, y Mildred hubiesen aplaudido la salida del Reino Unido de la Unión Europea, un cataclismo histórico del que acaban de cumplirse cinco años. El 51,9% de los británicos votó a favor del Brexit en el referéndum de 2016, confiando en que se frenaría la inmigración y en que la economía mejoraría, liberada de los «burócratas» de Bruselas. No se han cumplido las expectativas, más bien al contrario. Según las últimas encuestas, el 55% de los británicos cree ahora que hicieron mal en salirse de la UE y una de cada seis personas que votaron a favor del divorcio considera que fue un error. La campaña, plagada de mentiras y medias verdades, hizo creer en el espejismo, en el amanecer de una nueva era, decía Boris Johnson. El Brexit fue el primer ejemplo de cómo la manipulación de los miedos de las clases medias, el populismo más radical y las redes sociales pueden llevar a un país a pegarse un tiro en el pie. *Periodista y escritora
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