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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 10/02/2025 05:28
El asteroide 2024 YR4, descubierto en 2024, mantiene en alerta a la comunidad científica por su leve posibilidad de impacto con la Tierra en 2032. (Crédito: X / @esa) El 27 de diciembre de 2024, el telescopio ATLAS, ubicado en Río Hurtado, Chile, detectó un nuevo objeto en el cielo: el asteroide 2024 YR4. Este cuerpo, de entre 40 y 90 metros de diámetro, fue descubierto tras un acercamiento cercano a la Tierra que lo hizo lo suficientemente brillante para ser identificado. Según el análisis del Centro para Estudios de Objetos Cercanos a la Tierra (CNEOS) de la NASA, existe una probabilidad superior al 1 % de que impacte contra la Tierra el 22 de diciembre de 2032, lo que lo ubica en el nivel 3 de la escala de Turín, un indicador que mide el riesgo de colisión de objetos espaciales y que rara vez alcanza valores tan altos para asteroides de este tamaño. Si bien la posibilidad de que ocurra un impacto es reducida —hay un 99 % de probabilidades de que no suceda—, el asteroide ha superado el umbral que obliga a emitir notificaciones oficiales a agencias internacionales. La NASA ha informado del caso a organizaciones como el Grupo Asesor para la Planificación de Misiones Espaciales y la Oficina de Asuntos del Espacio Ultraterrestre de la ONU. El seguimiento constante responde a la necesidad de afinar los cálculos orbitales: con cada nueva observación, se reduce la incertidumbre sobre su trayectoria, lo que permitirá confirmar si el escenario de impacto puede descartarse o si, por el contrario, la probabilidad aumenta. Órbita del asteroide 2024 YR4 Escombros del sistema solar Los asteroides son cuerpos rocosos o metálicos que orbitan alrededor del Sol. Se formaron hace más de 4.500 millones de años, durante el proceso de creación del sistema solar, a partir de los restos que no llegaron a integrarse en planetas. La mayoría de ellos se concentra en el cinturón de asteroides, conocido como el cinturón principal, una región ubicada entre Marte y Júpiter, donde la fuerte influencia gravitacional de este último impidió que los fragmentos se fusionaran en un cuerpo de mayor tamaño. Estos objetos varían en tamaño desde unos pocos metros hasta varios cientos de kilómetros de diámetro. Su movimiento está determinado por la gravedad del Sol y de los planetas cercanos, aunque su órbita puede alterarse debido a colisiones, perturbaciones gravitacionales o fenómenos como el efecto Yarkovsky, un cambio gradual en su trayectoria causado por la forma en que emiten el calor absorbido del Sol. Más allá del cinturón principal, el sistema solar alberga otras regiones donde se encuentran cuerpos similares. Una de ellas es la nube de Oort, una vasta esfera de objetos helados que rodea el sistema solar a una distancia extrema, mucho más allá de Plutón. Se cree que se extiende desde unas 2.000 hasta 100.000 unidades astronómicas del Sol (una unidad astronómica es la distancia promedio entre la Tierra y el Sol), y que es el origen de muchos cometas de largo período, aunque su existencia aún no ha sido confirmada de forma directa. Cada año, miles de pequeños fragmentos, desde partículas del tamaño de un grano de arena hasta rocas de varios metros, ingresan en la atmósfera terrestre. La mayoría se desintegra por la fricción, generando destellos luminosos conocidos como meteoros, popularmente llamados “estrellas fugaces”. Cuando un fragmento sobrevive al paso por la atmósfera y llega a la superficie de la Tierra, recibe el nombre de meteorito. Son fragmentos del pasado remoto del sistema solar, mensajeros que transportan pistas sobre el origen de la vida y la evolución de la Tierra. Su estudio permite no solo evaluar los riesgos que representan, sino también comprender cómo han influido en la historia geológica y biológica del planeta. Vista del asteroide 2024 YR4 Impactos que cambiaron la historia Desde el origen del sistema solar, los asteroides han desempeñado un papel fundamental en la historia de la Tierra. Su impacto no se limita a la posibilidad de colisiones catastróficas; se cree que han influido en la formación del planeta, la aparición del agua y, posiblemente, en el origen de la vida. Incluso la literatura y el cine han encontrado en estos cuerpos celestes una fuente de inspiración para la ciencia ficción. Obras como El martillo de Lucifer de Larry Niven y Jerry Pournelle, o películas ya clásicas como Armageddon y Deep Impact, exploran escenarios en los que la humanidad enfrenta la amenaza de un impacto inminente, reflejando tanto fascinación como temor por estos fragmentos del espacio. Una de las teorías más aceptadas sostiene que los asteroides y cometas fueron clave para el aporte de agua en la Tierra primitiva. Hace unos 4.000 millones de años, el planeta era un entorno hostil, caracterizado por intensos bombardeos de cuerpos celestes. Muchos de estos objetos contenían hielo y compuestos volátiles. Al impactar, liberaron vapor de agua que, al enfriarse, contribuyó a formar océanos. Las misiones espaciales han reforzado esta hipótesis: por ejemplo, la sonda Rosetta detectó agua en el cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko, mientras que las muestras del asteroide Ryugu, traídas por la sonda japonesa Hayabusa2, confirmaron la presencia de minerales hidratados y compuestos orgánicos. Otra teoría relevante en el estudio de la evolución de la Tierra es la que vincula la extinción masiva del Cretácico-Paleógeno, hace 66 millones de años, con el impacto de un asteroide de unos 10 kilómetros de diámetro. Según esta hipótesis, el choque habría ocurrido en la actual península de Yucatán, en México, creando el cráter de Chicxulub. La energía liberada habría provocado incendios globales, tsunamis y una nube de polvo que bloqueó la luz solar durante meses, alterando el clima y generando un “invierno de impacto”. Este fenómeno se asocia con la desaparición de aproximadamente el 75% de las especies, incluidos los dinosaurios. Si bien la evidencia geológica y paleontológica respalda esta teoría, aún se investigan otros factores que podrían haber contribuido a la extinción, como el vulcanismo masivo en la región de los traps del Decán, en la actual India. Una hipótesis aún más audaz es la de la panspermia, que sugiere que la vida podría haberse originado fuera de la Tierra y haber llegado a nuestro planeta transportada por asteroides o cometas. Esta idea se basa en el hallazgo de aminoácidos y otros compuestos orgánicos en meteoritos caídos en la Tierra, así como en muestras recolectadas en misiones espaciales. Aunque no hay pruebas concluyentes, la posibilidad de que los “ladrillos” de la vida sean de origen extraterrestre expande nuestra comprensión del universo y del lugar que ocupa la Tierra en él. El estudio de los asteroides ofrece una oportunidad valiosa para acercar la ciencia a las aulas de forma interdisciplinaria. (Imagen ilustrativa Infobae) Estrategias educativas para hablar de asteroides El estudio de los asteroides ofrece una oportunidad valiosa para acercar la ciencia a las aulas de forma interdisciplinaria. Estos cuerpos celestes permiten conectar conceptos de astronomía, física, geología, biología e incluso historia, despertando la curiosidad de estudiantes de diferentes niveles educativos. El análisis de noticias científicas actuales, como el caso del asteroide 2024 YR4, ofrece un contexto real para debatir sobre la gestión de riesgos globales, la cooperación internacional en defensa planetaria y el papel de la ciencia en la toma de decisiones. Son debates que promueven el pensamiento crítico y la alfabetización científica, habilidades clave en la educación contemporánea. Una de las estrategias más efectivas es el uso de simulaciones y modelos interactivos. Herramientas digitales permiten recrear el impacto de asteroides sobre la Tierra, analizar trayectorias orbitales y calcular la energía liberada en una colisión según el tamaño, la velocidad y el ángulo de entrada del objeto. El análisis de cráteres de impacto en la Tierra, como el de Chicxulub en México o el de Vredefort en Sudáfrica, permite trabajar con evidencias geológicas concretas. A través de imágenes satelitales, estudios de campo o experimentos en el aula que simulan la formación de cráteres, se pueden explorar procesos de impacto a diferentes escalas. Incorporar el estudio de meteoritos reales o réplicas también resulta enriquecedor. Observar su composición, estructura y origen despierta el interés por la mineralogía y la química, además de generar un vínculo directo con el espacio. Museos de ciencias, planetarios y laboratorios especializados suelen ofrecer recursos y muestras que complementan la experiencia educativa. Los proyectos de observación astronómica son otra vía para acercar a los estudiantes al tema. El uso de telescopios, incluso a través de plataformas en línea que permiten acceder a observatorios remotos, facilita la observación de asteroides cercanos a la Tierra.
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