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    Concordia » El Heraldo

    Fecha: 08/02/2025 11:10

    El gobierno de Milei, dicen que imitando a Trump, decidió retirarse de la Organización mundial de la salud. No creo que sea, como lo dicen graciosamente, de una imitación al estilo “yo hago ravioles, ella hace ravioles” de la desopilante “Esperando la carroza”, sino algo más serio, creo que se trata, este gobierno, de una delegación que representa los intereses ajenos, extranjeros, del Imperio. Se trata, como quedó expresado en la marcha antifascista y antirracista del sábado pasado, de un gobierno fascista, tal como lo expresa Rocco Carbone, fascismo como una herramienta del capitalismo en crisis, para que los trabajadores sean quienes paguen la misma. En el caso de la marcha del orgullo, ni siquiera la registró, porque no son los intereses del pueblo los que representa, no le importa, sino que estigmatiza, persigue, ataca y crea enemigos para justificar el saqueo y el ajuste, eso es también, fascismo. Ahora, con argumentos absurdos, se desafilia de la OMS, institución nacida en la posguerra, como organismo de la O.N.U., en el contexto de la guerra fría. En 1948 este organismo definió la salud como un “estado de bienestar” bio-psico-social y no solo ausencia de enfermedad. El concepto refleja un momento en el que Occidente promovía los Estados sociales, llamados también curiosamente, “ Estados de Bienestar”, como aquellos orientados a equilibrar el abismo que se abría entre Capital y trabajo, como defensa del Capitalismo, ya que esas desigualdades, podía tentar movimientos revolucionarios. De ese modo, los Estados de bienestar, debían garantizar los derechos humanos y sociales, entre ellos a la salud. De allí que la definición tenga vigencia, al menos en el imaginario y las aspiraciones colectivas de la salud como un derecho que debe ser garantizado por el Estado. Habría que agregar que ese estado de bienestar bio-psico-social (incluyendo el cuidado del medio ambiente), no es un estado individual, sino una búsqueda colectiva. No puede haber salud (física, mental y social, porque el hombre es un todo), en sociedades violentas, antidemocráticas, autoritarias, injustas, desiguales, en aquellas en las que las necesidades humanas estén postergadas, al punto de la miseria y el hambre. Porque ese estado de bienestar colectivo puede solo lograrse a través de la satisfacción de las necesidades humanas universales: subsistencia, protección, afecto, entendimiento, participación, ocio, creación, identidad, libertad, tal como los propuso Max Neef, quien evaluaba la salud de una población de acuerdo al modo en que satisfacía estas necesidades. Llamó satisfactores a los distintos modos de gratificarlas. Hay satisfactores sinérgicos (que cumplen con varias necesidades a la vez), como el trabajo digno que satisface subsistencia, protección, afecto, identidad, creación, libertad, la lactancia materna, la Medicina preventiva, etc., es decir aquellos que promueven la salud y el bienestar colectivo, y hay seudosatisfactores, aquellos que destruyen la satisfacción de necesidades, por ejemplo, la explotación laboral, la incentivación del consumo como sinónimo de felicidad, el mercado de la salud, economías financieras y destrucción de la producción y el trabajo etc. De este modo, desde aquella definición establecida por la OMS, existen dos tendencias contrapuestas en la comprensión de la salud: aquella que lo entiende como un derecho garantizado por el Estado de Bienestar, o como una mercancía cuya lógica es la oferta y la demanda. Esta última dimensión es la que predomina en el Capitalismo. De ese modo, cada cual tiene la salud que pueda pagar. Este concepto ha encontrado un extremo en el Presidente-Delegado, quien ha postulado la idea de la libertad enlazada al Darwinismo social, es decir, a la lucha por la vida, en la cual el más fuerte sobrevive, y el más débil perece. Esa libertad que vocifera significa que considera racional que un ser humano tenga que optar entre un trabajo esclavo o morir de hambre, lo ha dicho con todas las letras. O la libertad de suicidarse o drogarse, pero no hacerlo a cuenta del Estado, también lo ha dicho. Y lo materializa con políticas de destrucción de los enfermos terminales a quienes ha privado de los medicamentos que necesitaban, de los jubilados a quienes hambrea y quita los subsidios para los remedios, a los que además reprime cruel y cobardemente cuando se manifiestan, a los trabajadores que no llegan a fin de mes, a los comedores de los pobres a quienes ha impedido el acceso a los alimentos retenidos en depósitos, al tendal de desocupados que van cayendo de los despidos de las instituciones públicas como de las empresas que quiebran día a día entre otros. En ese sentido el gobierno mismo constituye una grave enfermedad que corroe las posibilidades de vida y desarrollo de las personas e instala una cultura de la mortificación cuyos “principios”, lo constituye la maldad y el goce cruel en el sufrimiento del Otro. En ese sentido debemos curarnos a través del escándalo, como rasgo de salud mental, (no naturalizar por ejemplo la represión a los jubilados), la resistencia, la unidad y la lucha, para volver, no solo a la Organización Mundial de la salud, también a recuperar la Justicia social, la soberanía política y la independencia económica, es decir, la felicidad de nuestro pueblo.

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