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Concepcion del Uruguay » La Calle
Fecha: 04/02/2025 10:31
Este caso fue conocido a nivel provincial como “el homicidio de Mansilla”, en referencia al lugar donde se produjo. El 24 de septiembre del año 2013, en la localidad de Gobernador Mansilla, departamento Tala, un homicidio que tuvo como protagonistas a dos hombres. El autor del hecho estaba en pareja con la mujer que había sido esposa de la víctima. Horacio Fernández, de profesión camionero, llegó ante el tribunal que lo juzgó en Concepción del Uruguay en el año 2016, acusado de homicidio simple. Según sus declaraciones, la víctima, Luis Antonio Bernardt, solía amenazarlo e incluso golpearlo cuando se cruzaba con él, valiéndose de su superioridad física. Al exponer acerca del hecho, Fernández manifestó que él acababa de llegar a la playa de estacionamiento y se encontraba en el proceso de desenganchar la lanza, cuando fue agredido por Bernardt en el predio ubicado en una zona descampada. “Eran cerca de las 23:00Hs. y cuando estaba tirando de la lanza -dijo-, fui tomado desprevenido por Bernardt. Traté de subir a la cabina, pero él me bajó, repetí la maniobra y me volvió a agarrar. Alcancé a tomar un cuchillo que tenía en la cabina y cuando él me volvió a bajar y a apretarme, lo pinché. Él se separó un momento cuando me volvió a abrazar me quedó la mano armada libre y lo volví a pinchar. Había poca luz en el lugar, es casi un descampado. Él me soltó y se fue en bicicleta. Yo volví a subir al camión y me fui también”. Fernández se dirigió a la comisaría y contó que había sido agredido por Bernardt y que él le había “tirado dos o tres puntazos” pero que ignoraba si lo había cortado a no. Trascendió en el juicio que antes de este hecho, había habido una denuncia de Fernández en contra de Bernardt por amenazas y lesiones. Este último había lesionado en la cara a Fernández y lo había amenazado. Tras el hecho, Fernández presentaba una herida cortante en la cabeza, presuntamente asestada con un elemento cortante. Estando Fernández en la comisaría haciendo su exposición, la policía recibió el alerta del ingreso del herido Bernardt, en estado de coma con dos heridas graves del lado izquierdo: una en el abdomen que le lesionó los intestinos y otra a la altura del corazón que perforó el cartílago y penetró en el órgano vital. Un vecino había encontrado al herido tirado en calles Beiró y San Martín y pidió ayuda. Llegó al hospital con vida, pero falleció alrededor de 15 0 20 minutos después. Se comprobó que tenía 0,85 de alcohol por litro de sangre, por lo que se encontraba en un primer grado de ebriedad, un estado que suscita el descontrol de las inhibiciones y en el que suele aflorar la personalidad, según los expertos. “Fue el Pícaro” Quien encontró al malherido, un hombre de apellido Osmeki, declaró que halló a Bernardt alrededor de las 23:15Hs. y que alcanzó a decirle que lo había herido el “Pícaro”. Por ese apodo conocían a Fernández, ya que integraba un grupo musical denominado “Los pícaros de la cumbia”, que actuaba en bailes de la zona. Osmeki manifestó que Bernardt era un hombre normal, no violento. Sin embargo, otro testigo describió a Bernardt como agresivo, que vivía alcoholizado y que a él llegó a decirle que iba a golpear a Fernández. Este mismo testigo de apellido Heit relató que cierta vez que, cuando estaban por ir a un baile con el grupo para actuar, pasó Bernardt y amenazó a Fernández y éste ya no quiso ir. El testigo aseveró en la audiencia que Fernández “le tenía miedo a Bernardt”. Según datos del forense, Bernardt era un hombre de gran contextura física: 1,85m. de altura y 114kg de peso. También declaró la ex esposa del occiso y luego pareja del acusado. No se resignaba La ex esposa de Bernardt, Adriana Mendieta, quien una vez separada se relacionó con Fernández, recordó en su declaración, que era maltratada por Benardt hasta que se tuvo que ir con los hijos, no obstante, lo cual, él seguía molestándola. Relató que en el 2011 le había roto la nariz y que trató de hacer la denuncia pero que no se la tomaron. Dijo que una oportunidad cuando Fernández se dirigía a comer a su casa, Bernardt se cruzó la calle y lo golpeó. Que ella hasta tenía que cambiar horarios de trabajo para no encontrarlo. Que siempre andaba en bicicleta y llevaba un palo con punta. Que la golpeaba en las cervicales. Que fue cinco veces a denunciarlo a Mansilla y a Rosario del Tala, y que una vez la amenazó con quemarle la casa. Acusación y defensa La acusación fundó el pedido de 10 años de prisión para el acusado, aduciendo que había “ejercido una agresión desmedida” contra la víctima y que este hecho demostraba que “no tenía una actitud temerosa”. La defensora Oficial, Romina Pino, por su parte, se opuso a la condena pedida por la parte acusadora, asegurando que su representado era inocente. “Es un hombre de trabajo y sin antecedentes”, sostuvo en su alegato y solicitó que se cambiara la acusación de homicidio simple y que se considerara “legítima defensa o, subsidiariamente, homicidio imprudencial”. Fin de la historia Lo expuesto en este caso permite suponer que la víctima no aceptaba la separación de quien había sido su esposa. Lo ventilado en el juicio, permitió inferir que la mujer fue durante largo tiempo víctima de la violencia de Bernardt, quien prácticamente la consideraba un objeto de su propiedad, demostrando su condición de violento que no acepta un “no” por respuesta. Mientras estuvieron juntos la agredió y con más razón cuando se separaron, al punto de que iba a su trabajo a golpearla, incluso utilizaba un palo para agredirla (para otros lo que llevaba era una varilla de construcción). Esta actitud se trasladó luego a la nueva pareja de la mujer, abusando de su evidente superioridad física contra Fernández. Les pintó la vida con el rojo de la violencia, hasta el punto de que les hizo imposible la convivencia (si mal no recuerdo, Mendieta y Fernández estaban separados al momento del hecho). Finalmente, “apretado” de tal manera por Bernardt, Fernández (harto de la situación), optó por defenderse con el cuchillo que llevaba en la cabina del camión. Triste final: una vida fue extinguida y las brumas de los años dispersaron de la memoria los detalles más finos del caso y solo persiste el recuerdo del hecho como el “homicidio de Mansilla”. Los actores también se han dispersado como hojas en el viento, e imagino que deben haber seguido con sus vidas, como náufragos que intentan recuperar el aliento. Como docente, en ocasiones, tuve que mediar con conflictos en el aula entre algunos de mis alumnos adolescentes, y cuantos más casos violentos como el expuesto seguí como periodista de Policiales, llegué a la conclusión de que si a los jóvenes no se les dan herramientas para lidiar con sus emociones, pueden terminar como Bernardt, inmersos en un universo donde la respuesta a sus celos e inseguridades, no es otra que tratar de imponerse por la fuerza.
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