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» Diario Cordoba
Fecha: 04/02/2025 07:29
Una de las grandes conferencias a las que asistí el año pasado fue la que impartió Miguel Falomir en el Círculo de la Amistad. Falomir, director del Museo del Prado, no vino a hablarnos de los grandes maestros italianos del Cinquecento, de los que es experto, sino de la propia gestión del más emblemático de nuestros museos. Nadie duda de que el Prado se encuentra en el top museístico mundial, pero pocos conocen que su página web sea la más valorada entre todas las pinacotecas mundiales, signo de su adecuación a estos tiempos. Un ejemplo de buena optimización de las redes sociales es la campaña lanzada la semana pasada, un auténtico «busca y captura» al más puro estilo del Far West. Andrés Úbeda, comisario de una gran exposición sobre el pintor Anton Raphael Mengs, pide ayuda para localizar a Santa Cecilia, un cuadro al que se le perdió la pista al principio de este siglo, con la caída de las Torres Gemelas y ese enésimo regusto de pérdida de la inocencia. Úbeda posa con una fotografía del lienzo desaparecido, como si la extrajera de la cartera para entregársela a Philip Marlowe; la novela negra perlada de tasaciones y el arte como el blanqueo más sublime de la podredumbre. Algunas grandes pinturas se volatilizan por una especulación narcisista; la sinergia de la enjaulada contemplación individual, con una rutilante apropiación privativa para ojos ajenos; o el burlado ninguneo del azar, que sepulta en el desván firmas de los grandes, como el asombroso hallazgo de este último Caravaggio. El arte es el valor refugio de nuestras emociones, y de esa detectivesca búsqueda afloran muchas evocaciones: Mengs pasa por ser uno de los grandes pintores del XVIII. Ser un desconocido para el gran público abrocha la incongruencia de que el siglo de las luces no casó bien con la pintura. Fue pintor de cámara de Carlos III y su impronta necesariamente tuvo que reflejarse en las genialidades de Goya. Y hasta la misteriosa Santa Cecilia se apunta a las intrigas del Halcón Maltés, con un tocado oriental que esboza el canguelo europeo ante esos turcos que se plantaron ante las puertas de Viena. El XIX vivificó las reminiscencias artísticas de Oriente, y la santa de Mengs prestó su turbante a la odalisca retratada por Ingres. Quizá las ardillas ya no salten por los árboles para recorrerse la península, pero la humanidad brinca por las etapas de la pintura para ensamblar su identidad. De ahí que sean tan irreparables esas pérdidas ocasionadas por las riadas, los incendios o las bombas. O incluso puede que por la inteligencia artificial, cuando el hombre ya no necesite vender su alma al diablo, sino a los algoritmos. Busquen a Santa Cecilia, pero no viva o muerta. Siempre viva. Otros artículos de Miguel Ranchal Cosas MIR Cosas La democracia hemofílica Cosas La concordia *Licenciado en Derecho. Graduado en Ciencias Ambientales. Escritor
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