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  • Argentina merece una agenda positiva

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 04/02/2025 04:43

    La desconexión entre las demandas ciudadanas y las plataformas políticas persiste como un desafío (AP) “Yo, si hay algo que tengo claro es que en las peleas políticas estoy solamente en contra del kirchnerismo y voy a seguir estando”, sostuvo en una entrevista reciente Guillermo Montenegro, intendente de General Pueyrredón. Esta expresión ilustra una postura que atraviesa a buena parte de la dirigencia política: la definición de un posicionamiento por la negativa en rechazo a sus principales adversarios. En pleno inicio de un nuevo año electoral, tal vez convenga prestar atención a cómo se va configurando en lo sucesivo la agenda de los distintos espacios políticos y sus respectivos candidatos. Quienes trabajamos en el ámbito de la investigación de opinión pública, hacemos el ejercicio frecuente de contraponer a las plataformas de los partidos y coaliciones las demandas ciudadanas. Parecería entonces que nos aproximamos a transitar por una nueva Torre de Babel en la cual, una vez más, todo parece encaminarse a encontrarnos con otra brecha significativa entre ambas. Podrá argumentarse con toda razón que no son precisamente las plataformas los principales drivers que definen las preferencias del electorado al momento de sufragar. Sin embargo, se ha subrayado reiteradamente la necesidad de atender a la diferencia entre los requisitos de acceso al poder y los que se vinculan con la posibilidad de ejercer un buen gobierno. Cabe asimismo señalar que, aunque se trate de una elección de medio término, la experiencia indica que es a partir de la calidad de la gestión desarrollada que se juegan, en buena medida, las posibilidades del oficialismo nacional para aspirar a la reelección en 2027. En la historia reciente, los antecedentes de Mauricio Macri, luego del resultado de 2017, y el Frente para la Victoria en 2013, invitan a la cautela y a evitar los triunfalismos tan caros para los gobiernos de turno. Los cuestionamientos al modus operandi de la dirigencia en el ejercicio de su actividad resultan una explicación plausible del golpe de timón en 2023, que desembocó en la irrupción de Javier Milei desde su condición de outsider, como él mismo reivindica. Pero la definición de un modelo de desarrollo productivo, que permita visualizar un horizonte de inclusión para un segmento amplio y creciente de la población sumida en la pobreza y la marginalidad, se constituye en un imperativo categórico. En el mismo sentido, la asignatura pendiente en lo que refiere al déficit de institucionalidad tan característico de nuestro país, amerita alguna respuesta al respecto. Las recientes señales emanadas por buena parte de los referentes de los distintos espacios de la oposición y al propio gobierno, en la dilación para la aprobación de la Ley de Ficha Limpia o la misma nominación del juez Ariel Lijo, perjudican una expectativa favorable en esa dirección. La inserción de la Argentina en el mundo y la definición de alianzas desde las cuales priorizar y promover objetivos en los organismos internacionales, tampoco deberían estar ausentes en este debate. Pero, más allá de los aspectos sustantivos que podrían configurar una propuesta de esta naturaleza, parece sustancial retomar la discusión acerca de la importancia de avanzar en la definición de políticas de Estado. Una cuestión pendiente y de larga data que los sucesivos gobiernos parecen solo haber asumido como maquillaje antes que desde una convicción y firmeza genuina. Al menos las distintas iniciativas vinculadas con la conformación de un Consejo Económico y Social en el plano nacional, que solo se plantean como enunciados sin un correlato en el plano de su conformación final y ejercicio, así lo indican. La alternativa parecería implicar la permanencia en el Estado pendular tan característico de nuestra historia política, en la cual el gobierno que llega solo se plantea como un barajar y dar de nuevo, sin la más mínima posibilidad de avanzar sobre eventuales conquistas realizadas. Es ese el péndulo que, en palabras del economista argentino Alberto Ades, constituye “el principal temor entre los inversores de Wall Street”. Se trata ni más ni menos que de darle sustentabilidad a un modelo de crecimiento y desarrollo, sin la cual parece difícil salir del atolladero en el que se ve sumida la Argentina desde hace décadas. Nuestro país se merece una agenda positiva que permita superar las clásicas antinomias que solo han contribuido a profundizar la pobreza y el descrédito en el mundo.

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