03/02/2025 17:42
03/02/2025 17:38
03/02/2025 17:37
03/02/2025 17:37
03/02/2025 17:36
03/02/2025 17:36
03/02/2025 17:36
03/02/2025 17:35
03/02/2025 17:35
03/02/2025 17:34
Chajari » Chajari al dia
Fecha: 03/02/2025 15:28
Este domingo 2 de febrero se celebró el Día Mundial de los Humedales. La fecha se distingue desde el año 1997, para llamar la atención sobre la necesidad de preservar sitios de gran valor ecológico. Las aguas interiores y costeras son bastiones de la flora y la fauna y fuentes de agua dulce en todo el planeta. Tras siglos de irresponsabilidad, desde 1971 hay quienes se empeñan en cuidar esos espacios vitales. En la Argentina hay cerca de 3.000.000 de hectáreas protegidas. La demanda de agua dulce crecerá un 650 por ciento en 30 años. Si no se la cuida, el siglo XXI será el de la sed. La Tierra, paradójicamente, está cubierta en un 70,8 por ciento de agua. Pero durante centurias la humanidad pareció empeñada en limar ese porcentaje. Sobre todo, las aguas interiores y costeras. Es decir, lo que los técnicos agrupan con el rótulo de “humedales”. Ocupan 570 millones de hectáreas (el seis por ciento de la superficie terrestre), pero fueron considerados erróneamente espacios marginales que debían conquistarse para la producción o para mejorar las condiciones sanitarias. En nombre del progreso las ciudades ganaron terreno al río, los cultivos avanzaron sobre llanuras inundables y esteros, los diques convirtieron lagunas en desiertos, carreteras y condominios sepultaron vastos manglares, se drenaron pantanos para acabar con un puñado de mosquitos y se entró a saqueo en las turberas. Se calcula que, de este modo, el mundo perdió la mitad de sus humedales. Hoy, sin embargo, la enorme importancia que tienen va logrando reconocimiento. No es para menos. Se estima que dos tercios de los peces que nutren la industria pesquera mundial pasan al menos una parte de su ciclo vital en humedales. También les debemos, entre otras cosas, pasturas de cíclica feracidad, fauna y flora de interés comercial, deslumbrantes escenarios turísticos, fuentes energéticas como la turba y material genético de valor estratégico (como el arroz, un alimento básico de más de media humanidad). Además, regulan inundaciones y sequías, protegen contra fenómenos naturales como tormentas y huracanes, retienen sedimentos y nutrientes, estabilizan microclimas y permiten el transporte por agua. Pero el más conocido es la provisión de agua dulce, un bien que jamás sobró en la naturaleza y que nuestra insensatez está volviendo cada vez más escaso. Su demanda aumentaría un 650 por ciento en los próximos 30 años. Si no cuidamos los humedales, el XXI será el siglo de la sed. Urgen, pues, políticas de protección. Uno de los instrumentos más valiosos, en tal sentido, es la convención sobre los humedales de importancia internacional. Se convocó por primera vez el 3 de febrero de 1971, en la pequeña ciudad iraní de Ramsar, por lo que también se la conoce como Convención de Ramsar, primer tratado intergubernamental que busca conservar los recursos naturales a escala global. Se inició en 1971 con la firma de 18 naciones y tres años más tarde inauguró la lista de humedales de importancia internacional con la Península de Coburg (Australia). Hoy tiene 133 miembros y casi 1200 sitios, que conforman un mar de 102,1 millones de hectáreas. En Argentina La Argentina adhirió a la Convención de Ramsar en 1991. Su primera contribución se produjo al año siguiente. Fueron tres integrantes del sistema nacional de áreas naturales protegidas: el monumento natural laguna de los Pozuelos (Jujuy) y los parques nacionales Río Pilcomayo (Formosa) y Laguna Blanca (Neuquén). Con 16.224 hectáreas, Pozuelos es el mayor espejo de la Puna y el escenario de una de las reuniones de avifauna más espectaculares del país (se registraron hasta 26 mil ejemplares de los tres flamencos argentinos). El río Pilcomayo, en pleno Chaco húmedo, atesora un amplio muestrario de ambientes acuáticos e inundables, que comparten -entre otros- el yacaré ñato y el negro, el lobito de río, el carpincho, nuestras tres cigüeñas, varios patos y garzas. Y el parque nacional Laguna Blanca, de 11.250 hectáreas, resguarda el cuerpo de agua más importante de la estepa patagónica para la nidificación de aves acuáticas como el cisne de cuello negro, el macá plateado, la gallareta de ligas rojas y el flamenco común. Esos fueron los tres primeros, pero hay otros. Sustentabilidad
Ver noticia original