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  • El cuarto de las botas

    » Diario Cordoba

    Fecha: 02/02/2025 08:17

    Es inevitable. Cada vez que el Córdoba va a Cartagena, una legión de puretas blanquiverdes, cuarentones calvos y con barba, peterpanes de previa y grada, fiesteros de la nostalgia y el «no pudo ser», se empeñan en contar una historia que marcó a una generación. Los aficionados del 99 llevaban casi dos décadas tragando decepciones. No hay peor desgracia que amasar derrotas y llegar a creer, anclado en el corazón de las tinieblas, que hasta las mereces. Nunca fue sencillo ser cordobesista. Dicen que uno nace siéndolo y seguramente sea así para quienes entienden que colocar a una persona una camiseta blanquiverde le homologa como miembro de esta singular hermandad. Vestirse está bien como primer paso. Construirse es otro asunto. Y el cordobesista se forja a golpes, zarandeado por el destino pero jamás quebrado. Tiende al exceso, para bien y para mal. Siempre le falta algo y la esperanza de conseguirlo le hace vivir. Hubo un tiempo en el que la gloria era otra cosa. Bien lo saben los que vivieron el ascenso de Cartagena. Contra todo pronóstico, con el equipo envuelto en el descrédito y la ruina económica, tras un año de encierros, impagos y reclutamiento forzoso de canteranos, al borde mismo de la defunción deportiva, el Córdoba logró salir del infierno de la Segunda División B después de 16 temporadas de calvario. La vida en el filo El escenario era el siguiente: el Córdoba llegaba a la última jornada de la liguilla de ascenso 98-99 con una única opción de subir. Tenía que vencer al Cartagonova en su estadio. A los locales les bastaba el empate para lograr el éxito. Llevaban 43 partidos consecutivos de Liga sin ceder una derrota ante su afición, que abarrotó por completo el graderío creando un ambiente de presión brutal. El Córdoba había perdido en sus dos salidas de la liguilla (1-0 ante la Cultural Leonesa y 5-0 ante el Racing de Ferrol), pero se aferraba al refuerzo anímico que le había supuesto doblegar al propio Cartagena, candidato número uno, en El Arcángel por 2-0 (goles de Espejo y Pedro Aguado). Cartel del histórico partido del Córdoba CF en Cartagena en el play off de ascenso a Segunda de 1999. / CÓRDOBA Allí se plantó el Córdoba, con las apuestas en contra y el cartel de víctima colgado del cuello. El equipo que escribió la historia lo formaban Leiva, Requena, Soria, Juanito, Clavero, Ramos, Puche (Espejo), Pedro Aguado, Loreto (Nandi), Rafa Navarro y Óscar Ventaja (Jesús Lanza). Mucha gente de aquí. Con algunos te puedes cruzar cualquier día por la calle. Soldados de fortuna bendecidos por el destino. En el estadio de Cartagena apenas se podía detectar a medio centenar de cordobesistas. No había entradas para ellos. Hubo quien se buscó la vida y se incrustó en algún rincón del estadio, quién sabe cómo. Unos cuantos periodistas lo pudieron contar. Pero miles lo seguían en Córdoba por televisión. Lo retransmitió Canal Sur y en el Palacio de Deportes Vista Alegre se instalaron pantallas para seguirlo en directo. Quienes estuvieron dentro de aquella marabunta blanquiverde quedaron marcados de por vida. El Córdoba, por fin, podía ser alguien. Ramos y Óscar Ventaja, los héroes de aquella tarde en Cartagena en 1999. / A.J. González En la primera parte, el Cartagonova se adelantó gracias a un penalti marcado por Keko (21’). Así se llegó al descanso. Los blanquiverdes, dirigidos desde el banquillo por Pepe Escalante, no lo hacían mal. Llegaban con cierta asiduidad, pero sin remate final. El primer cuarto de hora tras el intermedio resultó escandaloso. En dos acciones a balón parado, el Córdoba fulminó al Cartagonova y dejó enmudecido al graderío. Óscar Ventaja hizo el primero en el minuto 51. Seis después, Ramos colocó el segundo. Los departamentales se quedaron paralizados, sin saber qué hacer, atónitos ante lo inesperado de la escena. En medio del silencio de Cartago se escuchaban los gritos de ánimo de los futbolistas del Córdoba, estimulados al máximo ante la magnitud de la hazaña que estaban protagonizando. El 1-2 sacó al Córdoba de las catacumbas y le devolvió un lugar. A muchos nos cambió la vida. Preguntad a vuestros mayores qué ocurrió aquel día en Cartagena. Os servirá para entender por qué el Córdoba es inmortal.

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