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» Diario Cordoba
Fecha: 02/02/2025 08:17
¿Cómo puede medirse la ficción con una realidad que no solo es extrema, sino que se comunica a nivel mediático y en redes sociales desde lo extremo? ¿Cómo puede el cine defender su espacio, su discurso y sus imágenes sin pasar desapercibido en un momento de imágenes extremas y opiniones polarizadas y polarizantes? ¿Cómo puede la ficción ser lo suficientemente atractiva en un momento en el que no nos sorprende nada? Quizá desde ese mismo exceso. El cine de estos años se ha vuelto extremo, exagerado y extraño. Cada una a su modo, son extremas las películas de terror ‘La sustancia’ (2024) y la saga ‘Terrifier’ (2016-2024), el controvertido musical ‘Emilia Pérez’ (2024), la epopeya de casi cuatro horas ‘The Brutalist’ (2024) o el 'thriller' erótico ‘Babygirl’ (2024). El exceso en el cine actual va más allá de los géneros y no tiene que ver solo con la representación de la violencia. Se manifiesta de muchas formas; entre ellas, las dimensiones, la actitud y el tono de las películas. Sirvan de ejemplo las hechuras de película importante de ‘The Brutalist’, la ambivalencia desatada de ‘Babygirl’, el inaudito rictus depresivo de ‘Joker: Folie à Deux’ (2024) o la desmesura de ‘Emilia Pérez’. La permeabilidad al 'mainstream' Es cierto que lo extremo siempre ha estado ahí, especialmente en géneros como el terror y la comedia, incluso el musical, en los que recurrir al exceso o el delirio es –o debería ser– habitual. Pero algo está sucediendo cuando ese exceso deja de ser exótico, puntual o de nicho para permear al ‘mainstream’. También cuando deja de sorprendernos y, en muchos casos, es económicamente rentable. Un ejemplo sería el éxito de ‘La sustancia’, que antes que un ensayo sobre la presión estética es una serie B de terror chiflada y súper ‘gore’, pero hecha con mucho dinero y mucha clase. Una imagen de 'La sustancia' / REDACCIÓN La magnífica película de Coralie Fargeat está nominada a cinco Oscar, entre ellos los de película, dirección y guion original. Es algo histórico en unos premios que siempre han ninguneado el terror. Pero, a la espera de si gana o no, eso es solo el broche a un logro mayor: es la película de terror que está yendo a ver la gente a la que no le gusta terror. ¿Por qué se ha hecho popular? ¿Nos hemos habituado a ese exceso? Tal vez sí. Resulta tan llamativa nuestra normalización de ese exceso como las razones por las que tantos cineastas recurren a él o, en caso de haberlo hecho antes, suben la apuesta. Es imposible marcar un inicio a esa tendencia, pero quizá no sea descabellado citar ‘Titane’ (2021) como una de sus primeras expresiones. La película de Julia Ducournau, Palma de Oro en Cannes, se enciende, se transforma, explota y tumba todas las paredes para hablar del mundo y su caos. Libertad y catarsis En una mesa redonda de 'The Hollywood Reporter' con otros directores, Fargeat contaba esto: “En mi anterior película [‘Revenge’, 2017] encontré realmente mi libertad y me sentí poderosa y totalmente capaz de expresarme de una manera en la que no hay límites. Me encanta adentrarme en el exceso y tocar mi parte de locura para hablar de las cosas que tengo que manejar en la vida real. En el caso de ‘La sustancia’, especialmente por el tema, me pareció totalmente relevante que fuera lo más excesiva posible para que el público sintiera ese exceso y sintiera que conocía la locura”. Fargeat habla del exceso para amplificar el mensaje y como el lugar donde encontrar la libertad como creadora, algo que comparte Carlota Pereda, directora de ‘Cerdita’ (2022), a quien también le tienta “hacer algo muy ‘gore’, muy loco”. “En mi caso tiene que ver con querer recuperar la libertad, con querer hacer algo tan desmedido que no puedan devolverte notas al respecto. ¿Cómo te van a sugerir quitar un brazo cortado cuando tienes otros 17? Es más fácil buscar esa libertad a través del terror o del ‘gore’, por la propia naturaleza del género. Pero también puede buscarse a través de otros géneros o de otras maneras –cuenta–. También creo que lo excesivo puede ser una respuesta a lo abrumador que es lo que está sucediendo en el mundo. A veces dan ganas de chillar, no solo para que te oigan sino para desahogarte. Ante un mundo tan demencial hace falta algo catártico”. Una imagen de 'Cerdita', de Carlota Pereda / REDACCION Probablemente, los espectadores compartan con los creadores esa necesidad de catarsis, de chillar en el cine. Y eso explicaría el éxito de ‘La sustancia’ o de ‘Terrifier', una saga de terror ‘splatter’ (con una violencia retorcida y gráfica) de bajo presupuesto que ha recaudado mucho dinero y ha sido un éxito internacional. Poniendo el foco en el cine de terror, Ángel Sala, director del Sitges Film Festival (Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya), confirma la inclinación de ese género a un cine mucho más extremo: “Después de unos años de cierta tendencia al minimalismo o la falta de contundencia en la expresión de la violencia, ha habido una vuelta a la visceralidad”. El cine como acontecimiento El cineasta Juan Antonio Bayona (‘La sociedad de la nieve’) está de acuerdo con Pereda en esa idea de la necesidad de una catarsis en el cine: “El estándar de violencia en las películas sube para que uno pueda desahogarse en una sala de cine. Estamos tan acostumbrados a un clima de violencia, que en el cine todavía necesitamos un estímulo mayor”. Pero también encuentra otra explicación al éxito inesperado de determinadas propuestas. “El éxito de ‘La sustancia’ o la saga ‘Terrifier’ también tiene que ver con la recuperación del ‘gore’ y del ‘splatter’, géneros que llevaban tiempo desaparecidos, para otra generación de espectadores. Así como el de ‘The Brutalist’ puede tener que ver con el descubrimiento a esos nuevos espectadores de un cine clásico más radical”, añade. En relación a esa recuperación y magnificación, instintiva o estratégica, de géneros y estilos en desuso para llevar a nuevos espectadores a las salas, Sala da otra explicación a un cine, no solo de terror, cada vez más excesivo: “El cine actual es más extremo o hiperbólico, está más despegado de lo convencional o de lo sutil. Y creo que es por la necesidad de configurar un espacio en los cines para el evento, para que sea atractivo para ser consumido en una sala. Esto está llevando a hacer cada vez más películas que explotan la vinculación con el gran formato a nivel de narrativa o de puesta en escena, como ‘Oppenheimer’ (2023), ‘Dune’ (2021) y ‘Dune: Parte 2’ (2024) o ‘The Brutalist’. O a la tendencia a un extremismo visual y temático en películas que van dirigidas al gran público. Es el caso de ‘La sustancia’, una película visualmente radical, que llega a límites extremos en el ‘body horror’, y ha sido asumida, incluso ensalzada, por espectadores que no ven este tipo de películas. O de la radicalización de ciertas posturas rupturistas en ‘Emilia Pérez’ o ‘Joker: Folie à Deux’, jugando con el musical de manera inesperada”.
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