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  • La inversión en educación como pilar del progreso económico: el caso chino

    Concordia » El Heraldo

    Fecha: 01/02/2025 22:58

    El caso de DeepSeek ha encendido las alarmas sobre el papel fundamental que juegan la educación y la inversión en investigación en el desarrollo tecnológico. Este hito no solo posiciona a China como líder en innovación, sino que también evidencia cómo una apuesta estratégica por la formación y el conocimiento puede transformar el panorama global. La magnitud del impacto quedó reflejada en la caída del 18% en las acciones de Nvidia, una de las compañías más influyentes en chips y hardware para inteligencia artificial. Esta pérdida, equivalente a unos 465.000 millones de dólares (casi un PBI argentino), pone de manifiesto la volatilidad de un sector que depende directamente de los avances científicos y tecnológicos. El ascenso de DeepSeek no es casualidad, sino el resultado de años de inversión sostenida en educación e investigación por parte de China. Este caso refuerza la importancia de priorizar estos pilares como motores del desarrollo y la competitividad global. Este hito no solo demuestra el avance de China en el desarrollo tecnológico, sino que también resalta el modelo de inversión educativa y científica del país asiático, donde el Estado juega un papel central en la promoción de la innovación junto al sector privado. En contraste, el modelo estadounidense se basa casi exclusivamente en la inversión privada para la investigación y el desarrollo (I+D). Este escenario plantea una serie de interrogantes: ¿Qué rol debe desempeñar el Estado en el desarrollo científico y tecnológico? ¿Es viable que la investigación quede exclusivamente en manos del sector privado? ¿Cuál es la relación entre la inversión pública en educación y el progreso tecnológico? Y, sobre todo, ¿qué enseñanzas puede extraer Argentina de este modelo? El modelo chino de inversión en ciencia y tecnología China ha cimentado su liderazgo en innovación a través de una estrategia integral que combina inversión estatal, incentivos fiscales y una activa participación del sector privado. Desde la década de 1980, el gobierno ha impulsado reformas estructurales que fortalecieron su ecosistema científico y tecnológico, incluyendo la creación de centros de investigación de alto nivel y la promoción de la autosuficiencia en innovación. Uno de los pilares de este modelo es la inversión estatal directa. A través de la Fundación Nacional de Ciencias Naturales de China (NSFC), en 2023 el gobierno financió más de 52.000 programas de investigación con una inversión superior a los 31.800 millones de yuanes (aproximadamente 4.480 millones de dólares). Para 2024, el enfoque sigue siendo fomentar la originalidad y fortalecer la gestión de la investigación. El sector privado también ha sido clave en este proceso. Desde finales de los años 90, las empresas chinas han superado a los institutos públicos en gasto en I+D, representando el 65% del total en 2003. Además, el gobierno ha implementado incentivos fiscales y políticas que facilitan el acceso a financiamiento para empresas tecnológicas, favoreciendo el desarrollo de tecnologías emergentes. A diferencia de otros países donde la innovación depende exclusivamente del capital privado, China ha construido un ecosistema robusto donde el Estado, las universidades y las empresas colaboran en la generación de conocimiento y desarrollo tecnológico. Sin instituciones educativas que impulsen el descubrimiento científico, sin laboratorios de investigación que desarrollen nuevos algoritmos y sin centros estatales de innovación que exploren tecnologías disruptivas, el progreso tecnológico mundial se vería gravemente afectado. El desafío para Argentina: educación, ciencia y desarrollo En este contexto global, es esencial analizar qué puede suceder en países como Argentina si se desfinancian las universidades y los organismos de investigación, como el CONICET, y cuál sería el impacto de estas decisiones en la economía del futuro. El CONICET, principal organismo dedicado a la promoción de la ciencia y la tecnología en Argentina desde su creación en 1958, ha sido un pilar en la formación de investigadores y en el desarrollo de proyectos en biotecnología, inteligencia artificial y energías renovables. Sin embargo, los recientes ajustes presupuestarios en el sector han generado gran preocupación en la comunidad académica y científica. Si el recorte de fondos en investigación y educación superior se profundiza, Argentina corre el riesgo de tener: a) Pérdida de talento: Los investigadores más capacitados emigrarán a países con mayores oportunidades, debilitando la capacidad de innovación local. b) Estancamiento tecnológico: Sin inversión estatal en investigación, los avances en áreas estratégicas se verán reducidos, afectando el desarrollo industrial y tecnológico. c) Mayor dependencia extranjera: La falta de desarrollo propio obligará al país a depender de tecnologías importadas, encareciendo los costos de producción y limitando la competitividad industrial, y d) Menor competitividad global: En un mundo donde la innovación define el crecimiento económico, los países que no invierten en educación y ciencia quedan relegados a un papel secundario en la economía del conocimiento. El rol fundamental de las universidades Las universidades no solo forman profesionales, sino que también funcionan como centros de investigación y desarrollo, donde el conocimiento generado tiene un impacto real en la economía y la industria. Casos como el de DeepSeek demuestran que la inversión en educación superior es la base para el crecimiento tecnológico y la soberanía científica de un país. En este sentido, es fundamental comprender que el equilibrio fiscal no puede lograrse a costa del desfinanciamiento del sistema educativo y científico. Los recortes deben dirigirse a gastos improductivos y superfluos, no a sectores estratégicos que determinan el futuro del país. Si Argentina apuesta por un modelo de ajuste que recorte la inversión en educación y ciencia, no solo se verá afectado el presente de miles de investigadores y estudiantes, sino que también se comprometerá el desarrollo del país en un mundo donde la tecnología y la innovación son determinantes para el liderazgo económico. Es importante destacar que esta no es una cuestión de ideología partidaria, ni una dicotomía entre liberalismo, comunismo, socialismo o progresismo. Se trata de una decisión estratégica y lógica, respaldada por la experiencia de países que han logrado consolidar su liderazgo en la economía global. La colaboración entre el sector público y el privado no es una cuestión ideológica, sino una necesidad en un mundo donde la innovación requiere tanto financiamiento estatal como inversión privada. En un contexto internacional donde la inversión en conocimiento es la clave del desarrollo, Argentina debe decidir si quiere ser un actor relevante en la economía global del siglo XXI o si quedará relegada a la dependencia tecnológica de otras naciones. El futuro de un país no se construye con recortes en educación, sino con políticas que impulsen el desarrollo del talento, la ciencia y la innovación.

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