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  • El mundo está loco, loco, loco

    » El litoral Corrientes

    Fecha: 01/02/2025 22:55

    La década del 60´dio a luz, películas con elencos gigantescos de primera línea, y argumentos inverosímiles nacidos en la intranquila Hollywood. Sucede que había que hacer algo, ya que los tiempos habían cambiado ante la intempestiva televisión que venía luchando codo a codo con el cine con producciones de similar calidad. La plata después del reajuste de los árabes con el precio del petróleo, acrecentó todo presupuesto cada vez más expuesto a los gastos porque en el enfrentamiento por lograr algo, el desembolso tenía que ser de manera tal que se financien películas que por su espectacularidad reavivaran boleterías “secas”. Así surgieron películas fuera de contexto en elencos y espectacularidad visual: “El Mundo del Espectáculo”, “La Fiesta inolvidable”, “El mundo está loco, loco, loco”, etc. Esta última, dirigida por el laureado Stanley Kramer, con un elenco “supernumerario”: Spencer Tracy, Mylton Berle, Buddy Hackett, más los históricos que siempre son una dosis de humor que no falla. Ethel Merman, Jerry Lewis, Buster Keaton, Los 3 Chiflados, Jimmy Durante, y otros más, la música de Ernest Gold, producido por United Artistis El ámbito marcaban desaforados automovilistas por la ruta principal que une en California con el Parque Santa Rosita, ya que al decir de alguien que expirara en la misma ruta por un accidente de tránsito (en la ficción Jimmy Durante), en dicho lugar encontrarían 350.000 dólares enterrados por gente fuera de la ley en compensación de averías. El nudo del asunto, el caos y destrucción que en su búsqueda alocada, van dejando los bólidos en su desenfrenada carrera por llegar primeros a Santa Rosita, sea como fuere. Ese caos que no termina y se hace cotidiano. Ese caos, ese golpe tremendo a los desmembrados bolsillos, que sabemos recientemente los argentinos en carne propia, el ajuste, sangriento y sin miramiento, sin una gota de gradualismo para llegar al final de la inflación con el costo de muera quien muera. Me hace acordar de “Ramal que no anda. Ramal que se levanta”. Es preferible matar que curar. Sabemos que Milei ganó por amplio margen de la juventud que estrenó su voto, que fue ella y no otra quien le dio el triunfo. Curioso, pregunté a los jóvenes por qué lo votaron, y me respondieron con una verdad aunque dura, deja también como la película de referencia incertidumbre, preocupación, consternación: “Ustedes los mayores discuten, dilapidan el tiempo. Para hacer, se ejecutan las cosas de cuajo, sin miramientos” Tienen razón, mucha corrupción hemos dejado alegremente crecer, pero también es cierto que estar detrás de 37.500 (según el Gobierno) agentes del Estado dados de baja por este Gobierno, no es una experiencia placentera. Hay que compartir la mesa, para saber de costos de remedios, mercaderías de primera necesidad, el crecimiento descontrolado de robos y saqueos al por mayor, la inseguridad por lo ajeno, las peleas por imponer ideas a las trompadas. No existen precios de referencias sino oportunidades de vivos poniéndole costos fuera de control. Me sucedió como ocurre siempre en “tierra de nadie”. Tratando de adquirir pomelos, me tiran la desmesura del precio de la docena. Entonces, le respondo me llevo 2, solamente. Que hace este buen hombre envalentonado con la avalancha de precios me cobra proporcional como si fuera media docena. Hagamos lo que prometimos. Allí, está la cosa aguardando decisiones, sin locuras ni actitudes caóticas. Le reprendo por qué la determinación de su actitud. Muy simple, es el resultado porque no llevo la docena. Igualito al árbitro cobrando un penal dudoso ante la desaprobación de la tribuna. Personas que relegan la compra de medicamentos por comida. La situación provoca idéntico estupor que la película, “El mundo está loco, loco, loco”. Si bien no se produce la baja de inflación en la micro, sin embargo inexplicablemente en la macro sí, abundan “tirones de orejas” ejemplares, cambios de cargos, desplantes, pero comienzan a develarse entuertos sostenidos por mucho tiempo, con la justicia cambiando de mano enmendando el orden, comenzando a detener la “puerta giratoria”. Lo que provoca incertidumbre, y el deseo que se ejecuten medidas con la gente adentro, protagonista y no de oyente. Con el error de declaraciones impensadas, revueltas, cambiadas, perdiendo el rol explícito de la palabra. Como girando a gran velocidad dentro de una gigantesca licuadora. La gente, pobrecita, expectante, temerosa, no sabe por dónde encarar, si tomar la autopista que lleva a los raudos automovilistas de la película hacia el lugar de entierro de los 350.000 dólares en las playas del parque Santa Rosita, o guarecerse por si llueve. Un buen consejo, dejar las pasiones, porque el despelote no ayuda a nadie ni lo hace más guapo ni eficiente. Está bien tomarse con ganas. Trabajar por nuestro propio bienestar, pero dejarse de peleas callejeras, su investidura está para más. Ordenarse y ordenar para visibilizar mejor, porque es como el humo o la niebla dificulta una mirada más totalizadora. Necesitamos claridad y no peleítas de barras bravas de clubes de barrio. Optamos por la mesura, no el descontrol donde los mensajes se agudizan, mutan, y peligra la entidad que por fin estamos reconstruyendo. Los gritos y puteadas no son más que eso. Barullo ordinario con consecuencias imprevisibles. Necesitamos llegar de una vez por todas, habiendo comprendido todos nuestros errores, para así poder arribar al país que soñamos hace una vida. Estamos supuestamente cerca. No lo perdamos de vista por empellones. Hoy, no podemos darnos el lujo de perder el tren por una cabronada ordinaria, fuera de lugar. Reinstalemos otra vez la buena educación y el respeto que nos cabe, pero que las palabras sean real compromiso. Hagamos lo que prometimos. Allí está la cosa aguardando decisiones, sin locuras ni actitudes caóticas.

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