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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 01/02/2025 03:02
Figuras del Niño Jesús en la Ciudad de México por la celebración de La Candelaria (AP Foto/Marco Ugarte) Mañana, 2 de febrero, la iglesia católica celebra la fiesta de la Candelaria y el 3 de febrero, la de San Blas. En el amplio calendario de festividades religiosas, pocos son los eventos que logran fusionar la espiritualidad, las tradiciones y el simbolismo de la naturaleza como los mencionados. Ambas, que coinciden en las fechas de inicios de febrero, están profundamente entrelazadas, no solo en sus raíces cristianas, sino también en su conexión con la luz, la protección y la renovación espiritual. La Fiesta de la Candelaria es una conmemoración que tiene su origen en la presentación de Jesús en el templo de Jerusalén, 40 días después de su nacimiento. Según el evangelio de Lucas, en esa ocasión, el anciano Simeón reconoció al niño Jesús como la “luz para iluminar a las naciones”, un tema que ha marcado profundamente la identidad de esta festividad. Leemos en el texto de Lucas: “cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, conforme a la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén para presentarle al Señor (como está escrito en la ley del Señor: ‘Todo varón que abriere la matriz será llamado santo al Señor’), y para ofrecer conforme a lo que se dice en la ley del Señor: un par de tórtolas, o dos palominos. Y he aquí había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él. Y le había sido revelado por el Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor. Y movido por el Espíritu, vino al templo. Y cuando los padres del niño Jesús lo trajeron al templo, para hacer por él conforme al rito de la ley, él le tomó en sus brazos, y bendijo a Dios, diciendo: Ahora, Señor, deja y puedes despedir a tu siervo en paz, conforme a tu palabra; porque han visto mis ojos tu salvación, la cual has preparado en presencia de todos los pueblos; luz para revelación a los gentiles, y gloria de tu pueblo Israel.” Y José y su madre estaban maravillados de todo lo que se decía de él. Y los bendijo Simeón, y dijo a su madre María: He aquí, éste está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha y una espada traspasará tu corazón, para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones.” Acá me detengo un breve instante para analizar este texto que posee dos partes famosas. Simeón pronunciara lo que se conoce en latín como: “Nunc dimittis” así llamado por sus primeras palabras traducidas al latín, que significan “Ahora dejas”. De este cántico de Simeón, se produjeron infinitas obras musicales de todo tipo a lo largo de los siglos. Cuyo primer párrafo se lee en latín: “Nunc dimittis servum tuum, Domine, secundum verbum tuum in pace…” Y también el arte iconográfico y estatuario tomó parte de este relato en referencia a la Virgen María cuando Simeón le profetiza: “y una espada traspasará tu corazón”. Es así como en la Semana Santa la imagen de la virgen Dolorosa posee, en muchas ocasiones, un corazón traspasado por una espada sobre su pecho. La Fiesta de la Candelaria es una conmemoración que tiene su origen en la presentación de Jesús en el templo de Jerusalén, 40 días después de su nacimiento Volviendo al tema inicial, el nombre “Candelaria” deriva de las velas, símbolos de la luz de Cristo, que se bendicen en ceremonias solemnes. Estas velas, según la tradición, se encienden en momentos de peligro o necesidad, actuando como un recordatorio tangible de la protección divina. La luz, en este contexto, no solo representa la fe cristiana, sino también una conexión con los ciclos de la naturaleza: la llegada de febrero marca el fin de los días más oscuros del invierno y el inicio de una transición hacia la primavera, para los países por encima del Ecuador. Para nosotros, es completamente al revés. La Fiesta de la Candelaria se celebra de maneras diversas alrededor del mundo. En América Latina, particularmente en México, la fecha tiene una fuerte conexión con las tradiciones indígenas. En comunidades como Tlaxcala y Puebla, se combinan rituales cristianos con ceremonias prehispánicas que veneran a la tierra y la fertilidad. Uno de los elementos más destacados es el “levantamiento del Niño Dios”, donde las familias visten figuras del Niño Jesús con trajes especiales y las llevan a misa para ser bendecidas. En Puno, Perú, alcanzó renombre internacional, siendo reconocida como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. Allí, se realizan danzas folclóricas, música y procesiones, reflejando una rica mezcla de tradiciones andinas y católicas. En la Argentina, la Candelaria se vive con especial fervor en provincias como Jujuy, Salta y Tucumán, donde se mezclan las costumbres católicas con tradiciones originarias. Se acostumbran las misas solemnes, procesiones con velas y la veneración de imágenes de la Virgen de la Candelaria. Pero sin duda el lugar de mayor celebración de esta fiesta es en Bolivia. La Virgen de la Candelaria de Copacabana, patrona de Bolivia, lleva a su santuario de orillas del lago Titicaca a multitud de fieles de todas las regiones del lugar. La Virgen de la Candelaria, también conocida como la “Mamita de Copacabana”, es considerada protectora no solo de la nación Boliviana sino de los pescadores y campesinos. Su imagen, tallada en madera por Francisco Tito Yupanqui en el siglo XVI, es un símbolo de sincretismo religioso que combina elementos de la fe católica con tradiciones andinas prehispánicas. Una imagen de los grandes festejos en Puno, Perú Durante las celebraciones, los fieles participan en misas, procesiones y rituales, como la bendición de vehículos, que simboliza el pedido de protección en los viajes y trabajos cotidianos. La música y la danza desempeñan un papel fundamental, con coloridas comparsas que representan danzas tradicionales como la morenada, la diablada y los caporales. Estas expresiones culturales, además de rendir tributo a la Virgen, refuerzan la identidad cultural de las comunidades participantes. Esta festividad es también un importante motor económico para la región. Artesanos, músicos, comerciantes y guías turísticos encuentran en la fiesta una oportunidad para mostrar y vender sus productos y servicios. Una espina en la garganta Cuando era un obispo, San Blas le salvó la vida a un niño al quitarle una espina que tenía atorada en la garganta, por esa hazaña se le otorgó el título de protector de este órgano Un día después de la Candelaria, el 3 de febrero, se venera a San Blas, por su intercesión en enfermedades de la garganta. San Blas fue un obispo de Sebaste (actual Armenia) que, según la tradición, salvó la vida de un niño al retirar una espina que tenía atorada en la garganta. Esta hazaña le otorgó el título de protector de este órgano vital. En muchos países, es común que los sacerdotes bendigan la garganta de los fieles en esta fecha, utilizando dos velas cruzadas que recuerdan las bendiciones de la Candelaria. Este gesto simbólico une ambas festividades, destacando la función de la luz no solo como guía espiritual, sino también como símbolo de salud y bienestar. Durante San Blas es común que los sacerdotes bendigan la garganta de los fieles en esta fecha, utilizando dos velas cruzadas Aunque una simple vista pueda parecer celebraciones independientes, la Fiesta de la Candelaria y la de San Blas comparten significados profundos. La luz, representada en las velas benditas, actúa como un hilo conductor entre ambas. En la Candelaria, la luz simboliza la llegada de Cristo como guía para el mundo, mientras que en San Blas, la misma luz se utiliza para pedir protección física y espiritual. Además, ambas festividades tienen raíces agrícolas y naturales. En antiguas culturas europeas, estas fechas coincidían con las celebraciones del cambio de estación y la preparación para la siembra. La luz de las velas, en este contexto, también era vista como una forma de asegurar buenas cosechas y la renovación de la vida. Hoy en día, estas festividades no solo conservan su relevancia religiosa, sino que también representan un vínculo con las raíces culturales de las comunidades que las celebran. En pueblos y ciudades de España, como en Canarias o en Valladolid, las procesiones y los actos litúrgicos se mezclan con mercados y actividades populares. En América Latina, especialmente en países como Argentina, Bolivia, México y Perú, las festividades adquieren un carácter comunitario único. La música, la danza, los platos tradicionales y la vestimenta se convierten en expresiones de identidad que trascienden lo religioso y fortalecen los lazos sociales. Estas celebraciones, aunque profundamente enraizadas en el cristianismo, también evocan antiguos rituales que honran la vida y su conexión con el mundo natural.
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