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» Diario Cordoba
Fecha: 30/01/2025 18:10
Durante mi juventud y aunque el aprendizaje dura siempre, tras mis años de formación y en los primeros pasos de vida profesional, tuve en el colegio Nelva de Murcia una compañera profesora de inglés luminosa. Veterana cuando yo empezaba, Ana era polaca, vital, feliz y lista. Había estado en Auschwitz y salvado y rehecho su vida después aunque las arrugas de su bellísimo rostro y su cicatriz en el brazo testimoniaban su paso por el infierno en la tierra. Gracias a ella leí a Victor Frankl, y consciente como él de que los mejores no sobrevivieron, Ana hablaba de ello sin miedo, con franqueza, realismo y, a la vez, la esperanza y fe de una persona profundamente cristiana. En este 80 aniversario de la liberación de aquel pozo de horror me he vuelto a acordar de ella, de sus ojos transparentes y de cómo la única vez que la vi al borde de la ira fue cuando alguien de cuyo nombre no me acuerdo, por frivolidad o estupidez o ignorancia se permitió con buena intención y nula sensibilidad minimizar el espanto de la eliminación sistemática y programada de toda una raza en los campos de exterminio. Y me he acordado de la banalización del mal nunca erradicada que resucita cada día. Recuerdo una visita a Dachau en la que la guía nos contaba cómo había que prohibir a los turistas -¿qué éramos nosotros sino eso?-, principalmente yanquis, que se hicieran selfis sonrientes ante los hornos crematorios o las cámaras de gas. Pero no solo ellos sino cada vez más todos podemos banalizar aquello a fuerza de confundir la realidad de los documentales en nuestro viciado proceso mental con ficción de terror. No es ficción. Es la existencia histórica de la quintaesencia de la deshumanización en riesgo ahora de ser sepultada en el olvido cuando desaparezcan las últimas víctimas. Trump no es Hitler y quien los compare desbarra, pero cuando le vi decir que hay que echar a los palestinos de Gaza para construir allí porque es muy bonito el sitio y hace muy buen tiempo se me representó al instante la eterna, irrecuperable, avariciosa y doméstica banalización del mal. *Profesora
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