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Concordia » Realnoticias
Fecha: 30/01/2025 18:08
Cuando Selena Gómez acudió a las redes sociales el lunes, para compartir un video emotivo, ya eliminado, en el que lloraba y mostraba su preocupación sobre las redadas de la Oficina de Inmigracion y Control Aduanero (ICE), que llevaron al arresto de unas 1.000 personas en todo Estados Unidos el pasado fin de semana, era cuestión de tiempo antes de que los trumpistas y políticos republicanos devolvieran el golpe con burlas personales y ataques a otra «tontería woke». Lo mismo ocurrió cuando una Billie Eilish, con los ojos llorosos, se expresó sobre «alguien que odia a las mujeres tan, tan profundamente» durante un concierto en Nashville, Tennessee, el año pasado. Bruce Springsteen despertó una reacción similar cuando calificó a Donald Trump como el «candidato presidencial más peligroso que he visto en mi vida», en un apasionado discurso previo a las elecciones; y cuando el presentador del programa vespertino, Jimmy Kimmel, contuvo sus lágrimas tras «una noche terrible», después de anunciados los resultados de las elecciones de 2024. Criticar los valores y sensibilidades progresistas se convirtió en una suerte de grito de guerra (a falta de un mejor término) de la multitud MAGA («Make America Great Again»). Está de moda burlarse del sentimiento. Además del cúmulo del ataque de la derecha, fiel a su estilo, el candidato al Senado, Sam Parker, fue rápido en atacar a la estrella de «Emilia Pérez», pidiendo que sea deportada y afirmando que la cantante es una «descendiente de tercera generación de mexicanos ilegales que recibió la ciudadanía en la amnistía de 1987». Ahora, puede que yo sea sólo otro «progre woke izquierdista» con más emociones que sentido, pero no creo que llorar por el estado del mundo -en particular cuando se tiene un vínculo directo con los afectados- sea algo malo. Para mí, no se trata de mostrar que uno es moralmente superior ni de ser autocomplaciente; es una demostración de no estar completamente desprovistos de compasión, empatía y decencia, y una muestra de integridad- cualidades a las que todos deberíamos aspirar. Al igual que muchas de las protestas a escala mundial en respuesta al Trump 2.0, y la ola de órdenes ejecutivas aterradoras que impulsó en cuestión de días, estas muestras de emoción sirven como un mensaje relevante para quienes están siendo atacados. Les muestra que no están solos, que no han sido olvidados y que no solo los estadounidenses, sino que el mundo entero, no harán la vista gorda a su sufrimiento. Pero también debe llegar el momento en el que nosotros -estadounidenses y no estadounidenses- dejemos de llorar y actuemos. Y no, no me refiero al tipo de «acción» que se vio en la insurrección del 6 de enero. Nadie necesita más violencia, negación y berrinches al estilo Trump. Me refiero a trabajar tanto a nivel local como global para ayudar a proporcionar apoyo, información verídica y financiamiento. Ya sea un voluntariado en organizaciones y entidades que trabajen con inmigrantes, refugiados, personas transgénero o en derechos reproductivos, compartir recursos útiles -no sólo bonitas infografías en Instagram- o hacer donaciones a iniciativas que ayuden a proveer asesoría legal gratuita o con tarifas reducidas a quienes lo necesitan (u ofreciendo nuestros propios servicios si poseemos estas habilidades) hay una amplia variedad de soluciones practicas que marcarán la diferencia. Participar en debates matizados y abrazar las diferencias es clave, lo mismo que encontrar un terreno común y explicar un punto de vista alternativo de forma calmada y racional. No alcanza con molestarse con quien piense distinto a nosotros, tenemos que escuchar, aprender y responder de manera adecuada. También es importante observar cómo ocurrió esto en primer lugar, porque la historia pareciera repetirse a sí misma; por que los Estados Unidos, otrora un faro venerado de la democracia, corre el riesgo de convertirse en una dictadura. Este tipo de acontecimientos no ocurren de la nada, ni ocurren de forma aislada. Así como hay una marea de ideas de ultraderecha en Estados Unidos, también hay un aumento en Europa e incluso en el Reino Unido. Y todos sabemos las muy reales consecuencias de esta trayectoria. Dibujar una línea en la arena refuerza la narrativa del «nosotros contra ellos», y solo sirve para ampliar la grieta. No sugiero ni por un segundo que olvidemos, o incluso perdonemos, a quienes votaron por Trump y similares, quienes siguen difundiendo esta retórica divisiva. Sus seguidores saben exactamente quiénes son y a quienes representan, ya no hay un espacio para la interpretación. Pero, igualmente, si los denunciamos rotundamente y no logramos conectar con estas personas, sólo podemos esperar más de lo mismo, o peor. Derramar lágrimas de alto perfil solo continuará pintándonos como víctimas, a merced de caprichos de políticos y multimillonarios. Esto los fortalecerá y les mostrará lo fácil que entregamos nuestro poder. Aunque no lo parezca ahora mismo, sí tenemos poder, y podemos superar estos tiempos oscuros. Pero para hacerlo, tendremos que secarnos las lágrimas y dar una buena pelea. * De The Independent de Gran Bretaña. Especial para PáginaI12.
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