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Gualeguay » Debate Pregon
Fecha: 24/01/2025 21:12
La política, en su esencia más pura, es un acto de creación colectiva. Es la expresión más elevada de la esperanza humana, el espacio donde las ideas se transforman en acciones concretas, donde las palabras se convierten en derechos y donde los sueños de una sociedad encuentran caminos para hacerse realidad. Aunque a menudo sea vista con desdén o desconfianza, la política tiene una belleza que, bien mirada, es capaz de conmover e inspirar. Esa belleza no radica en la perfección, ni en las respuestas fáciles o inmediatas, sino en la posibilidad de transformar realidades. La política, en su mejor versión, es el arte de imaginar lo posible, de tender puentes entre las diferencias, de construir consensos allí donde todo parece grieta. Es la búsqueda constante de un equilibrio entre lo que somos y lo que aspiramos a ser como sociedad. En un mundo marcado por desigualdades, la política se convierte en la herramienta capaz de corregir las injusticias históricas, de dar voz a quienes han sido silenciados y de iluminar los márgenes donde habitan los olvidados. No se trata solo de gestionar recursos o promulgar leyes, sino de tejer un entramado común que sostenga la vida en comunidad. Es, en definitiva, el espacio donde el "nosotros" cobra significado. La política tiene, además, una dimensión profundamente poética. Es allí donde los ideales encuentran refugio, donde el diálogo se convierte en herramienta y donde el futuro se construye palabra por palabra. En el debate, en la negociación y en la búsqueda de acuerdos, se despliega una danza que, aunque imperfecta, refleja la voluntad de una sociedad de avanzar junta, incluso con sus contradicciones y desafíos. Sin embargo, como todo lo humano, la política no está exenta de sombras. La ambición desmedida, la corrupción y el oportunismo son manchas que oscurecen su esencia y hacen que muchos pierdan la fe en ella. Pero incluso en sus tropiezos, la política conserva algo inquebrantable: la posibilidad de redención. Porque la política, cuando se ejerce con integridad y compromiso, es el arte de reparar, de sanar las heridas del pasado y de abrir caminos hacia un futuro más justo. En este sentido, la política se convierte en un acto de resistencia y creación. Resistencia, porque implica luchar contra el cinismo y la apatía, porque requiere enfrentarse a la indiferencia y la desesperanza. Y creación, porque implica imaginar lo que aún no existe, proyectar un horizonte de posibilidades y trabajar para hacerlo tangible. En un mundo que a menudo nos empuja al individualismo, la política nos recuerda que somos parte de algo más grande, que nuestras vidas están entrelazadas y que solo a través del esfuerzo colectivo podemos enfrentar los grandes desafíos de nuestro tiempo. Cambiar el rumbo de una sociedad, construir un futuro compartido, es una tarea que solo puede lograrse desde el compromiso político, desde ese acto de entrega que nos vincula con los demás. Por eso, la política es mucho más que un conjunto de reglas o procedimientos. Es una obra en constante construcción, un espejo donde una sociedad se reconoce, se cuestiona y se reinventa. Es un espacio de diálogo, de encuentros y desencuentros, pero también de posibilidades infinitas. La belleza de la política no está en su perfección, porque no es perfecta. Está en su capacidad para transformar, para movilizar y para imaginar un futuro mejor. Está en ese germen de esperanza que late en cada decisión, en cada propuesta, en cada idea que busca mejorar la vida de las personas. Y es esa esperanza, profundamente humana, la que hace de la política un arte imprescindible. Al final, la política no es otra cosa que la expresión de nuestra humanidad, con todas sus luces y sombras. Es el acto de construir juntos, de buscar sentido en medio de la incertidumbre y de abrazar la posibilidad del cambio. Porque, como alguna vez se dijo, la política es el arte de lo posible, y en esa posibilidad radica toda su belleza. Julián Lazo Stegeman
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