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» Diario Cordoba
Fecha: 24/01/2025 14:46
En estos días azules, la institucionalidad patria se gasta los cuartos del contribuyente en ese sitio que llamamos Fitur. La feria internacional de turismo es una tradicional oda al gasto público, a la dieta, a las noches de hotel bueno, a la escapada del ejecutivo (y de la ejecutiva) por las calles de Madrid. Sin remordimiento. Tiempo de libertad conyugal, amores fugaces y solícitos, entre la inquebrantable impunidad que permite la factura en la que, lacónicamente, se incluye a dos comensales sin más explicaciones que las precisas. Esto de Fitur es para verlo in situ, que dicen los que quieren presumir de latinidad. Consiste en gente de aquí contándole lo que ya sabe a otra gente de aquí, pero que se ha ido a Madrid a costa de la institución, de usted. Pregunta uno, con toda su buena fe, que toda esta gente qué coño hace que no está trabajando y la respuesta es que hay que estar allí aunque no se sepa muy bien exactamente para qué. Porque la clave no es ser, que es sustancia, sino estar, que es un accidente geográfico. Que te vean en los pasillos de Ifema, en las mesas reservadas de los gastrobares del barrio de Salamanca, te convierte automáticamente en alguien. Así va la cosa, brother. Como ejemplo, el Ayuntamiento de Córdoba va a presentar un paquete turístico de dos noches y tres días para elevar la estancia del querido visitante en una ciudad que cierra en domingo y fiesta de guardar. Como ustedes podrán imaginarse, la institución no tiene hoteles, ni pone tapas, ni tiene las herramientas para vender nada. Promociona un paquete imaginario de cosas que ni siquiera existen, como lo de las lucecitas del Alcázar, que es un espectáculo en aristotélica potencia, ya que no se puede comprobar su naturaleza fáctica. Al PP le salía el ardor guerrero con Isa Ambrosio y Perico García con este asunto, pero ya puestos digamos que su gestión en la materia constituye un triunfo catastrófico. Sucede que el turismo es un negocio de empresas que tienen externalizado el gasto promocional en los impuestos de todos. Imaginen que el Ayuntamiento o la Diputación se hiciesen cargo de la factura en publicidad corporativa de la industria de transformadores eléctricos, de las granjas avícolas o de las electrolineras. Ese ente llamado sector turístico ha sido siempre lo suficientemente inteligente como para descargar una inversión que debería de ser empresarial en la colectividad. Socializando las pérdidas se explica uno todo lo demás. No me molesta que se vaya a Fitur o a la Conchinchina, si falta hiciese. Lo que me parece bochornoso es asistir a la peregrinación anual de los que van a pasear la maleta y a pegarse unos días de asueto a costa del contribuyente, que nunca tendrá la suerte de acabar en un discreto reservado de Joy Eslava o Ramsés para soportar el estrés del héroe trágico que no tiene más remedio que sacrificarse a nuestra costa. Suscríbete para seguir leyendo
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