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» Corrienteshoy
Fecha: 23/01/2025 15:20
Lo emocional como activo político Por Marcial Amiel "¿Hola?/ Mariano, decime/ Te paso el teléfono, quiere hablarte.../ No, dame diez minutos que termino de bañar a los chicos". La veracidad de esa conversación, supuestamente ocurrida hace más de una década, entre el secretario de la presidencia y un ministro, es incomprobable. Sin embargo, sigue rodando como mito en el ámbito político. Real o inventada, puede encerrar una clave para construir el futuro. Raúl Alfonsín fue el primero, en la Argentina reciente, en acertar la demanda emocional de la sociedad y construir una estrategia acorde. Milei ganó la elección de 2023 en ese mismo plano, al encarnar como nadie un genuino enojo con todo y con todos. Qué puede ocurrir en 2027. Tras siete largos y sangrientos años de dictadura y una guerra absurda e improvisada, en 1983 nada era más ansiado que la paz. Se trataba, se trata aún hoy, de un valor asociado a lo femenino. El chascomusense interpetró que con el electorado tradicional radical no alcanzaba y que esa demanda atravesaba espacios políticos y era común a todas las mujeres. Les habló a las mujeres peronistas, que lo votaron y, en muchos casos, hicieron valer su peso como líderes de opinión familiares. Así construyó su mayoría, que colmó la 9 de Julio primero y las urnas después, cuatro décadas antes de que Antoni Gutiérrez Rubí escribiera "La gestión de las emociones políticas". Hoy, que ya casi nadie, salvo unos pocos baby boomers renegados, apela a la racionalidad de los electores, es buen momento para reivindicar contra la corriente un activo buscado y valorado en general, pero especialmente por el público femenino: la responsabilidad afectiva o emocional. Se trata de un concepto desarrollado por la psicología en la década de 1990 que podría resumirse en el cuidado por el otro a la hora de expresar las emociones propias, la predisposición a construir un entorne afectivo saludable, respetuoso y cuidado. La contracara exacta de la cosificación del otro, o de la impunidad, esa otra epidemia contemporánea. Esa responsabilidad afectiva, que se expresa de diversas maneras, desde la paternidad presente a la claridad en los contratos en las relaciones breves, no es otra cosa que una forma de cuidado. Se trata de algo que ha dejado de ser un extra o un bonus, para volverse central. Es la ampliación del tradicional mandato masculino de "hacerse cargo", ahora a otras esferas. Requiere, cuentan los profesionales de la salud mental, una relación de aceptación de los propios aspectos femeninos y de una autoestima sólida, que no necesita de gritos o provocaciones altisonantes (dime de qué alardeas y te diré de qué careces). Pero lo personal es político y viceversa. No cualquiera puede hacer cualquier cosa. La figura que brinde o finja brindar en la esfera pública lo que no tiene en la privada terminará oscilando entre la pérdida de credibilidad y, peor aún, el ridículo. Hoy, es cierto, la responsabilidad afectiva parece en retirada global, frente a pulsiones violentas y egoístas, en nuestro país insufladas a la sociedad por la máxima autoridad del Estado. "Zurdos hijos de putas tiemblen", volvió a escribir en la red social de su admirado Elon Musk luego de participar de la asunción de Donald Trump. Sus seguidores, en la red que representa su zona de confort, lo celebraron. Sin embargo, el desafío no se trata de correr a alcanzar la ola en curso, algo que cualquier surfista asumirá como causa perdida, sino de estar bien posicionado para la próxima. Nadie se atreve a vaticinar cuán profunda o dramática será la destrucción que dejará el experimento libertario en Argentina, pero nadie duda que el saldo será de signo (muy) negativo. El voto a Milei, como la paciencia con su gestión, tienen un fuerte componente masculino. Si el experimento fracasa, el liderazgo doméstico, es de esperar, volverá a cambiar de manos. En los sectores populares y las franjas inferiores de la clase media hubo fuertes discusiones intrafamiliares durante todo 2023, entre los hijos varones jóvenes, encandilados por la promesa de dólares, y la realpolitik de las matronas, que además de consentirlos saben lo que cuesta sostener una familia, en lo emocional como en lo económico. Hoy, en nombre de la armonía doméstica, se evita el tema, se finge demencia. Entonces, pasado el ataque de rebeldía adolescente, concluida la borrachera de ira que arrasa con lo que encuentra a su paso, es bastante probable que la sociedad argentina reclame algún tipo de madurez, de cuidado, de liderazgo basado en la empatía y no en el disfrute del sufrimiento ajeno. Durante el primer mandato de Cristina Fernández, el entonces gobernador de Chubut Mario Das Neves lanzó su candidatura a presidente. Hábil entendedor, Néstor Kirchner intentó disuadirlo, con la intención de preservarlo de una colisión de la que podía salir con pronóstico reservado. Le explicó que la sociedad venía de votar un presidente patagónico, algo anómalo en su historia, y no iba a votar otro tan pronto, no habría presidentes patagónicos por muchas décadas. No caen dos rayos seguidos en el mismo lugar. A CFK, nacida bonaerense y santacruceña adoptiva, le siguieron tres porteños: el ingeniero Mauricio Macri, el profesor Alberto Fernández y el panelista Javier Milei. Las sociedades pendulan. La Argentina no es excepcional en esto.
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