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» Diario Cordoba
Fecha: 23/01/2025 12:52
El entrenador del Real Madrid, Carlo Ancelotti, ante el Salzburg en la Champions League 2024/25. / Oscar J. Barroso / EP A Carlo Ancelotti, prócer del fútbol, no le falta socarronería para darse por pasmado al ver que su Real Madrid va líder en la Liga cuando el sentir general es que su juego es opaco. Al Cholo Simeone, baqueteado como nadie en el banquillo colchonero, le asombra que le cuestionen por presuntos donativos arbitrales a los madridistas cuando, en su opinión, se perpetúan desde hace cien años. A Hansi Flick, aún forastero en el fútbol español, le deja turulato comprobar en directo el ulceroso ecosistema del Getafe en su Coliseum. Demasiada estupefacción de veteranos y noveles. Ancelotti, como ilustrado del calcio, prepondera la victoria a cualquier mesa redonda sobre el estilo y otras gaitas. Ganar y ganar, punto. Es lo suyo y es el tuétano del Madrid desde su fecundación. Cuando no hay victorias el entorno merengue se mosquea. No tanto porque el fútbol del equipo sea más o menos versallesco, sino porque en sus escrituras no se contempla la derrota ni por asomo. Y menos por aplastamiento del Barça. Bien sabe el técnico italiano que este Real no es un equipo redondo. Él mismo ha deslizado más de una tacha. Otra cosa es que el Madrid, que no siempre precisó ser el Bolshói para levantar títulos, se las ingenie para no irse a la cuneta en las peores curvas. Si los adversarios aflojan, ahí está el Madrid, por borroso que parezca. Lo mismo da que apabulle a los rivales más mundanos y se estrelle contra el Liverpool, el Barça, el Milan… A Ancelotti no le hace falta reivindicarse, salvo por necesidad de desahogo tras unos pitidos en Chamartín. Hoy, uno no vislumbra mejor entrenador para equilibrar al Madrid de Rodrygo, Vinicius, Bellingham y Mbappé. Un día antes de ser destronado del liderazgo, Simeone sacó el tirachinas contra el Real, socorrido en la Copa por una afrenta arbitral al Celta. Replicado por Ceballos y el propio Ancelotti, el preparador argentino rebobinó en la hemeroteca para recordar a uno y otro sus “quejíos” contra el Madrid cuando le tuvieron de contrincante. Memoria que no tuvo el entrenador rojiblanco para recapitular hasta mayo de 2014, cuando un gol mal anulado a Messi en el Camp Nou contra su Atlético le aupó al título. Y no es necesario ir tan lejos. Hace unos días el Leganés fue el Celta. A los pepineros les azotaron con un “penaltito” (menos aún) que no embocó Griezmann. El Cholo, que tiene a su escuadrón del Metropolitano bien afinado, sobrecargado de fe y con un fútbol bizarro y emotivo, no precisa coartadas si se queda a un palmo del oro. Hoy, uno no vislumbra mejor entrenador/director de orquesta para el Atlético. Flick, todavía becario en el fútbol español, advirtió en Getafe que no es ninguna guasa que el estadio se llame Coliseum. Sobre su arena romana los sacamuelas azulones pueden descabellar a cualquiera. No dejan respiro y, por lo general, obligan a los grandes a ser igual de jabatos. Corresponde al pelotón arbitral marcar la raya. Flick, por ahora triunfante ante varios campeones de Europa (Madrid, Bayern, Dortmund, Estrella Roja, Benfica), se la ha pegado con los de menor escala (Leganés, Las Palmas, Celta, Betis, Getafe, Osasuna). Y, desde luego, el ropaje ambiental de Montjuïc, donde cantaron bingo pepineros y canarios, no es el del Coliseum. Más allá de vídeos y algoritmos, alguien del club debería ilustrarle mejor de qué va el Sadar o que en Getafe hace más de dos décadas que ya no hay margaritas. Con todo, hoy uno no vislumbra mejor guía/tutor para este Barça tan ilusionante como extremista.
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