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» La Capital
Fecha: 20/01/2025 15:34
Desde la semana pasada, Rosario cuenta con un nuevo complejo de cines. Se trata de un mega complejo de ocho salas ubicado en un shopping. Pero los amantes o seguidores del segmento clásico del séptimo arte , también cuentan con otro reducto que parece rescatar una forma de consumir cultura parecida a la que se vivió en la década de 1980 cuando en algunos bares de la ciudad se proyectaban películas a través de videos VHS en televisores de tubo. "Bad Company", en Pichincha (ex Ricchieri) 12 bis, sigue en la senda de algunos bares de antaño, que comenzaron a recibir en ese entonces al público que quedaba huérfano por el lento, pero incesante, cierre de los tradicionales cines de barrio en Rosario. El pub ubicado en uno de los puntos neurálgicos de la movida gastronómica cercana a la Estación Rosario Norte, se suma a espacios que ya son referentes en el tema como el Cine Club Rosario, en Tucumán y España ; el Cineclú, en Sarmiento al 1100, y Otro Club de Cine, iniciativa que es itinerante y va cambiando de sede, donde también se puede despuntar el vicio de encontrarse con obras que exceden la oferta comercial. La historia de bares que pasaban películas se remonta a mediados de los años 80. En Rosario había locales que subiéndose a la novedad de aquel entonces del sistema VHS, casetes de cintas que en poco tiempo adquirieron un uso hogareño conforme a la proliferación de los videoclubes, los cuales a su vez se transformaron en pequeños focos de atracción barriales. Se podía ver cine y a la vez tomar o comer algo, y los locales se llenaban. Sobre la segunda mitad de la década, algunos también comenzaron a difundir videos musicales a caballito de lo que en ese entonces era algo nuevo en la materia y de lo que poco se conocía a través de la cadena MTV. Los reductos gastronómicos dedicados al cine gozaron de buena salud en aquella época. Uno de esos espacios estaba ubicado en la esquina de 9 de Julio y Alem, “Cristopher”, en pleno barrio Martin. También el local enclavado en diagonal al Teatro El Círculo, en Mendoza y Laprida, supo estar en esa lista. En el microcentro, se podría sumar “Island”, en el entrepiso de la galería “Santa Fe” (Santa Fe al 800), pero más apuntado hacia los videos clips musicales. Tras el cierre del emblemático cine de Mendoza al 3900, los seguidores del séptimo arte también podían reunirse en Echesortu en “Carpaneto”, en Mendoza y San Nicolás; en “Bambi”, en Francia y Mendoza, y “El Tejedor”, frente a la Facultad de Medicina. También estaba “Bolita”, en Constitución y Mendoza. "Bad Company" vendría a sostener esa llama, pero con un público renovado y deseoso de encontrarse con material del que solo escuchó hablar a personas mayores. Ese es el caso de Nicolás Pacheco. Tiene 31 años y es uno de los titulares del emprendimiento que arrancó en agosto de 2023 con la intención de combinar en principio dos grandes pasiones: el rock y las motos. En diálogo con La Capital, dice que a pesar de no haber vivido en esa época, se identifica con el cine la música de los 80, casi al nivel de un coleccionista. “Es un bar de rock y taller de customización de motos. Ese era nuestro leiv motiv”, resume Pacheco. La historia de cómo un emprendimiento dedicado al rock y a la movida motoquera giró hacia la difusión de películas clásicas de distintos géneros es muy simple. bad company3.jpg Noche de cine en barrio Pichincha. Suspenso y terror en la cálida noche de Rosario. Foto: La Capital / Leonardo Vincenti >> Leer más: Abrió Las Tipas, el nuevo cine de la ciudad Rememora Pacheco: “Pasaba que los viernes y sábado, la rompíamos en cuanto a convocatoria, pero los jueves no venía nadie. No sabíamos cómo resolver eso. El bar tiene varias pantallas grandes donde pasamos videos clips o recitales todas las noches, algo que tiene bastante aceptación. Y pensé en el algo que me gusta muchísimo: el cine. Entonces se nos ocurrió pasar películas. Y encajaba todo. Nos gustaba el rock, las motos y el cine, es decir hacemos lo que nos gusta". Clásicos de vampiros y noches de brujas Al principio, la intención de introducir una movida cinéfila en pleno Pichincha generaba algunas dudas: “Nunca se había hecho algo así en este lugar. No sabíamos si le gente iba a responder. Podía sonar medio raro eso de ir a ver una película a un bar. Así y todo, probamos en la noche de Halloween (31 de octubre). Funcionó y explotó el bar”, reconoce Pacheco. Para la ocasión, se proyectaron “Nosferatu” (1922) del director Friedrich Wilhelm Murnau, y “Halloween” (1978), de John Carpenter. La propuesta prendió y lo más interesante es que la apoyó mucha gente joven. El único detalle a tener en cuenta es que hay que acudir con reserva previa de ubicaciones por las dimensiones del recinto. La entrada es libre. Por ejemplo, el último jueves la propuesta para los amantes del cine clásico de terror se renovó con un segmento dedicado al director George A. Romero, pionero de la temática zombie, con dos de sus trabajos más reconocidos: “La noche de los muertos vivientes” (1968) y “Amanecer de los muertos” (1978). Embed Ver esta publicación en Instagram Una publicación compartida de Bad Company Custom Garage (@badcompanycustomgarage) >> Leer más: David Lynch: el legado invaluable de las imágenes infinitas “Apuntamos al cine clásico. Hemos pasado films más nuevos, pero la gente prefiere lo viejo, incluso en blanco y negro; títulos que no están en las plataformas o que son difíciles de conseguir, o que muchos jóvenes escucharon hablar y nunca vieron de algún director en especial. Y aquí tienen la oportunidad. El por qué pasar películas fue ese: los jueves no funcionaba el bar y llevamos adelante esta idea, porque nos gusta. Con mi socio, que está a cargo del taller de motos, y con Lissy, la encargada del bar, todas las mañanas tomamos unos mates y pensamos en títulos de películas clásicas, en directores. Así, vamos tirando ideas y buscando la vuelta”, sostiene Pacheco. El emprendedor admite que siempre consumió el cine y la música de los 80. “Por mi pasaría en el bar todas películas de aquella época, pero la gente pide films en blanco y negro. La última función, en vez de pasar dos películas, proyectamos capítulos de la serie ‘La dimensión desconocida’ (The Twilight Zone). Me encanta, tiene un formato muy copado que permite que no se haga tan pesada la proyección”. Anochecer de un jueves tórrido en Rosario, en "Bad Company" está todo listo para la función. Los equipos de aire acondicionado ayudan a conjurar una sensación térmica que en la calle debe estar todavía por arriba de los 30º. En la vereda, un cartel anuncia las propuestas para ver, mientras Pichincha va tomando color en la noche. El inmueble se divide en dos grandes sectores. En la planta baja funciona un taller de restauración y arreglo de motos (casi un museo de las dos ruedas), una tienda de ropa, donde además de prendas de uso cotidiano también se puede hallar indumentaria específica para motociclistas, y una barbería. La actividad allí es de lunes a viernes de 11 a 19. Embed Ver esta publicación en Instagram Una publicación compartida de Bad Company Custom Garage (@badcompanycustomgarage) En el sector superior, a modo de un gran loft, está el amplio bar, equipado con enormes televisores, un equipo de sonido profesional y todo el mobiliario correspondiente. Las figuras de Pappo y Ricardo Iorio se asoman por detrás de la barra, dando otra pista de por dónde viene la onda. Allí, después de las 20, se produce la mixtura entre rock (viernes y sábado, con bandas locales y karaoke) y cine de culto (los jueves). Lissy cumple una doble función en el emprendimiento. A la noche es la encargada del bar y durante la tarde se dedica a su otra pasión, costumizar motos. La chica le cuenta a La Capital que también le encanta el cine, que estudió para ser guionista y que acompaña a los dueños desde la misma fundación del bar. “En su mayoría vienen jóvenes fanáticos del cine, muchos estudiantes también. La idea es pasar dos películas, pero todo depende de la duración. Hacemos un corte al terminar la primera, pero no muy largo. La idea es terminar antes de medianoche”, dice mientras las mesas del bar se van ocupando con público que opta por comer o tomar algo antes de la proyección. Lo de la franja etaria es real. Al menos el jueves a la noche, un público mayormente joven copa todas las ubicaciones. Unos minutos después de las 21, las luces principales bajan de intensidad y los televisores comienzan a bajar la historia dirigida por George A. Romero en la que los hermanos Johnny y Bárbara llegan a un cementerio para homenajear al padre fallecido hace un tiempo y se encuentran con una aterradora sorpresa. Y entonces el público vuelve a firmar ese pacto no escrito para dejarse llevar por una buena historia e ingresar a “La noche de los muertos vivientes”.
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