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  • Shigemitsu Tanaka, superviviente de Nagasaki: "Escuchamos el bombardeo y la onda expansiva vino hacia nosotros"

    » Diario Cordoba

    Fecha: 20/01/2025 09:26

    La sencillez viste al japonés Shigemitsu Tanaka, que solo lleva consigo cuatro o cinco fotografías y una tela de color crema. Son las únicas piezas de las que se sirve para retroceder al bombardeo de Nagasaki y recordar, a sus 84 años, aquel 9 de agosto de 1945 que marcó su vida "Tenía 4 años y vivía a 6 kilómetros de la explosión. Estaba jugando en el jardín bajo un árbol con mi abuelo y mi hermano. De repente, les avisé de que se escuchaba un avión. Nada más pronunciar esas palabras, el cielo de Nagasaki brilló intensamente con una luz blanca", explica sereno. Shigemitsu Tanaka ha visitado estos días Zaragoza en el marco de su recorrido por varias ciudades españoles. Ha sido la Universidad de Zaragoza quien ha posibilitado la visita del japonés a la capital aragonesa, donde dio una conferencia en el Aula Magna del Paraninfo el pasado sábado. Durante su relato, recordó el momento de la explosión. "Escuchamos el ruido y la onda expansiva vino hacia nosotros. Sorprendido, grité que habían bombardeado la montaña de enfrente y corrí hacia dónde estaba mi madre. Los cristales se rompieron y las puertas correderas volaron por los aires", cuenta. Tanaka desenvuelve con delicadeza la tela de color crema que lleva consigo. De su interior saca una teja. "Esta parte -dice mientras señala el lado de color negro- es la normal. Esta otra -comenta al tiempo que apunta hacia el lado marrón y rugoso- es la afectada por la bomba". Tardó tres segundos en quedar así. "Si la piedra quedó en ese estado, imaginad cómo quedaron los cuerpos de las personas que estaban cerca de la explosión", apunta. Shigemitsu Tanaka muestra cómo quedo una teja tras el ataque de Nagasaki / Miguel Ángel Gracia El entorno de Nagasaki quedó destrozado y la madre de Tanaka fue requerida en el pueblo para socorrer a los afectados, que fuerontrasladados a un colegio cercano. El japonés evoca las palabras de su madre: "En las aulas yacían tanto niños como ancianos. Las heridas eran de tal gravedad que era imposible distinguir si se trataba de hombres o de mujeres. Se escuchaban muchos gemidos y había un olor extraño". Y añade: "Nadie podría pensar que se trataba de seres humanos". La piel se les caía, pero en el pueblo no contaban con medicamentos ni recursos para hacer las curas. Lavaban los cuerpos con agua hervida con sal y retiraban los gusanos y trozos de cristal clavados en los cuerpos. "Cuando dejaban de escuchar los lamentos sabían que la persona había fallecido", dice. Una situación que su madre definió como "un infierno" y que para él, por entonces un niño, era difícil de comprender qué pasaba. "No era consciente de que era un hibakusha, es decir, un afectado por el ataque", dice el superviviente. Busca entre las fotografías y muestra una imagen sobrecogedora: el cuerpo carbonizado de un niño de 13 años. Y, como el suyo, el de miles de japoneses más. En la familia de Tanaka no fueron pocas las consecuencias de la radiación. Días después de la explosión, empezaron a sufrir diarreas, y a su madre le salió una erupción que fue denominada la sarna de la bomba atómica. Fueron los primeros efectos de unos problemas de salud que no cesaron. "Mi madre tuvo problemas de hígado y de tiroides y fue ingresada en numerosas ocasiones", señala. Shigemitsu Tanaka muestra imágenes del cuerpo carbonizado de un niño tras el ataque de Nagasaki. / Miguel Ángel Gracia Las consecuencias fueron más allá de lo físico y la situación familiar de Tanaka se agravó cuando su padre, que había sido miembro de uno de los equipos de rescate y había hecho tareas de recuperación de cadáveres y limpieza de escombros, comenzó a maltratar a su madre. Ella se quedó embarazada sin desearlo y trató de abortar. "La vitalidad del bebé fue más fuerte", afirma Tanaka. En 1948 nació su hermana. Al fallecer su padre de cáncer, la familia se quedó sin ingresos. Su madre murió joven y el cáncer también se llevó la vida de su hermano. Los años pasaron y Tanaka se casó con una mujer descendiente de las víctimas de la bomba. Juntos tuvieron dos hijos. Lo que el tiempo no consiguió llevarse fueron las consecuencias del ataque nuclear. "Durante el embarazo de mi hija descubrimos que el corazón de la que iba a ser mi nieta estaba desviado y se determinó que tenía una deficiencia en el diafragma", cuenta con seriedad. La niña solo vivió 3 días. Al poco tiempo, su hija se divorció. El superviviente explica que en el país hubo una gran discriminación hacia los hibakusha. «En el caso de los hombres se podía ver en la dificultad para acceder al trabajo», explica. Las familias prohibían las relaciones con heridos del ataque nuclear porque, según se decía, eran contagiosas y podían implicar problemas en el embarazo, entre otras dificultades. "Muchas mujeres con heridas decidieron no casarse, desistieron. No tenían familia, no tenían hijos, habían perdido a sus padres… Ahora hay muchas mujeres en esa situación de soledad", señala. El contexto general era de silencio. En el país se impuso un código de prensa para evitar que los medios indagaran en lo sucedido, y Tanaka denuncia que "el gobierno japonés no hizo nada durante 12 años". Su pueblo no fue reconocido como lugar afectado por el ataque hasta 29 años después del bombardeo. Pero el japonés no omitió lo sucedido. En el 2000 sufrió un infarto y comenzó su militancia en Nihon Hidankyo, una organización formada por supervivientes de la bomba atómica de Hiroshima y Nagasaki. Los últimos 25 años de su vida los ha dedicado a compartir su historia. La institución recibió el Premio Nobel de la Paz de 2024. "El tabú nuclear está siendo amenazado con la posibilidad de utilizar armas nucleares de nuevo (...). Es necesario recordar qué son las armas nucleares", dice. Y, una vez más, saca su última y mejor herramienta: su voz. "No podemos coexistir con las armas nucleares, son demoniacas y su propósito es la extinción. Su abolición es la única solución", afirma

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