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  • Quién inventó las tarjetas rojas y amarillas en el fútbol y cómo se le ocurrió la idea

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 20/01/2025 02:32

    Kenneth George Aston, el inventor de las tarjetas en el fútbol Mientras conducía por la calle Kensington, en Londres, el semáforo cambió a rojo y pensó: “Si fuera amarillo, aún podría pasar. Pero al ser rojo, significa que debo detenerme”. Este simple instante, tan cotidiano, fue el catalizador de una idea que cambiaría para siempre el fútbol profesional. En ese momento, el árbitro inglés Kenneth George Aston imaginó un sistema para señalar infracciones de manera clara y comprensible, y fue entonces cuando se le ocurrió la brillante idea de introducir las tarjetas amarilla y roja en los partidos de fútbol. A inicios de la década de 1960, el fútbol se encontraba en un punto crítico. la violencia y la agresividad de algunos jugadores habían alcanzado niveles alarmantes. Debe recordarse que los controles antidoping no existían y se gozaba del beneplácito para incrementar la mayor entrega física y otras cosas más. En muchos partidos, el campo de juego se transformaba en un verdadero campo de batalla, donde los jugadores no dudaban en recurrir a tácticas de juego sucio, lo que generaba constantes lesiones y tensiones. Los árbitros, incapaces de controlar las situaciones de manera eficaz, se veían desbordados. Las faltas graves a menudo quedaban sin sanción adecuada, y los partidos se desarrollaban en un ambiente de constante hostilidad. La vergonzosa "Batalla de Santiago", el partido entre Chile e Italia en el Mundial 1962 En dos Copas del Mundo, las de Chile 1962 e Inglaterra 1966, hubo casos emblemáticos que reflejaron esta problemática, ya que jugadores de distintas selecciones se enfrentaron de forma tan violenta que las consecuencias físicas eran casi inevitables. En algunos encuentros, los árbitros tenían dificultades para tomar decisiones justas, ya que no existían señales claras para imponer una sanción rápida y comprensible. Esta falta de mecanismos eficaces provocó que las peleas entre jugadores fueran tan comunes como las jugadas técnicas, deteriorando la calidad del juego y poniendo en riesgo la integridad física de los deportistas. Los Mundiales 1962 y 1966 tuvieron varios partidos con mucha violencia dentro del campo de juego La Copa del Mundo de 1962 El fútbol, a lo largo de su historia, fue escenario de momentos de gran emoción, pero también de violencia incontrolable. Uno de los ejemplos más representativos de esta faceta del deporte ocurrió durante la Copa del Mundo de 1962, en el partido inaugural entre la Unión Soviética y Yugoslavia, que estuvo marcado por fuertes golpes y hasta fracturas entre los jugadores. Pero este tipo de agresividad no fue exclusivo de ese encuentro. En el partido entre Alemania e Italia, también se registraron episodios de violencia, al igual que en el enfrentamiento entre Checoslovaquia y España, donde el arquero español sufrió una patada en la cabeza que lo dejó inconsciente durante unos minutos. En el partido entre Argentina y Bulgaria, varios jugadores terminaron gravemente lesionados. Una postal de la "Batalla de Santiago" “La Batalla de Santiago” Pero si hubo un partido que dejó una huella imborrable por la brutalidad de su juego, fue el famoso encuentro entre Chile e Italia, conocido como “La Batalla de Santiago”. En este partido, la violencia alcanzó niveles inauditos. Patadas, puñetazos y, hasta la intervención de la policía en la cancha, fueron parte del espectáculo. La selección chilena se impuso 2-0, pero el encuentro fue severamente criticado por su arbitraje. Kenneth Aston -el mismo que luego tuvo la idea de las tarjetas disciplinarias- estuvo al frente de este partido como árbitro y expresó más tarde que, en lugar de cumplir con las funciones tradicionales de un juez, su rol se convirtió en el de un observador de una batalla campal. “En Santiago me limité casi a contar los puntos de las maniobras militares del campo, mi función no recordó para nada las tareas de un árbitro”, comentó Aston, impactado por la violencia desatada en la cancha y sus faltas de herramientas para el control y la conductas de los jugadores. Este enfrentamiento fue un punto de inflexión para Aston, quien, al ver de primera mano la brutalidad de algunos jugadores, entendió que era necesario implementar una solución que pudiera garantizar la seguridad de todos los involucrados. El árbitro alemán Rudolf Kreitlein tuvo que ser escoltado por la policía en el partido entre Inglaterra y Argentina en 1966 Mundial de Inglaterra 1966 Tras su retiro del arbitraje en 1963, Aston asumió un rol clave como miembro de la Comisión de Árbitros de la FIFA en 1966, y, poco después, como su presidente entre 1970 y 1972. Durante su tiempo en esta comisión, se enfrentó nuevamente a un escándalo de gran magnitud: el enfrentamiento entre Argentina e Inglaterra en los cuartos de final del Mundial de 1966. Este partido estuvo marcado por tensiones y controversias, pero Aston, con su visión de reformas en el arbitraje, trabajó para asegurar que tales situaciones no se repitieran. Los problemas de comunicación demoraron la expulsión de Rattín La furia en otro idioma En medio de este ambiente de agresividad, el árbitro alemán Rudolf Kreitlein se encontró ante una situación que marcaría un antes y un después en la historia del fútbol. Durante el encuentro entre Argentina e Inglaterra, Kreitlein expulsó al capitán argentino, Antonio Rattín, en el minuto 36, por protestar una falta. La expulsión fue precedida por una intensa discusión, ya que ni el árbitro hablaba español, ni el jugador argentino dominaba el inglés o el alemán. “Me miró con mala intención. Por eso me di cuenta de que me había insultado”, explicó más tarde Kreitlein en relación con la expulsión del jugador argentino. Sin embargo, la comunicación fue prácticamente imposible, lo que llevó a Rattín a negarse a abandonar el campo, argumentando que no entendía las instrucciones del árbitro. El partido estuvo detenido durante más de diez minutos mientras un traductor saltaba al césped de Wembley para explicar la situación a Rattín, quien, furioso, finalmente abandonó el campo. Este incidente dejó en evidencia la necesidad urgente de un sistema más claro de sanciones en el fútbol, uno que no dependiera de la comprensión verbal entre los jugadores y los árbitros. Hoy, en retrospectiva, es probable que muchos piensen que para insultar o comprender una expulsión no sea necesario compartir el mismo idioma. Sin embargo, cuando la furia se apodera de un jugador, es crucial que las reglas estén bien definidas y que las sanciones sean entendidas de inmediato, sin que las barreras idiomáticas interfieran. La famosa expulsión de Rattín en el partido entre Argentina e Inglaterra por el Mundial 1966 En este contexto, Kenneth George Aston, quien en ese momento era responsable de la gestión arbitral de la FIFA, comprendió que debía buscar una solución definitiva para la creciente violencia en los campos de fútbol. Utilizando su capacidad de mediación, Aston logró calmar al capitán argentino y evitar que el partido fuera suspendido. Pero más allá de esta intervención puntual, Aston se dio cuenta de que el fútbol necesitaba una forma más eficaz de disuadir las agresiones y sancionar a los jugadores que desbordaban los límites. La inspiración de Aston surgió, curiosamente, durante su experiencia como conductor. Al ver cómo los semáforos eran capaces de comunicar, de forma simple pero contundente, la necesidad de detenerse o proceder, Aston comprendió que algo similar podría funcionar en el fútbol. Así, en 1967, comenzó a implementarse el uso de las tarjetas amarilla y roja, que se convirtieron rápidamente en símbolos universales de control disciplinario. La tarjeta amarilla advertía al jugador sobre una infracción menor o peligrosa, mientras que la roja se usaba para sancionar faltas graves, expulsando al jugador del partido. La adopción de este sistema no solo permitió que el fútbol se jugara de una manera más segura, sino que también otorgó a los árbitros una herramienta clara para ejercer su autoridad en el campo. La introducción de las tarjetas ayudó a erradicar la violencia, ya que los jugadores sabían que sus actos tendrían consecuencias inmediatas y visibles. Este pequeño pero trascendental cambio en la dinámica del juego convirtió el fútbol en un deporte más limpio, justo y, sobre todo, respetuoso tanto con los jugadores como con el público. El italiano Gigi Riva y el brasileño Pelé durante la final del Mundial 1970, la primera Copa del Mundo en la que se usaron las tarjetas roja y amarilla (Foto AP/Carlo Fumagalli) Copa del Mundo México 1970 El sistema de tarjetas amarillas y rojas, fue implementado por primera vez durante el Mundial de México de 1970 y revolucionó el fútbol al proporcionar una forma clara y estandarizada de sancionar disciplinariamente las faltas y las conductas antideportivas en el campo. La introducción de estas tarjetas permitió a los árbitros gestionar de manera más efectiva el comportamiento de los jugadores y garantizar un mayor control sobre los partidos. La tarjeta amarilla se utilizó como advertencia, mientras que la tarjeta roja resultaba en la expulsión directa del jugador. Este sistema, que rápidamente se adoptó en todas las competiciones internacionales, tuvo un impacto significativo en el juego, reduciendo los comportamientos violentos y promoviendo el juego limpio. Un ejemplo icónico de su uso en ese torneo fue la expulsión del jugador de la selección de Italia Angelo Domenghini durante el partido contra Alemania, lo que marcó un hito en la aplicación de este reglamento. Aston concibió en su mente una solución brillante que se inspiraría en un elemento tan cotidiano como el semáforo. El colegiado inglés, quien fallecería el 23 de octubre de 2001, a los 86 años, dejó un legado imborrable en el fútbol. Su frase más célebre, “el fútbol es una obra dramática en dos actos, con 22 actores sobre el escenario y un director de escena, el árbitro”, refleja su profundo entendimiento del deporte. “No existe guion, nunca se sabe cómo terminará, pero lo más importante es divertirse y divertir”, solía decir, reafirmando su pasión por el juego limpio y el respeto en el campo.

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