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Concepcion del Uruguay » La Calle
Fecha: 20/01/2025 01:10
A 10 años de la trágica muerte del fiscal de la causa AMIA, el resurgir de antiguos esquemas de centralización en el organismo evoca la dinámica que impuso su exdirector de Operaciones La voz de Antonio “Jaime” Stiuso, inconfundible para cualquiera que lo escuche, sonaba con tono amenazante. Del otro lado del teléfono, Oscar Parrilli cumplía con su deber. Corría el mes de diciembre de 2014 y la orden que le bajó la por entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner era clara: depurar la Secretaría de Inteligencia (SI), con precisas instrucciones de echar al histórico Director General de Operaciones del organismo y a todos aquellos que le respondieran. Un aceitado equipo de espías que se sentían intocables. Al momento de esos cambios en la vieja SI, inéditos pero evidentes, nadie imaginó lo que ocurriría solo un mes más tarde: la muerte del fiscal Alberto Nisman, encontrado en su departamento con un tiro en la cabeza tras denunciar a Cristina Kirchner y otros altos funcionarios, a los que acusaba de encubrir el atentado a la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) de 1994. ¿El motivo? Un supuesto pacto de impunidad con Irán sellado dos años antes, a partir del Memorándum de Entendimiento votado en enero de 2013 por el Congreso. La firma de ese documento, en el marco de un evidente giro en la estrategia geopolítica del kirchnerismo, fue lo que marcó el punto de quiebre en la relación de Stiuso con la Casa Rosada, desatando una feroz interna en los sótanos de la democracia. Pasó el tiempo, pero el caso Nisman sigue dando que hablar en la opinión pública. Diez años después de aquel fatídico 18 de enero de 2015, tanto la causa judicial que investiga su muerte como la que se comenzó luego de su presentación en tribunales contra la expresidenta continúan abiertas. El fiscal y el espía Nisman no era cualquier fiscal. Durante una década, había manejado uno de los expedientes más sensibles de la Argentina: la causa AMIA, emblema de la impunidad que el país arrastra como un karma. En septiembre de 2004, cuando el Tribunal Oral Federal 3 anuló la investigación previa liderada por el juez Juan José Galeano, Néstor Kirchner lo designó como titular de la Unidad Fiscal especializada en el atentado terrorista que dejó 85 fallecidos el 18 de julio de 1994 en el barrio porteño de Once. “Pibe, vos vas a trabajar junto con éste”, dicen que le dijo el entonces presidente cuando le presento al que sería su mano derecha en esa tarea: Antonio Stiuso. Pero el respaldo de Kirchner a Nisman no terminó ahí. El santacruceño también ordenó a la Jefatura de Gabinete que le proporcionara al fiscal una oficina moderna, 80 empleados y financiamiento para sus actividades. Por entonces, Stiuso había recuperado su influencia en el submundo de la inteligencia. El vínculo entre el fiscal y el espía se consolidó rápidamente: Nisman era la cara visible, Stiuso el operador en las sombras. Ambos, a su vez, supieron mantener fluidos contactos con la CIA y el Mossad, los servicios secretos de Estados Unidos e Israel. Ecosistema incestuoso A partir de 2004, la sociedad de Nisman y Stiuso se transformó en un ecosistema donde convivían espías, jueces, periodistas y políticos. Pero la confianza de la que gozaba el entonces hombre fuerte de la SIDE por parte de los Kirchner comenzó a desmoronarse con el correr de los años y, con ella, la estructura que sostenía al fiscal al frente de la UFI-AMIA. En enero de 2015, con Stiuso ya fuera de juego, Nisman quedó desprotegido, expuesto a una dinámica que no llegaba a dominar del todo. En los días previos a su muerte, Nisman se enfrentó a un vacío. Su entorno, construido a fuerza de alianzas con el poder político, se desmoronaba rápidamente. Esa vulnerabilidad quedó al descubierto con las 300 páginas presentadas por el fiscal ante la Justicia. ¿Estuvo Stiuso detrás de la confección de ese texto? ¿Fue una vendetta minuciosamente planificada contra Cristina Kirchner por haberlo corrido de la SIDE? La nueva-vieja SIDE de Milei El eco de aquel pasado resuena hoy, 10 años después, bajo un contexto político completamente distinto. La reciente designación de Diego Kravetz como virtual Subsecretario de Inteligencia marcó el regreso a un esquema de centralización muy similar al que alguna vez consolidó Stiuso en la SIDE. No es casual: desde que el gobierno de Milei decidió liquidar la Agencia Federal de Inteligencia (AFI), en julio pasado, los rumores del retorno de ese viejo conocido se acrecentaron. Pero no sería él, sino alguien de su entorno quien tendría ida y vuelta con Santiago Caputo, el verdadero poder detrás del director del organismo, el “Señor 5” Sergio Neiffert. Se trata de Lucas Nejamkis, secretario privado de Stiuso y un hombre con historia en los pasillos de la Casa Rosada. De sinuosa trayectoria en la política, Kravetz fue anunciado en diciembre al frente de un puesto clave que lo posiciona como el nexo entre las direcciones operativas de la SIDE y su superior Neiffert. Esa configuración, donde el “director general operativo” ejecuta y, en el caso actual, el asesor presidencial traza las líneas maestras, evoca el sistema que en su momento permitió a Stiuso concentrar poder y desplazar a otros actores relevantes dentro de la agencia. Su caída, en 2014, significó el fin de un periodo de control que moldeó la inteligencia argentina durante décadas. Sin embargo, ahora, con Kravetz y Caputo manejando los hilos, la SIDE de Milei parece haber retomado aquel legado, sostenido en la premisa de la extrema centralización. ¿Qué llevó a Nisman a su muerte? Diez años después, el misterio se mantiene. La imagen de su cuerpo, en el baño de su departamento de Puerto Madero, es el epílogo de un sistema judicial corroído por los servicios de inteligencia y su relación espuria con la política y el Poder Judicial.
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