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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 18/01/2025 05:04
Los incendios forestales tienen un rol fundamental en la transformación planetaria ya que están cambiando la temperatura global. (Foto: Archivo DEF) Los incendios forestales afectan bosques, campos, áreas protegidas, pastizales y otros ecosistemas, generando una crisis medioambiental y social en Argentina. El geógrafo Joaquín Deón, docente de la Universidad Nacional de Córdoba e investigador del Conicet, explica qué es el Piroceno y analiza la situación en el país. Según informes de Amnistía Internacional y Greenpeace, 2022 fue el año con mayor cantidad de incendios forestales en el mundo y, en particular, en Sudamérica. Por la magnitud de estos eventos, y tras evaluar datos globales recabados en los últimos cien años, un equipo de biólogos, sociólogos y especialistas en ciencias ambientales decidió denominar a esta época Piroceno: período en el que los incendios, producto de las actividades humanas y el cambio climático, supera en poder a todos los cambios generados por la humanidad. “Los incendios forestales, entre los que se encuentran los intencionales, tienen un rol central en la transformación planetaria, ya que están cambiando la temperatura global, alterando las condiciones de vida en los ecosistemas y las fuerzas climáticas en el mundo. El Piroceno, una era en la que el fuego está desbordado”, define Joaquín Deón, geógrafo, docente de la Universidad Nacional de Córdoba e investigador del Conicet. El impacto de los incendios forestales en los ecosistemas -¿Cómo describirías la situación actual de la Argentina? -Los datos disponibles, los últimos de los cuales fueron publicados el 7 de octubre de 2024, evidencian que fueron afectadas alrededor de 1.300.000 hectáreas, cientos de veces el tamaño de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Los países limítrofes padecen situaciones similares porque comparten los ecosistemas con la Argentina: el Gran Chaco, la selva paranaense, los deltas del río Paraná, entre otros. Los incendios afectaron regiones enteras, generando la movilización de miles de especies vegetales que empiezan a invadir territorios donde no estaban presentes, al igual que los animales. Entre estos, los insectos y las aves tienen mayor probabilidad de supervivencia, mientras que los mamíferos en sus desplazamientos muchas veces sufren atropellos. Por otra parte, los cuerpos de agua también sufren grandes transformaciones, como inundaciones, contaminación, presencia de basura y troncos quemados, animales muertos, entre otros. De algún modo, el Piroceno demarca los territorios que frecuentamos. En Argentina fueron afectadas 130.000 hectáreas. (Foto: Archivo DEF) -¿Cuáles son las principales causas de los incendios forestales? -Según las investigaciones, a nivel nacional hay un dos o tres por ciento relacionados con descuidos o malos usos de herramientas y un pequeñísimo porcentaje –un 0,02 %– vinculado a causas naturales, como rayos en seco. El resto, más del 97 %, es provocado por razones económicas. Si establecemos un ranking, a la cabeza se encuentran los incendios forestales con fines agropecuarios, que se caracterizan por degradar los bosques o incendiar el sotobosque y sostener los árboles de los bosques mientras se destruye todo lo que está por debajo: matorrales, arbustos, herbáceas, etc. Después, siguen la urbanización y el turismo, en especial en Córdoba, San Luis, La Rioja, parte de Salta y del Chaco. Un caso interesante de analizar es el del Impenetrable chaqueño, donde, por un lado, se hace un gran esfuerzo para sostener el Parque Nacional, pero, por otro, el Estado provincial facilita que, tras los incendios, se comercialicen los troncos y maderas y se realicen prácticas ganaderas, agrícolas o emprendimientos turísticos. -¿Qué provincias son las más afectadas por estos eventos? -En Argentina, las regiones más afectadas siguen siendo Córdoba, Salta, Chaco, Corrientes, provincias a las que se suma otro grupo formado por La Rioja, Catamarca y San Luis, donde, desde la pandemia, se registra una mayor frecuencia y gravedad de incendios para implantar monocultivos y generar cambios en el uso del suelo para emprendimientos turísticos o mineros. En el caso de Córdoba, en particular, de acuerdo con datos oficiales, se perdieron alrededor de 100.000 hectáreas anuales. Menciono mi provincia porque, de algún modo, es un espejo de lo que ocurre a nivel nacional. Pese a que hay leyes que prohíben tanto los cambios en el uso de la tierra como las subdivisiones de los inmuebles incendiados, y hay un accionar fuerte de la policía ambiental y del Estado provincial, no es suficiente. Al haber sido derogada la norma marco a nivel nacional, las infracciones se resuelven, en el mejor de los casos, con una multa. A la cabeza del ranking se encuentran los incendios forestales con fines agropecuarios. (Foto: Fernando Calzada) -¿Por qué se considera la provincia de Entre Ríos como un caso paradójico? -Porque, aunque se trata de una región donde los incendios son cuantiosos, no es posible conocer los alcances de la situación del bosque de galerías paranaenses o las márgenes del sur de la provincia donde se unen los ríos Paraná y Uruguay, debido a que hace cerca de seis meses se dejaron de publicar datos sobre el tema. A esta realidad preocupante, se suman dos hechos clave: Entre Ríos es una de las provincias que tiene menor cantidad de bomberos o de fuerzas que combaten el fuego del Estado nacional y, a la vez, es una de las que sufrió mayor desfinanciamiento en el área de combate o prevención de incendios forestales (como ocurre a nivel nacional con las investigaciones universitarias o del Conicet sobre el tema). -Desde fines de diciembre, se está combatiendo el fuego en los parques nacionales Nahuel Huapi y Lanín. ¿Cuál es la situación? -La Patagonia, al igual que las sierras de Córdoba, es un ejemplo de organización porque, pese a todas las dificultades, las comunidades se organizaron para prevenir y combatir los incendios. ¿Cómo? Por medio del trabajo de brigadistas y bomberos que, a pie, a caballo o en puestos vigías, en áreas montañosas o serranas, tienen una vista amplia del territorio y avisan de inmediato ante la presencia de fuego o al detectarlo con tecnologías simples como algún radio o teléfono con señal. Esto es producto de que se limitó el acuerdo de acceso a la información con Arsat y no es posible pagar imágenes satelitales internacionales por falta de fondos. En Córdoba se perdieron 100.000 hectáreas anuales. (Foto: Archivo DEF) En cuanto a la situación actual, no es más que la resultante esperable de una serie de factores convergentes. Los incendios dentro de los parques nacionales son muy complejos, afectan territorios muy amplios y distantes de centros poblados. Entre las organizaciones que pueden combatirlos, están las brigadas comunitarias y las nacionales. Las primeras –organizaciones vecinales que muchas veces sirven de guías a bomberos o brigadistas estatales por su conocimiento minucioso del territorio– no pueden operar sin una autorización del Estado nacional; y las segundas, muchas veces, no logran llegar por el mencionado desfinanciamiento en el sector. Esta combinación es letal para el combate de los incendios. Medidas a corto y largo plazo para el control del fuego -¿Qué acciones se necesitan a corto y largo plazo para mitigar el impacto de los incendios? -Las estrategias son múltiples. Una de las principales es el control y aviso temprano que permita evitar que el incendio se extienda. Se necesita una política articulada a nivel nacional, unida a los programas nacionales de los que venía participando la Argentina, destinados a financiar a las familias para que desarrollen actividades regionales –producción de leña, apícola, de lana, entre otras– que motorizaban la economía zonal. Por otro lado, es importante el financiamiento de los cuarteles, el sostenimiento de los puestos vigías y la mínima renta de los bomberos, entre otros. A largo plazo, es clave reabrir los cursos de brigadistas de los parques nacionales (muy exitosos en 2020 y 2021, aunque muchos de los participantes fueron despedidos en los últimos tiempos) y la carrera de brigadista forestal nacional, cuyo cierre generó un impacto muy fuerte en las comunidades locales, que trabajan para dar institucionalidad a este organismo. Entre Ríos es una de las provincias que más sufrió el desfinanciamiento en el combate y prevención de incendios. (Foto: Fernando Calzada) -¿Existen medidas preventivas efectivas? -Prácticamente, ya no las hay o dependen de la voluntad de los gobiernos locales, defensa civil, sistemas municipales o provinciales de manejo del fuego, entre otras instituciones. Sin embargo, esto no es uniforme a lo largo del país, porque mientras algunas provincias –como las cordilleranas– trataron de afianzarlo, otras, como Córdoba, lo interrumpieron. -¿Cómo se gestionan los incendios una vez que se desatan? -Sin políticas de prevención ni un Sistema Federal de Manejo del Fuego eficiente, los incendios son muy difíciles de controlar. A esto, se suma el cambio climático, las fuertes sequías, las altas temperaturas que aceleran la combustibilidad de la materia orgánica, entre otras condiciones que llevan a complejizar la situación. Asimismo, hay otro componente no menor que es la reticencia a llamar a las fuerzas federales, como se vio ya en algunas oportunidades, como en los incendios de Punilla, donde fue muy fuerte presenciar la manera en que la comunidad toda insultaba a las autoridades que habían destruido el sistema e incluso abandonado la generación de datos. -¿Se llevan a cabo campañas de educación o sensibilización dirigidas a las comunidades en zonas de riesgo? -En algunas escuelas y a pedido de los docentes, se realizaron campañas de educación ambiental con perspectiva de resguardo, porque el Programa Nacional de Educación y Prevención de incendios fue cerrado. La sensibilización, más allá de los ámbitos educativos, tiene que llegar a los lugares de poder, porque se sabe que los incendios en provincias como Santiago del Estero o Chaco fueron provocados por grandes empresarios sojeros de la Sociedad Rural Argentina. La Patagonia, como Córdoba, es ejemplo de organización, las comunidades se organizaron para prevenir y combatir incendios por medio del trabajo de brigadistas y bomberos. (Foto: Fernando Calzada) -Mencionaste en reiteradas ocasiones la problemática del desfinanciamiento. ¿Cuáles son las principales consecuencias? -La falta de fondos en el sector de Ciencia y Técnica, junto a la suspensión de becas, investigaciones y proyectos en el Conicet y en los sistemas federales de manejo del fuego, nos impide contabilizar fehacientemente las hectáreas afectadas. Pese a esto, según la información de la Subsecretaría de Ambiente (que al perder el rango de ministerio disminuyó el monitoreo), sabemos que hay importantes cantidades de incendios parciales y destrucción de territorios. Por otra parte, el desfinanciamiento afecta a los cuarteles, razón por la cual las principales actividades de los bomberos voluntarios están orientadas a la recaudación de fondos a través de festivales, peñas, ventas de empanadas y locro, sorteos, entre otros eventos que les generen ingresos para sustentar todo el equipamiento necesario, desde los vehículos hasta las mangueras. -Por último, ¿cómo analizás la postura del actual gobierno respecto de la cuestión ambiental? -El negacionismo climático, sumado a la retirada del gobierno de Javier Milei de los programas internacionales en los que participaba el país (como el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, el Protocolo de Kioto, el Protocolo para los Sistemas de Alerta Temprana), puso a la Argentina en el rol de un país desfinanciado. La consecuencia inmediata es que las provincias debieron dejar de apoyar a las familias que mantienen sus campos como bosques protectores, y conservan las prácticas campesinas, indígenas o agrícolas familiares, hecho que genera un incremento de los incendios en esas parcelas. Dada mi experiencia, no tengo dudas de que, cuando hay voluntad política, los incendios se frenan y, si no ocurre, es porque en nuestro país se transformaron en una herramienta económica que convierte a la Argentina en uno de los grandes aportantes a nivel mundial del Piroceno que vivimos.
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