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» Diario Cordoba
Fecha: 14/01/2025 19:05
En marzo podremos ver ‘The last showgirl’, la última película de Pamela Anderson, basada en los compases postreros de una bailarina de variedades -la ley de la biología- que debe abandonar los escenarios. Los humanos somos morbosos por naturaleza, y ensalzamos esos juegos de resiliencia con la edad. Los de Pamela Anderson por partida doble, intentando recuperar aquella testosterona perdida con la vigilante de la playa, ahora que las playas de Malibú son literalmente un rescoldo de cenizas. Junto a eso mitomanía del western crepuscular, el ocaso de los dioses, el mohicano extinto de Fenimore Cooper o la carga final de la brigada ligera, también habría que asirse a los últimos cuneros, ese recurso que ha dado juego a los intereses partidistas en la España democrática. Cuneros eran aquellos cabezas de lista que el aparato lanzaba a las provincias, como paracaidistas dispuestos a combatir en la batalla de Arnhem. Generalmente, no tenían apegos en aquella circunscripción electoral, y las ejecutivas y sus provincianos anfitriones diseñaban acelerados cursos de paisanaje para conectar con el votante, aunque a veces la mimetización resultaba tan estrafalaria como el chiste del guiri al que parió una gamba. El sanchismo ha reactualizado el concepto de cunero. En esta ocasión, los paracas corren con la filiación de la patria chica, pero cuentan con el elixir mágico de la Moncloa; aquel que, salvo honorosas excepciones, disuade primarias como el insecticida Raid. Poco queda de aquel Pedro Sánchez de road movie, que aún creía que vivir y ganar contiendas era más fácil con los ojos cerrados, en esa quimera de enfrentarse al aparato haciendo millas con su utilitario como un turronero por las ferias de España. Ahora se enroca en una elefancíaca concentración de poder. Y he ahí que María Jesús recuerda a Penélope Cruz en ‘Volver’, sin tener la frente marchita pero con los fantasmas de conjugar su candidatura con su condición de ministra de Hacienda, un sudoku para desestabilizar a Moreno Bonilla con tentaciones de quitas de deuda y cuadrar al mismo tiempo la financiación singular de Cataluña. No ha sido un relevo cruento, porque Espadas ha ardido en la tea de ese pragmatismo sumiso que encuentra una recompensa como premio a la docilidad. No le niego a Montero su capacidad de levantar la moral a este socialismo andaluz de catacumbas, pero el poder no solo se recupera con soflamas cuartelarias, sino en la credibilidad, que en el caso de los conservadores andaluces han obtenido picando piedra en la moderación. Las cifras macroeconómicas podrían avalar su desembarco, pero para romper el techo electoral de la clase media, Montero tendría que reinventarse y romper el cordón umbilical de su devaluado mentor. Quizá la ministra le dé la vuelta a la tortilla y vindique su experiencia en el Gobierno proclamando como una tonadillera: soy cunera. *Licenciado en Derecho. Graduado en Ciencias Ambientales. Escritor
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