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  • YO DIGO… Sociopolítica del energúmeno

    Concepcion del Uruguay » La Calle

    Fecha: 14/01/2025 05:19

    Nos cuenta Esopo que las ranas pidieron a Zeus un Rey, y que éste les envió un tronco flotante. Hastiadas de la inactividad del madero, solicitaron las ranas un nuevo monarca, y Zeus les remitió una serpiente que las devoró a todas. Valga la sagaz fábula para explicar por qué en tiempos de crisis gobernantes anodinos son suplantados por energúmenos, aunque no detalla por qué los batracios, cuando tienen la oportunidad, eligen precisamente a quien ha de devorarlos. Pues la inacción del leño seco es cómoda, pero inefectiva. Como los progresismos que no progresan, quien intenta gustarle a todos termina no gustándole a nadie. Preguntémonos una vez más por qué, desde que las ranas votan, de vez en cuando eligen a la culebra que las devora. ¿Será que en el fondo de cada compatriota aplastado por la gravedad de lo cotidiano y la inopia de los poderes que deben remediarla, yace un energúmeno que ansía un poder ilimitado para resolver de una vez por todas las cosas a trancazos, aunque ello signifique tragarse todas las ranas desamparadas por un tronco inerte? No me atrevo a contestar, pero pregúntese el amable lector si las votaciones por tantas serpientes devoradoras que ofrecen acción destructiva no tiene su origen en la postradora conciliación de dirigentes que no resuelve ni lo uno, ni lo otro, ni todo lo contrario. Para disimular que en realidad se come a sus compatriotas, el energúmeno crea antagonistas ficticios. Pero serpiente no come serpiente. Para Trump causan las crisis los hispanos migrantes; para la Unión Europea los trabajadores migrantes. A diferencia del capitalismo, ninguno de estos supuestos adversarios tiene armas nucleares, ni cómo defenderse de potenciales genocidios. De la fama al escándalo En la persecución del adversario ficticio el energúmeno es ante todo escandaloso: la suya parece la única protesta visible en una charca que degenera en pantano. Benito Mussolini, Adolf Hitler, Donald Trump ascienden al poder montando alharacas que los destacan de las restantes inercias cómplices. Berlusconi cimienta su carrera en fraudes financieros disimulados por monopolios mediáticos. Zarkozy, en corruptelas tapadas por imágenes de su esposa Carla Bruni tal y como vino al mundo. Jair Bolsonaro dice ser favorito de Dios y se rebautiza “Mesías” con aguas de un río sagrado. Zelensky inicia su carrera como cómico televisivo, Milei arrancando motosierra con la cual pulveriza pensiones, inmuebles y empresas de la Nación, servicios públicos, salarios. Todo es gesto, efectismo, prepotencia. Ser celebrity a costa de todo y de todos. El energúmeno no tiene más ideología que el antojo ni más programa que la rabieta. Como niño malcriado, todo lo que desea debe ser suyo de inmediato. Hitler se soñaba dueño de Europa y de la Unión Soviética, Mussolini de Albania, Grecia, Eritrea, Libia y Somalía. Trump quiere apoderarse del Canal de Panamá, de Canadá, de Groenlandia, de la Antártida, del petróleo venezolano, sin reparar en que ya tienen dueños. Netanyahu aspira a dominar Gaza, Palestina, Siria, Irán, Irak, el Asia, el mundo. La Unión Europea no se conforma con menos que devorar la Federación Rusa y la pequeña China, por no hablar de la levantisca África. A Milei el mundo le queda pequeño. Nunca faltan electores que a cambio del voto esperan un botín más grande que sus capacidades. Víctimas y verdugos Adoptar para la etiqueta del poder la falta de modales del candidato, es fingir que tras la torpeza opera alguna inocencia o sinceridad ignorante que disculpa sus dislates. Decía Napoleón que de lo sublime a lo ridículo no hay más que un paso: el mismo que lleva al poder a energúmenos y serpientes. El más seguro aliado de los energúmenos son sus víctimas, que aceptan sin chistar las consagraciones que sus verdugos se atribuyen. Anarquistas y libertarios son los más altos grados de la condición política: habitan el Reino de la Libertad, fruto superior de un comunismo que desvanecerá al Estado. Pero así como roban el trabajo ajeno, capitalistas, serpientes, energúmenos y usureros malversan términos que no les pertenecen y se autoproclaman ahora “libertarios” o “anarcocapitalistas”. Vaya usted a ocupar un latifundio en nombre de la libertad o un banco en nombre de la anarquía para que descubra cómo se bate el plomo. Lo más grave ocurre cuando los propios acosados medios progresistas también llaman “libertarios” o “anarquistas” a estos ápices de la codicia y dechados de la avaricia, equiparándolos a paradigmas del libre albedrío. Cuando el energúmeno define los términos del debate, éste está tan perdido que sólo el pueblo podrá recuperarlo.

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