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  • Las traiciones y miserias detrás del “robo del siglo”, y el mal augurio de uno de los ladrones: “Ahí sentí que iba a caer preso”

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 13/01/2025 09:34

    La banda cayó cuando Alicia Di Tullio, la esposa de De la Torre, delató a la mayoría de los miembros de la Policía. Hasta lo acusó de usar las armas de juguete del hijo para usarlas en el robo del siglo (NA) La tarde/noche del 14 de enero de 2006, el día posterior al calificado “robo del siglo” en el Banco Río de Acasusso, cuando Rubén Alberto de la Torre llegó a su casa con bolsas que contenían un millón de dólares producto del asalto, en lugar de sentir euforia, para sus adentros dijo “estoy frito”. Es que vio a su mujer, Alicia Di Tullio -hermana de Margarita, más conocida en el mundo del hampa como Pepita, La Pistolera-, tan excitada que le provocó mal augurio. La encontró extasiada frente al televisor siguiendo cada detalle de la noticia y los movimientos de la policía frente a la sucursal. Y de vez en cuando llamaba a sus conocidos para decirles que el que había estado adentro del banco era su marido. “Ahí definitivamente sentí que iba a caer preso, que la felicidad me duraría poco”, me contó el propio “Beto”, como se lo llamaba en el ambiente delincuencial, en una entrevista realizada allá por septiembre de 2014, tres meses después de que saliera en libertad condicional luego de ser condenado por el atraco a doce años y medio de prisión. El resto de la banda estaba integrada por Fernando Araujo, a quien de la Torre bautizó como “el Facha” (nueve años y seis meses de condena), José Zalloecheverría (el chofer de la combi en la que escaparon conocido como “El Paisa”; ocho años de cárcel), Sebastián García Bolster (alias “el Ingeniero” o “el Marciano”; siete años), “el uruguayo” Mario Vitette Sellanes (identificado como Walter cuando negociaba los rehenes con la policía, 21 años y seis meses, expulsado al Uruguay en agosto de 2013 por cumplir la mitad de la pena), y otros dos prófugos cuyos apodos eran “el Chulo” y “Pedro”, identificados también como “el ladrón fantasma” –porque no fue encontrado- y “el Nene” o “Bebé”. De la Torre fue el miembro de la banda que más tiempo estuvo preso por el golpe del siglo. Fueron ocho años de encierro. La cárcel fue su casa. La Policía secuestró casi un millón de dólares por ese robo. El resto del botín nunca apareció Beto fue el primero en entrar a la sucursal ubicada en avenida Libertador y Perú, vestido de médico con su estetoscopio, impecable guardapolvo blanco y peluca. Y también el primero en ser detenido por la policía el 17 de febrero mientras conducía la Hyundai Galloper que había comprado con dinero del robo, luego de que su mujer lo denunciara a la policía, desesperada por los celos, porque decía estar segura de que iba a huir con otra mujer. De la Torre había convivido con ella doce años y tuvieron un hijo (Gastón, hoy de 31 años). Sin embargo, Alicia desconfiaba tanto de él que decidió llamar por teléfono a la fiscalía para delatarlo, suponiendo que iba a escaparse con el botín y su supuesta amante. “Nada que ver -continuó Beto-. Se armó una historia que imaginó. Todas suposiciones. Yo pensaba disfrutar de lo robado con mi familia, no tenía otra mujer. No te digo nada cuando días después del asalto llegué con varios kilos de joyas, que luego se repartió. Ahí enloqueció”. En esa oportunidad, Alicia estaba tan exacerbada que cubrió de oro casi todo el cuerpo de su hijo y pretendía sacarle fotos. La historia completa y detallada puede leerse en El robo del siglo, la historia secreta, de Editorial El Ateneo, que escribió el periodista Luis Beldi basado en la vida de Beto de la Torre. Asímismo, Alicia, en una entrevista al periodista Rodolfo Palacios publicada en Infobae, dijo que no era el “monstruo que la prensa había creado” y contó una versión opuesta al relato de “Beto”: “No es que él me abandonó y me despeché, yo lo abandoné y me fui a vivir a la casa de mi hija y de día me iba a trabajar a mi negocio y él nos molestaba permanentemente”. Alicia desconfiaba tanto de él que decidió llamar por teléfono a la fiscalía para delatarlo, suponiendo que iba a escaparse con el botín y su supuesta amante. “Nada que ver. Se armó una historia que imaginó. Todas suposiciones", dijo él ¿El robo perfecto? “Hasta ahí era el robo perfecto, pero me traicionó por dinero. Primero me sacó 300.000 dólares y se los dio a su hija Pamela, y después me deschavó: fue testigo protegido y cobró 200.000 más de recompensa. No me lo esperaba para nada”, agregó Beto en el reportaje recordando a su juicio la ingratitud de Alicia. El mes y medio que siguió al robo, ella lo torturó psicológicamente. Lo vivía cuestionando, le gritaba, armaba escándalos, quería gastar toda la plata mientras él le pedía tiempo, por lo menos un año para sacar el dinero al mercado y así no despertar sospechas. “Vos me vas a cagar, me vas a engañar”, le respondía Di Tullio, fuera de sí. Parecía mentira que ese atraco millonario que recorrió los diarios del mundo entero por la espectacularidad y por la cantidad de lo robado fuera delatado por la propia mujer de uno de los involucrados. Pero así ocurrió. El botín fue impactante: unos 30 ó 35 millones de dólares, la mitad en efectivo y el resto en joyas y documentos de propiedades cedidas a un testaferro. Todo había comenzado a mediados de 2005 con un encuentro en un bar de Olivos entre Fernando Araujo, el cerebro que imaginó el desfalco, artista plástico, profesor de karate y jiu-jitsu, vecino de San Isidro, y Beto de la Torre, que no era un nene de pecho. En su curriculum aparecía que fue integrante de la Superbanda, temible por asaltos a camiones blindados y bancos que lideraba nada menos que Luis “El Gordo” Valor e integraba, además, Oscar Hugo “La Garza” Sosa, también reconocido como “Cacho”. Agentes policiales frente a la sucursal del Banco Río de Acasusso, donde hace 19 años, un grupo de ladrones se robó una fortuna y escapó en un gomón “Tengo un banquito que estoy mirando. Está toda la plata de San Isidro... Mucha gente de guita de la Segunda Guerra Mundial que mete toda la teca ahí”, le dijo “el Facha” a de la Torre. De entrada dudó por la audacia de Araujo. Como no lo conocía y pese a que se lo había presentado alguien de suma confianza, creyó que le planteaba objetivos exagerados para probarlo. Pero la tentación fue grande y arrancaron. A la aventura se sumaron Sebastián García Bolster, “el Ingeniero”, fundamental por su habilidad para abrir las 146 cajas de seguridad, y “el uruguayo” Mario Vitette Sellanes, personaje esencial por su habilidad para negociar la toma y entrega de rehenes con la policía mientras sus compañeros arrasaban con el dinero. Entretanto, José Zalloecheverría, los esperaba en Dardo Rocha y Tres Sargentos al comando del vehículo con el que huirían luego del atraco, al que accedieron después de recorrer catorce cuadras por debajo de la tierra. La camioneta tenía un agujero en el piso y estaba detenida tapando una alcantarilla por la que pudieron acceder al interior de la furgoneta Volkswagen para concretar la fuga. “Primero Araujo consiguió los planos, entonces compramos herramientas, encontramos el túnel, chequeamos que el desagüe pasara por debajo del banco. Todo estaba súper calculado. Entrábamos por Perú Beach, donde hay una guardería de lanchas, la playa pública y un estacionamiento. Hacíamos como que mirábamos el río y bajábamos todo lo que necesitábamos, el grupo electrógeno desarmado, la amoladora. Así laburamos durante un año y medio. Hasta que teníamos que resolver: o entrábamos de escruche (por sorpresa) un fin de semana o por la puerta del banco, como lo hicimos, simulando una toma de rehenes. Y con armas de juguete, porque si nos agarraban las penas serían menores... El túnel ya lo teníamos preparado para huir por detrás. Elegimos la última opción, porque no teníamos experto en alarmas. Nos fuimos de la sucursal a las 15:30 horas, y la policía recién entro al banco a las 19. A las tres de la mañana del día siguiente pudieron descubrir el boquete por donde escapamos navegando en un gomón inflable”, detalló Beto la operación que logró desconcertar no solo a los funcionarios judiciales, sino también al negociador, Miguel Sileo, un francotirador del Grupo de Operaciones Especiales (GOE) de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, y al resto de sus colegas uniformados que cercaban la zona y los techos vecinos por decenas. "Se han dicho muchas mentiras todo este tiempo. Y nadie escuchó mi versión. Yo viví momentos de adrenalina con Beto y de amor, pero al final todo fue una pesadilla. Nadie pensó que yo fui una víctima", dijo Alicia Ese fue su último robo. El primero había sido en 1972. “Tenía veinte años. Asaltamos el hotel Liberty de Florida y Corrientes. Nos siguieron y me metieron un tiro que me rozó la cabeza. Fui en cana a Devoto. También estuve en Caseros, Batán, Olmos, Sierra Chica, Azul, Neuquén, Entre Ríos y Viedma”. En total, pasó casi 25 años de vida intramuros. De los dos últimos pudo fugarse aunque luego lo volvieron a detener. Decía que el dolor más grande de su vida lo experimentó cuando su hija Gabriela murió a los 22 años a causa del HIV. Cuando recuperó la libertad estudió Periodismo en la Universidad de La Plata y cuenta que alguna vez, antes de ser ladrón, fue mecánico dental, trabajó como operario en Toddy y en Pepsi Cola, estuvo al frente de su propio locutorio y tuvo un local de venta de celulares, donde en el fondo, Alicia tiraba las cartas de Tarot en una mesita. Después, incursionó en el plano artístico al interpretar a un gendarme corrupto en dos capítulos de la serie Un gallo para Esculapio, junto a grandes de la escena como Peter Lanzani, Julieta Ortega, Luis Brandoni y Luis Luque. Y en la película El robo del siglo, que protagonizó Guillermo Francella, su rol lo interpretó el actor Rafael Ferro y él también formó parte del filme haciendo una escena como policía interactuando con su propio yo en ficción. Como dirían en la jerga delincuencial, para poder actuar se pasó de bando y se “puso la gorra”. La banda: Luis Mario Vitette Sellanes fie el negociador, lo llamaron El hombre del traje gris, Fernando Araujo (el ideólogo), Sebastián García Bolster (el ingeniero), Beto de la Torre (el primero en entrar) y Julián Zalloechevarría (el chofer de la banda) Marchen presos Después de la detención de Beto fueron cayendo uno a uno. Vitette Sellanes había regresado a su Uruguay natal. Pero como la policía venía rastreando los llamados del teléfono celular de Beto de la Torre, detectaron gran cantidad de llamados al uruguayo y se convirtió en otro de los sospechosos. Vitette venía de vez en cuando a la Argentina porque tenía que presentarse ante el Patronato de Liberados por una causa por robo donde estaba con libertad condicional. En uno de esos viajes llegó al país con documentos falsos, pero la Policía Aeronáutica lo identificó en el Aeroparque Jorge Newbery y terminó tras las rejas. A García Bolster le allanaron su casa en su ausencia y encontraron varios miles de dólares escondidos. Lo atraparon junto a su familia mientras veraneaba en Villa Gesell, como era su costumbre. De “el Paisa” Zalloecheverría, el chofer del furgón con el que escaparon, los investigadores tenían información de primera mano. Sabían donde vivía porque Alicia Di Tullio les había dado su dirección. Además tenía antecedentes penales. Fueron a su humilde vivienda, allanaron y encontraron algunas joyas, relojes y una cifra cercana a los 15 mil dólares. El último en caer fue “el Facha” Araujo. Lo hallaron gendarmes en Chile en la zona de Bauchaceta. Había montado una carpa y alegó que estaba allí por un retiro espiritual. No le creyeron y se lo llevaron preso.

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