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» Elterritorio
Fecha: 13/01/2025 09:10
La comunidad de San Ignacio se vio consternada aquel 12 de enero del 2024 cuando supo del fallecimiento de Graciela, esposa de un gendarme de la localidad. Hasta la fecha, se dictaron múltiples requerimientos judiciales, y aunque el agente de la fuerza fue acusado de ejercer maltratos hacia la victima, no hay detenidos lunes 13 de enero de 2025 | 4:30hs. Hace un año que familiares de Graciela Beatriz Soto (49) reclaman justicia y que avancen las investigaciones en torno a su muerte. La mujer fue encontrada ahorcada en su vivienda en la localidad de San Ignacio, y aunque en un primer momento su esposo intentó deslizar la idea de un suicidio, las pericias y resultados de la autopsia confirmaron que se trató de un femicidio. Sin embargo, los meses corren y al menos hasta fines del año pasado no hubo mayores novedades, más que la espera de resultados de los peritajes de teléfonos celulares y recopilación de testimonios. Por el momento, la mirada sigue puesta en la figura del esposo de Soto, un gendarme retirado (56) del Escuadrón 11 de San Ignacio y que fue el primero en ser apuntado como sospechoso. Familiares de Soto expusieron en instancia judicial varios episodios de violencia en el matrimonio. Algo que, en un primer momento, incrementó las dudas sobre la posible participación del hombre -sumado a que fue éste quien vio por última vez con vida a la víctima-. No obstante, y a consideración de los peritos del Juzgado de Instrucción Dos de Jardín América, no existían pruebas suficientes para detenerlo. Por lo que, hasta el primer aniversario del femicidio de Graciela, no hay detenidos ni sospechosos. Sobre el caso Peritos forenses determinaron que Soto falleció en la madrugada del 12 de enero del 2024. La autopsia indicó que fue por asfixia por ahorcamiento con una cuerda que fue encontrada en la casa. Por la disposición del elemento, se confirmó que se requirió la participación de un tercero para provocarle asfixia. A las pocas horas de conocerse el hecho, se habló de un presunto suicidio -o al menos fue esa la escena que el atacante intentó instalar sobre lo ocurrido-. Pero esto fue prontamente descartado, ya que no se encontraron elementos cerca del radar del crimen que pudieran utilizarse para perpetrar el ahorcamiento. Tampoco se reconocieron signos de desorden, faltante de objetos o dinero, ni de aperturas forzadas en la vivienda. Por lo que se descartó la hipótesis de homicidio en contexto de robo. Durante este año de pesquisas, desde el Juzgado de Instrucción de Jardín América se ordenaron distintas medidas. El juez interviniente, Roberto Sena, solicitó estudios científicos para confirmar la data de muerte y el peritaje de los dispositivos celulares de la mujer y del gendarme. También se requirió el secuestro de distintas actas como ser libros de guardias, libros de patrulla y otras diligencias solicitadas oportunamente al Escuadrón 11 San Ignacio de la citada fuerza federal. Esto con el fin de constatar los movimientos de la pareja de la víctima el día del hecho. Sin detenidos En un primer momento, el sargento de gendarmería contó -en calidad de testigo- sobre las últimas horas que vio con vida a Soto antes de ir a trabajar, y luego bajo qué escena la encontró sin vida, en su hogar. Según lo que testificó en sede judicial, el hombre salió de la guardia ese 12 de enero a las 6.25, y al llegar a su domicilio notó que la puerta de ingreso estaba abierta. Una vez dentro, llamó a su esposa pero no obtuvo respuestas. Lo que llamó su atención fue que los perros se dirigieron al sector del lavadero, y al llegar notó que la puerta de atrás también estaba abierta. Al cruzar el umbral se topó con el horror. El hombre describió que “no caía en lo que estaba pasando” y que, al tocar el cuerpo, constató que “estaba fría”. Seguidamente llamó a las autoridades del Escuadrón y a su hijo, quien también se desempeña en esa fuerza -y que se constituyó como querellante en la causa-. Por otro lado, sobre el día anterior, el gendarme relató que se habían levantado y tomado mates, mientras que Soto momentos después había viajado a Posadas por una entrevista laboral, de la cual, dijo, él no tenía precisiones. El hombre ingresó a guardia a las 18 del jueves 11 y con sus colegas hicieron recorridas nocturnas. Sobre esto, dos camaradas declararon en el Juzgado haber estado con el esposo de la víctima en la madrugada del hecho. El acusado también se expresó sobre su esposa, a la que describió como una “mujer increíble”, sana, y alegó que nunca habían tenido problemas y hechos de violencia. Sin embargo, ésto último fue puesto en dudas luego de conocerse varios testimonios que dieron cuenta de episodios violentos y de celos por parte del gendarme. Relación violenta Múltiples voces contradicen al testigo sospechoso. Según estos, existieron varios hechos de violencia y celos extremos, que derivaron en que Soto -que era misionera- no tuviera redes sociales y permaneciera alejada de sus amistades y familiares. Según pudo reconstruir El Territorio, la pareja se había separado durante varios años debido a que Soto se enteró de una vida paralela del gendarme, quien tuvo un hijo extramatrimonial. Tiempo después, retomaron la relación y hasta el año pasado alquilaban en San Ignacio, donde al parecer estaban construyendo. Una de las figuras más relevantes de la primera etapa de recopilación de testimonios fue la de una tía de la víctima, quien confirmó estos hechos de violencia ante el juez Sena, pero además expresó que Soto tenía intenciones de irse a trabajar a Brasil. Esto, siguiendo este relato, no había sido aprobado por el funcionario público.
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