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  • Es mentira la política

    Parana » AIM Digital

    Fecha: 13/01/2025 04:22

    La mentira política, medida como la distancia entre lo que un sistema político se propone y lo que dice que se propone, puede ser enorme. Y es particularmente grande en las llamadas democracias, que son dictaduras reguladas de los grupos dominantes sobre el resto, que en general está reducido a creer, consumir entretenimiento, consentir y rechazar a veces resignado. George Frost Kennan, muerto en 2005 a los 101 años, fue uno de los planificadores de la política exterior estadounidense cuando terminó la segunda guerra mundial. Entonces su país, con el cinco por ciento de la población del planeta y la mitad de su riqueza, apareció como el verdadero ganador del conflicto. Kennan se proponía mantener el desequilibrio de poder que resultó de la guerra y proteger la riqueza estadounidense contra lo que preveía como ataques de los "rencorosos", es decir, los pobres y los empobrecidos del mundo. Kennan redactó en 1948 el "estudio 23" de planeamiento de la política exterior estadounidense. Era un documento reservado, que fue expuesto solo medio siglo después a la lupa de los especialistas y dado a conocer sobre todo por Noam Chomsky. El estudio 23 habla claro a los que toman las decisiones, sin la máscara distorsionante de la propaganda. Por eso tiene un aspecto extraño, porque lo que conocemos de los métodos y los fines del imperio está en la órbita de la propaganda, de las concepciones que el poder procura que se formen los ciudadanos. Y en el estudio 23 del dicho al hecho no hay trecho. La recomendación de Kennan para mantener la disparidad entre los Estados Unidos y el resto era simple: “tenemos que deshacernos de todo sentimentalismo y ensueño. Debemos cesar de hablar de objetivos vagos e irreales como los derechos humanos, el levantamiento de los niveles de vida y la democratización. Mientras menos nos estorben consignas idealistas, mejor”. Es el lenguaje del realismo burgués: duro, seco y sin ilusión; las víctimas de la propaganda deben creer en "objetivos vagos e irreales" como en verdades bien definidas a las llegarán un día. La gente común, la que trabaja para sobrevivir, debía escuchar una tonada casi totalmente contraria a la que Kennan exponía a los que "cortaban el pastel" Para mantener convenientemente pasiva a la multitud eran necesarias las consignas "idealistas" de la propaganda, las ilusiones. Kennan hablaba a planificadores como él, a gente que sabía descartar la hojarasca e ir al grano. Con referencia a Nuestra América, Kennan recomendaba combatir la “peligrosa herejía” de que los gobiernos tienen responsabilidad directa en el bienestar del pueblo. Justificó su ubicación entre las "palomas" y no entre los "halcones" ideológicos por su oposición a la política del presidente Harry Truman, que para lograr la "contención" del comunismo era partidario de medidas militares. En esa línea se opuso a la creación de la Otan en 1949, muy mentada hoy en día y factor principalísimo de una serie interminable de guerras. Los planificadores norteamericanos llamaban durante la guerra fría "comunismo" a la “peligrosa herejía” de suponer que el gobierno debe interesarse en su pueblo. Y esta palabra, así definida, no se vincula con con ninguna ideología en particular. Ese "comunismo" puede estar relacionado con la iglesia, con comunidades de base o con cualquier otra cosa. Será comunismo si se interesa por el bienestar del pueblo y pone en peligro por esa vía los suministros de materias primas a la economía norteamericana. Ya Kennan preveía en la década de los 50 un remedio si esa situación cambiaba, es decir, adelantaba las dictaduras que vendrían: “la respuesta final puede ser desagradable, pero no debemos titubear ante la represión policial de parte del gobierno local". Esto no es vergonzoso "porque los comunistas (los que entienden que el gobierno debe preocuparse por el pueblo) son esencialmente traidores. Es mejor tener un régimen fuerte (fascista) en el poder que un gobierno liberal si es indulgente y relajado y penetrado por comunistas”. A pesar de su recomendación de apartar el sentimentalismo y el ensueño, Kennan aclaró: "mejor que el liberalismo político es para Latinoamérica el “régimen fuerte” impulsado desde los Estados Unidos". Con su patio trasero entonces aparentemente seguro, pero disputado ahora por las potencias en ascenso, los Estados Unidos dirigieron durante años su mirada a otros escenarios, por ejemplo Europa y el Medio Oriente, y no prestaron tanta atención al sur del continente. Pero todo cambia. Hace algunas dácadas, Zbigniew Brzezinski recomendó al presidente Jimmy Carter, del que era asesor, "recolonizar América Latina". La recomendación de Brzezinski se basaba en que el proyecto de imperio estadounidense, que parecía logrado después de la segunda guerra mundial, estaba perdido. Las contradicciones, excesos, vicios y cálculos desacertados que terminaron con todos los imperios del pasado parecen haber actuado en los Estados Unidos con velocidad moderna, y lo que debía tener larga vida se esfumó en décadas. Ahora los Estados Unidos según Brzezinski, un judío polaco que abrazó la causa del imperio por odio a Rusia, debían enfrentar a dos adversarios poderosos: uno la misma Rusia y otro China, que antes habían desestimado, como adversario económico. Y para enfrentarlos con chances de demorar al menos la decadencia, era preciso contar con "América Latina", con un territorio que los estrategas estadounidenses nunca dejaron de considerar como un espacio de maniobras propio. Ya bastante antes, Brzezinski, fiel al interés imperial, había llamado la atención del poder sobre un peligro grave para las élites dominantes: el despertar de las multitudes, que pretendían salir de la condición de "rebaño desconcertado" que le había adjudicado el periodista y sociólogo Walter Lippmann, que las valoraba solo para votar cada cuatro años y regresar de inmediato como “masa estúpida” a la fábrica, a la oficina y a la poltrona. Para Lippmann las declamaciones de la democracia son buenas para el vulgo, que debe mantener su fe en ellas para no estorbar la toma de decisiones, que debe estar exclusivamente en mano de los “hombres responsables”. Estos "hombres responsables", que desde otro ángulo aparecen como una oligarquía de irresponsables, ignorantes de todo lo que no sea su propio provecho y las manipulaciones para sostenerlo y aumentarlo, eran ahora advertidos de un inconveniente despertar de las masas. Para los intelectuales a su servicio, el poder de la élite debe estar garantizado. Pero Brzezinski expresó el miedo al despertar de las multitudes, que olfateó de lejos. El cálculo fue que en estas condiciones, inatajables a pesar de las mejoras y el uso generoso de las tácticas de manipulación, control y represión -algunas recomendadas y ejecutadas por nazis contratados después de la guerra- el imperio decaería y se hacía necesario volver a asegurarse las fidelidades, el servilismo y sobre todo los recursos naturales de Nuestra América. Estados Unidos trata ante todo de frenar a China, que ya ha ganado al Africa y tiene presencia creciente en el continente sudamericano gracias a su comercio y también a inversiones presuntamente militares. China sigue aumentando su poder militar y creando lazos comerciales con los gobiernos sudamericanos, débiles y generalmente corruptos, y está haciéndose indispensable como fue Inglaterra hasta la segunda guerra mundial. Mientras el imperio comete una torpeza tras otra, China sigue en silencio invirtiendo miles de millones de dólares en la ruta de la seda y en Nuestra América. La expansión china es contraria al propósito estadounidense de imperio único, pero China aparece como una fuerza inatajable, de allí la opinión de Brzesinski de que el imperio mundial norteamericano ya no será posible. Justamente la posibilidad de mantener el desequilibrio a favor de los Estados Unidos a resguardo de los "envidiosos" de todo el mundo era lo que Brzezinki tenía por imposible, porque la joven y vigorosa nación de antaño, el "país de hierro" al que cantó Walt Whitman, ha llegado a convertirse en un país comparable con un rentista viejo, calvo y fofo. Pero entonces, si la decadencia llegó, por lo menos hay que mantener la salud. Hace algunas décadas, Winston Churchill, enfrentando el declive del imperio británico tras la victoria pírrica sobre el Eje, recomendó retirarse a las islas y construir allí el futuro inglés con las herramientas a mano. En lugar de eso, pero en la misma línea, Brzezinski consideró necesario volver o ocupar espacios relegados por la atención preferente a otras regiones, de manera no menos conservadora y defensiva que Churchill. Si no se puede construir un imperio único, por lo menos se deben asegurar espacios "propios". La política exterior estadounidense, salvo vaivenes menores, se basa en pocos puntos fundamentales: Un mundo favorable a la globalización, en particular para empresas multinacionales; mejorar los balances de los proveedores de la Defensa; impedir el surgimiento de cualquier empresa que haga sombra al modelo capitalista, y extender la hegemonía política, económica y militar sobre la parte más grande posible del planeta para prevenir la emergencia de todo poder regional que pudiera desafiar la supremacía norteamericana. En varios pueblos de Nuestra América hay una creciente conciencia -la que temía Brzesinki- que harán más difícil ahora hacer pasar a nuestro subcontinente por las mismas calamidades a que fueron sometidas Botnia, Iraq, Libia, Afganistán, y ahora Pelestina, Siria y el Líbano. Hay en nuestra América países tentados a convertirse en malos ejemplos de negación de recursos, agua, petróleo, materias primas para medicamentos, metales estratégicos, y están amenazados de castigos ejemplares por eso. En su libro "América Latina, Imperialismo, Recolonización y Resistencia", publicado en 2003 por la editorial ecuatoriana Abya Yala, el economista y sociólogo estadounidense James Petras recordó que los embates del imperio contra Nuestra América comenzaron con el recorte de la mitad del territorio de México a mediados del siglo XIX poco después de lanzada la idea del "Destino Manifiesto", robada a la teología. En la primera del siglo XX hubo "regímenes-clientes" como los de Batista en Cuba, Somoza en Nicaragua y Trujillo en Dominicana. Estos fueron los predecesores de los gobiernos neoliberales militares y civiles de la última parte del siglo. Según Petras en los años 80 del siglo pasado las dictaduras evolucionaron hacia gobiernos electoralistas civiles que intensificaron el modelo neoliberal y la transferencia de ganancias, intereses, royalties y fondos ganados ilícitamente a los Estados Unidos y Europa. Entre 1990 y 2001 se produjo otra ola, con el derrocamiento popular de dos presidentes neoliberales en Ecuador, otro en Brasil (Collor de Melo), un cuarto en Venezuela, y preludios del derrocamiento de Fujimori en Perú, De la Rúa-Cavallo en Argentina, y Sánchez de Losada en Bolivia. Para Petras, en la base de la ola de recolonización de Nuestra América está la necesidad de revertir o demorar la declinación del neoliberalismo. La cuestión está planteada; la solución, como siempre, es disipar el humo de las ilusiones, despertar de la modorra inducida y valorar las armas e intenciones del adversario. Como Kennan quería -al revés del estruendo de su propaganda- el adversario no está estorbado por idealismos, tiene cerradas las puertas del ensueño y secas las fuentes del sentimiento. De la Redacción de AIM.

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