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  • Las puertas del cielo y de la tierra

    Concordia » El Heraldo

    Fecha: 13/01/2025 00:47

    Me preguntaba en estos días cómo les habrá resonado el signo de la “apertura de la puerta” con ocasión del inicio del Jubileo en cada lugar del mundo, o en los templos más cercanos a sus casas. A su vez, varias veces hemos escuchado gente que manifiesta querer una Iglesia de puertas abiertas, invitando al encuentro con Jesús a toda la humanidad. Dios es quien nos abre las puertas de su casa, nos da la bienvenida, nos abraza como familia suya. Suscitar esa experiencia buscamos en el Jubileo. Hoy celebramos en la Iglesia la Fiesta del Bautismo de Jesús. Pasamos de contemplar la adoración de los magos la semana pasada, a ubicarnos en las orillas del río Jordán ante Juan el Bautista. Nos cuenta el Evangelio de San Lucas —que proclamamos este fin de semana— lo que sucedió después de haber recibido el Bautismo, “mientras [Jesús] estaba orando, se abrió el cielo y el Espíritu Santo descendió sobre Él en forma corporal, como una paloma. Se oyó entonces una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección»”. (Lc 3, 21-22) Cada detalle del relato está cuidadosamente contado para ubicarnos en la trascendencia del inicio de la vida adulta del Señor. El Padre nos revela la identidad de Jesús como su Hijo. A quien hemos contemplado como niño en la Navidad, en brazos de José y María, hoy lo vemos iniciando su misión de consuelo y misericordia. En estos primeros capítulos del Evangelio de San Lucas, el Espíritu Santo tiene un destacado protagonismo. Fecunda el vientre de la Virgen, inspira el saludo de Isabel, se manifiesta como paloma en el bautismo de Jesús, luego lo lleva al desierto (Lc 4, 1); y después lo devuelve a Nazaret, también llevado por el Espíritu. Mirándonos a nosotros, esto mismo sucede cuando nos bautizamos: se abre el cielo y Dios nos dice que somos sus hijos amados. La palabra “bautizar” significa “sumergir”. Pensemos un momento: ¿En qué estamos sumergidos? El espíritu del mundo quiere hundirnos en el consumismo, el individualismo, la superficialidad, la apariencia… que nos empapan en la desesperanza, la desilusión, el vacío existencial. Estamos transitando estos primeros días del Jubileo 2025, que nos propone ser “Peregrinos de la Esperanza”. Miramos los cielos abiertos y escuchamos la confesión del amor de Dios por nosotros. Esto nos da confianza para mirar hacia horizontes lejanos sin conformarnos con el cortoplacismo que nos encadena a pensar solamente en este instante. Con el Bautismo de Jesús y la efusión del Espíritu Santo inicia la vida pública de Jesús. En Él y en nosotros, bautismo y misión van de la mano. El 12 de enero de 2010 un terremoto en Haití produjo más de 300.000 muertes y miles de mutilados, huérfanos, destrucción de viviendas y edificios públicos. Sigue siendo el país más pobre de América, y mucha gente continúa “viviendo” en carpas, pasando hambre, sufriendo violaciones y abusos de todo tipo. Están en las puertas del infierno. Recemos por ellos.

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