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» Misionesparatodos
Fecha: 12/01/2025 10:29
La voracidad del capital financiero trasnacional ha reducido aquello a lo que llamamos democracia a su mínima expresión, al punto de que en muchos países del orbe se hace cada vez más difícil diferenciar el orden constitucional del de facto, si bien bajo el primero se vota cada tanto, pero a menudo se gobierna con manu militari. Ese dilema recrudeció en Nuestra América con motivo de la asunción de Nicolás Maduro por un nuevo período al frente de la Venezuela Bolivariana. Si bien zozobró la iniciativa de los “escuálidos” para impugnar la ceremonia convocando a colmar el espacio público, el acontecimiento generó grandes debates al interior de la izquierda continental, entre los sectores que privilegian una posición antiimperialista que elige “tragar algunos sapos” con tal de que el hermano país no sucumba alterando el equilibrio geopolítico de la región, y otros que alertan sobre la desvirtuación del chavismo originario poniendo el acento en el incremento de la corrupción y la pobreza. En tanto, en Argentina, mientras un informe del Ministerio de Defensa detalló la adquisición de nuevos aviones Lockheed y Embraer, además de la modernización de tanques y Starlink, la principal provincia del país denunció estar padeciendo un “desastre social”, al contar con la mitad de las 130 mil personas que perdieron su puesto de trabajo en el sector privado y en blanco, mediante la combinación de suspensiones, despidos, cierre de fábricas o conversión de plantas en empresas importadoras. A todo esto, en el ámbito gremial, los dirigentes Pablo Moyano y Sergio Palazzo, que comparten afinidad política en el sindicalismo, mantuvieron un encuentro en el que “analizaron la coyuntura, conversaron sobre política y quedaron en concretar próximos encuentros” para “organizar al movimiento obrero”. Ambos integran el Frente Sindical para el Modelo Nacional, una corriente combativa dentro de la central obrera, donde reina el malestar por la estrategia de la conducción sindical de priorizar el diálogo con el gobierno de Javier Milei. El sistema – mundo que toca a Milei: Globalismo vs. Estados Nación “¿¿¿De qué libertad nos hablan estos mercantes de esclavos como Javier Milei???”. Franco “Bifo” Berardi, en diálogo con Jorge Fontevecchia (Enero 2025) En el marco de la transición hegemónica global, aunque asordinada por los medios, la guerra de Eurasia sigue en curso, desde que la OTAN intentó avanzar hacia Oriente cruzando una frontera hemisférica tácitamente establecida, en procura de quebrar el acuerdo entre la Federación Rusa y China. A todo esto, el Gigante Asiático se muestra sumamente activo en el mundo. Está fortaleciendo una red internacional que prescinde de Occidente, integrada por organizaciones y foros como la Organización de Cooperación y Seguridad de Shanghái, los Brics, o el Banco Asiático de Inversiones e Infraestructuras (AIIB), que es la segunda institución de desarrollo multilateral más grande del mundo, y además se está preparando para afrontar las claras señales de guerra que le lanzan diariamente los políticos y militares de Estados Unidos. Por su parte, ni las fiestas de fin de año interrumpieron el genocidio sionista en la Franja de Gaza. En ese equilibrio inestable, y mientras el 70% de la humanidad está pensando en clave no capitalista, la gobernanza global aguarda qué orientación adoptará la administración Trump frente a los conflictos citados. El presidente electo de Estados Unidos, fiel a sus principios, acaba de utilizar su red social Truth Social para pronunciarse tras la sorpresiva dimisión de Justin Trudeau como primer ministro de Canadá.Entre otros comentarios, el magnate aseguró que “muchas personas en Canadá aman ser el 51º estado”, haciendo referencia a una supuesta preferencia del pueblo canadiense a una integración con EEUU. Y no se trata de la única anexión que sus bravuconadas barajan: También incluyen la recuperación del canal bioceánico de Panamá – cuyos accesos hoy controla China – y la posible compra de Groenlandia. La asunción del mandatario reelecto en el Gran País del Norte, se inscribe en el marco general de algunas coordenadas dignas de ser tenidas en cuenta. · El declinacionismo del hegemón, sujeto a una inercia histórica a partir de los años 70, en el marco de la financiarización de la economía y la plena crisis de los acuerdos de Bretton Woods. · La paulatina emergencia de la multipolaridad, la consolidación del tándem indoasiático, la deslocalización económica y la irrupción de las economías emergentes. · La ofensiva/defensiva y redespliegue del Imperio como síntoma de una debilidad que condiciona a Donald Trump a asumir la derrota ucraniana: En Kiev ya se recluta a menores de edad para hacer una guerra que sometió a Europa a los designios de EEUU. Es más que probable que, aunque dicha contienda amaine, el pueblo ucraniano no le perdone a Zelenski su política interna de depuración racial. De este modo, el modelo de imperialismo continentalista sostenido por Trump deberá enfrentar a los Estados Nacionales que han resuelto seguirlo siendo. Para muchos analistas, la administración yanki está ante la disyuntiva de pacificar y penetrar a la vez Medio Oriente. A ese respecto cabe señalar que, hoy por hoy, Israel no solo recibe el apoyo de EEUU, sino que Israel ES EEUU, dado que domina sus principales resortes de poder. Así pues, apelando a golpes convencionales y no convencionales (como en Bolivia), experimentos novedosos (como el argentino), y fomento a izquierdas travestidas (como la que gobierna Chile), el imperialismo norteamericano continúa sujeto a cuatro vectores destinados a continuar sometiendo al Sur Global: Financiarización, militarización, caotización, y narcotización. De manera que nada indica que EEUU haya perdido interés en la región que ocupamos. Es más, a sus mentores los desvive por igual la Cuenca del Orinoco tanto como el Triángulo del Litio o el Acuífero Guaraní. De modo que el antiimperialismo proverbial de Nuestra América seguramente se ponga de manifiesto con singular despliegue cuando el magnate asuma, secundado por los hombres de Silicon Valley, ávidos lectores de la ciencia ficción dura que, de la mano de la innovación tecnológica, se proponen incrementar la longevidad, desarrollar un mayor poderío nuclear, y conquistar Marte para ir expandiendo su modelo a otros confines de la galaxia, resueltos a escribir un nuevo y conflictivo capítulo de la historia universal, en el que nuestro presidente reclama un lugar preferencial. Fase final de una cirugía mayor “Esto no es la dictadura, es como explica el filósofo Agamben un ‘estado de excepción’ en democracia. Una dictadura blanda. Pero son ellos. Los mismos. Que esperaron 40 años y ahora volvieron”. Marco Cané Ex jefe de los técnicos del Centro Cultural “Haroldo Conti”, recientemente cesanteado junto a 2000 compañerxs. Probablemente para las expresiones más agudas del pensamiento crítico sea una verdad de Perogrullo afirmar que esta democracia condicionada constituye la posguerra de una dictadura genocida ganada por los virreyes del Siglo XX (Martínez de Hoz, Klein, Alemann, Videla, Massera, etc.) destinada a devolver a la Argentina a su condición de colonia. Sólo que, a partir de la asunción del gobierno anarco – capitalista actual, dicho status deja de revistar un carácter inercial para formalizarse como su etapa económica e institucional definitiva, en procura de contar, a tal efecto, con el máximo consenso social posible, legitimado por vía electoral. Prácticamente desde 1945 hasta 1975, podría decirse que Argentina a grandes rasgos mantuvo – incluso bajo tres dictaduras (Revolución Libertadora, Onganiato, y Revolución Argentina) – un orden popular hegemonizado por la burguesía. Pero a partir de 1976 (Proceso de Reorganización Nacional) nuestro país padeció un profundo rediseño estratégico, a cargo de gran parte de los grupos económicos de la oligarquía local (Zorreguieta, Pérez Companc, Soldati, Bulgheroni, Rocca, etc.) aún vigentes, aliados en aquella ocasión a su brazo ejecutor, por entonces considerado el Partido Militar. La democracia altamente condicionada que se inauguró en 1983 supuso el desacople de dicha alianza, patentizado mediante la comparecencia de los principales jefes militares ante la Justicia formal, y la construcción de un consenso derechohumanista (Nunca Más), en paralelo al discreto repliegue de los sponsors del genocidio, que aún continúan viajando impunemente en los chárteres presidenciales. A partir de entonces, y mientras la financiarización del capital lo permitió sin sufrir pérdidas sustanciales ni experimentar la transformación de una matriz productiva agroexportadora y extractivista de acumulación por desposesión – que se mantiene incólume desde el último gobierno de facto -, se alternaron períodos de alta concentración de ese capital con otros de relativa ampliación de derechos, muchas veces más simbólicos que materiales. Una de las novedades producidas con la inauguración de la Era Milei, fruto del sistemático fracaso de las experiencias anteriores en cuanto a garantizar efectivamente la Justicia Social, consiste en el intento de empatar la asimetría que supuso la victoria militar de los golpistas con un sentido común que – al menos hasta ahora – nunca reivindicó sus atrocidades como necesarias. En esto último consiste en gran medida lo que el oficialismo viene denominando Batalla Cultural: En resumidas cuentas, la paridad entre una derrota militar del proyecto revolucionario y el imperativo de ganar consenso social para sepultar su legado más interpelador. Si alguna moraleja aleccionadora deja el recientemente oscarizado filme La Zona de Interés (2023, Jonathan Glazer), esta consiste en cómo una sociedad puede acomodarse dentro de una “normalidad” blindada contra el horror que tiene frente a sus propias narices. La legitimación estatal de los discursos de odio, la censura flagrante de textos emanados desde el pensamiento crítico, así como el desmantelamiento de los espacios consagrados a reivindicar la Memoria, la Verdad y la Justicia, forman parte de un dispositivo que no solo viene a completar la faena política y económica de la última dictadura, sino que se constituye en su versión corregida por las urnas y ampliada con el total desguace del Estado Nación, lo cual dista de ser advertido por gran parte de la población, pero no debe pasar desapercibido para la militancia dispuesta a promover un cambio de fondo. El imperativo de la hora: Desplegar el potencial heroico de nuestro pueblo “Debo dejar la casa y el sillón. La madre vive hasta que muere el sol. Y hay que quemar el cielo si es preciso, por vivir”. Silvio Rodríguez “La era está pariendo un corazón”. Como lo ha expuesto inmejorablemente el portal La Tinta en su nota titulada “Un héroe para la generación de internet”, referida a la reciente ejecución en EEUU de un alto ejecutivo de UnitedHealthcare, la frase “Deny, Defend, Deposed” (Negar, Defender, Deponer), encontrada en los casquillos de bala, encapsula la crítica del programador informático Luigi Mangione hacia un sistema que, según él, coloca las ganancias por encima del bienestar de las personas. Significativamente, la ideología de Mangione no se limita a un rechazo al capitalismo. A lo largo de sus redes sociales, también mostró simpatías por causas tradicionalmente asociadas con la izquierda, como el activismo ambientalista y los derechos de los animales. Ante esta disrupción cometida contra el CEO de una megaempresa de salud estadounidense, ¿por casa cómo andamos? Educados en el sufrimiento y el aguante (como si alcanzara con esto), durante los últimos años hemos visto a los piqueteros convertirse en planeros, y a ese precariado soportar estoicamente la intemperie social en el repetido – y ya abortado – circuito Constitución/Avenida 9 de Julio/Plaza Congreso/Avenida de Mayo/Plaza de Mayo. En el marco de un significativo desarme ideológico, de momento se ha transitado desde la lucha armada al doxeo (*), como si se hubiera resignado la subversiva irrupción gestada hacia 2001. Es más, da la impresión de que buena parte de la militancia ya no concibe otra forma de incidir sobre la realidad que no sea la electoral. Como si ese fuera un camino eficaz hacia la conquista del poder real. Pongamos por caso el ejemplo de Méjico, país hermano que parecería estar de parabienes. El progresismo global sólo se ocupa de la presidenta Claudia Sheinbaum, ninguneando a la compañera Marichuy, médica tradicional, vocera del Congreso Nacional Indígena (CNI), y una de las grandes herederas políticas del zapatismo, la primera mujer originaria que intentó acceder al Ejecutivo de su país, haciendo campaña para demostrar que este sistema no ha sido concebido para dar lugar a las comunidades que representa. Con esta mención no pretendemos desmerecer a la recientemente electa primera mandataria azteca ni hacer la apología del autonomismo chiapaneco, tan solo dar cuenta de su existencia, en un momento en que para la prensa hegemónica parece haber pasado de moda. Sin embargo, desde ese Méjico Profundo en que se asienta el citado movimiento, se sigue ejerciendo un pensamiento alternativo al dominante y ensayando nuevos caminos en pos del Buen Vivir. De hecho, la ciencia viene denominando Antropoceno a la era geológica que transitamos, en que la acción humana está dejando una huella estratigráfica perniciosa e indeleble sobre la faz de la tierra, como si toda nuestra especie (antropos) fuera responsable de ello. Solo algunos investigadores heterodoxos prefieren llamarla Capitaloceno, para responsabilizar del desastre específicamente al sistema de muerte que lo produce. Pues bien, aunque la consideremos extravagante o impracticable en nuestro contexto sociocultural, la experiencia que tiene lugar en las montañas del sudeste mejicano se ha venido convirtiendo trabajosamente en algo así como la caja negra que contiene la prueba incontrastable de que hay otra humanidad posible ante la que parece ser inexorablemente predadora de sus semejantes y del medio ambiente. En la reciente cumbre, convocada por el EZLN a 31 años del levantamiento de 1994, bajo el nombre de Encuentros Internacionales de Rebeldías y Resistencias 2024-2025 – silenciada por la prensa monopólica -, uno de sus referentes expresó que en aquel entonces la disyuntiva que enfrentaban era muerte o muerte, y más de tres décadas después es muerte o vida, preguntándose a continuación “¿pero qué clase de vida?”. Pensemos lo que pensemos del fenómeno en cuestión, en el mundo que nos toca ese es un interrogante que interpela a todxs lxs que no comulgamos con el orden imperante. Así, y muy a pesar de una generalizada insatisfacción democrática, y un descenso alarmante de la concurrencia a comicios, cada vez que alguien se sustrae de lo institucional/parlamentario, la primera reacción que produce es pánico ante cualquier atisbo de rebelión, como si las múltiples estrategias existentes de acción directa no hubieran sido legitimadas a lo largo de la Historia por todos los pueblos del Sur Global, o como si se tratara de un sinsentido bregar por un cambio en la hegemonía social favorable a la exigencia – solo por citar un ejemplo – de promover una Asamblea Plurinacional Constituyente. Dicho esto sin ningún desmedro de librar disputas institucionales a nivel comunal, ahí donde haya poder popular organizado para sostener acciones de gobierno controladas por el pueblo y favorables a sus intereses. Aunque, paralelamente, merezcan el mayor de los reconocimientos y apoyo iniciativas de desobediencia civil tan legítimas como la propuesta por la weychafe mapuche Moira Ivana Millán en repudio al desalojo del Lof Pailako de sus tierras ancestrales, consistente en boicotear a Parques Nacionales rechazando el pago por el acceso a los predios de recreación que administra, aprovechando el período vacacional. El contexto antes descripto habilita a preguntarse si tanto se le ha mojado la pólvora al pueblo del 17 de Octubre, del Cordobazo y del Argentinazo, circunstancias todas en las que no crujió apenas el orden establecido, sino que a su vez se gestaron nuevas y auspiciosas oportunidades históricas. Ciertamente, como bien lo acaba de expresar el dirigente político Fernando Esteche en su reciente entrevista con el periodista Daniel Tognetti, “Milei representa el divorcio de lo popular con lo político”. El historiador Jorge Abelardo Ramos concebía a Julio Argentino Roca como “un burgués progresista” que modernizó a la Argentina a un alto costo. Las aspiraciones refundacionales de nuestro presidente hacen que se auto perciba como algo semejante, en un novísimo escenario. Sin embargo, estamos transitando un proceso de acumulado que eclosionará ofreciendo una nueva alternativa colectiva (épica soberanista y cultural mediante, como siempre ocurre), dado que la experiencia histórica indica que la rebelión argenta es un horizonte recurrente. A no engañarse entonces: La información con que nos deprime a diario la mayor parte del pool de medios que acostumbramos consumir proviene de la unitaria Matrix metropolitana. Pero el interior existe. Y la furia es federal. Estimula y empodera hacer el esfuerzo de interiorizarse al respecto. – (*) Escrache digital. Por Jorge Falcone-La Gomera de David
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