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Crespo » Paralelo 32
Fecha: 12/01/2025 08:56
La de TikTok es la más poderosa manifestación de lo que la tecnología implica para el poder político. TikTok en Estados Unidos ha sido como un Caballo de Troya enviado desde China ofreciéndole al mundo una golosina para entretenerse por horas. Lo hizo, además, con un algoritmo para darnos lo que pensamos que queremos y lo que decide que queremos, sin límite alguno. Si YouTube es la nueva televisión, TikTok es el aparador en el que saciamos nuestro ocio sin sentido, ese que implica scrollear sin entender por qué lo hacemos, scrollear por aburrimiento, curiosidad, costumbre, por sentirnos vacíos sin interés por alimentarnos con otras actividades, aprendizajes o libros. No existe plataforma de video corto más poderosa que TikTok. No lo es YouTube con Shorts. No lo es Instagram con Reels. Y aunque cada vez se parecen más entre sí, continúa siendo TikTok donde se fusiona el consumo adictivo con la posibilidad más cercana de alcanzar la viralidad y la fama a partir de un solo video. Desde que en Estados Unidos iniciaron las amenazas de veto hacia TikTok ha quedado claro que la intención no es evitar que una empresa haga mal uso de la data de los usuarios. La intención es que China no se apropie del entendimiento, la información y el poder entre la sociedad estadounidense (vale también decir Argentina y el mundo entero). Pero es que en Estados Unidos comprenden que el Caballo de Troya proviene de su más grande rival político. Y que además el algoritmo no se ha utilizado sólo para decidir si los usuarios han de ver más o menos videos de cotilleo, deporte o desafíos de baile. TikTok es una herramienta política y puede ser un arma de adoctrinamiento. En cierto modo lo ha sido. Los inéditos niveles de polarización que vivimos no podrían entenderse sin TikTok. Porque es en X donde muchas veces más se palpa esa confrontación ideológica, pero es en TikTok donde se generan cientos de videos con creadores y comunidades tomando partido hacia uno u otro lado. Mientras TikTok libra su batalla legal, misma que vivirá un episodio clave el 19 de enero cuando la Suprema Corte norteamericana determine el futuro de Estados Unidos en la plataforma, ha de quedar claro que a partir de ahora estas discusiones serán recurrentes. No sólo en torno a TikTok, que ve en Donald Trump a un potencial salvador. También en torno a la inteligencia artificial. Porque para efectos de hegemonía será clave el modelo y la empresa que termine ganando esa batalla. Al menos hasta antes de que Donald Trump se impusiera a Kamala Harris para volver a la Casa Blanca, resultaba sencillo concluir que ChatGPT, y por tanto OpenAI, tenían una aproximación ideológica contraria a los republicanos. Hace unos meses, movido por esta misma inquietud, busqué entrenar a ChatGPT para que dejara de colocarme advertencias sobre Donald Trump, o bien, que hiciera lo mismo, cuando le preguntaba por Joe Biden. La inteligencia artificial convertida en una especie de nueva gran editora mundial se pondrá también en el centro de las discusiones. ¿Tendremos cada uno la visión que queremos? ¿Llegaremos al punto en que podremos elegir si queremos una inteligencia artificial más cercana a los republicanos que a los demócratas? ¿Más alineada a la izquierda que a la derecha? Aún si así lo decidimos, ¿estarán tranquilos los gobiernos ante plataformas que de una u otra forma podrán incorporar visiones, ideas e ideales en lo que reciben los usuarios? ¿Seguiremos con esa tendencia de pensar que aquellas plataformas que no son estadounidenses nos roban información mientras que las que sí lo son hacen mejor uso de nuestros datos y respetan más nuestra privacidad? La de TikTok representa el comienzo estelar de la nueva gran guerra geopolítica. El poder tecnológico puede llegar a ser tan amenazante para la geopolítica como las armas químicas o biológicas. No respetan fronteras. No atienden reglas establecidas. Tienen un impacto que fácilmente puede ser incluso más excesivo de lo que se pretende. En el mundo actual no será tan complicado vigilar al político y sus actos de corrupción como legislar o librar conversaciones diplomáticas cuando la tecnología va de por medio. La legislación va por detrás de la tecnología. Sabe al respecto mucho más el que desarrolla que el que tiene que crear los marcos de convivencia. La de TikTok no es la novela completa. Es apenas un episodio de lo mucho que vendrá. En la era de la sociedad algorítmica, la geopolítica mundial vivirá su nueva revolución. Como la Guerra Fría. Pero con algoritmos más que con espías secretos. Habrá que ver dónde terminamos parados.
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