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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 12/01/2025 03:21
La actriz argentina Cecilia Roth En la tarde del viernes, el presidente Javier Milei escribió en X un pequeño texto contra la actriz Cecilia Roth. “Estoy con Leo Cifelli y me cuenta que ‘la gran actriz’ Cecilia Roth sólo vende 600 entradas por semana... Por lo tanto, hay que explicarle que no tiene demanda porque no la quieren no por censura. Obviamente para CR es más fácil llorar censura antes que aceptar su fracaso. CIAO!”. Unos días antes, Agustín Laje, había escrito un texto titulado “Los desvaríos de Cecilia Roth”. Milei lo recomendó con esta reflexión: “Al progre no le entra en la cabeza la diferencia entre censura (que es lo que han hecho ellos con la basura de la cultura de la cancelación) y qué es demanda de mercado. Lo que pasa es que el ladrón cree a todos de su condición”. El episodio es uno más entre las cotidianas disputas personales en las que participa el primer mandatario. Esta misma semana, personajes muy distintos a la actriz, como Domingo Felipe Cavallo, Victoria Villarruel o Ricardo Alfonsín, fueron blanco de reacciones similares. Todos estos debates tienen algo interesante de fondo, por fuera del ruido de los adjetivos y las acusaciones personales. Milei, por ejemplo, se fastidió con Cavallo porque el ex ministro de Economía sostuvo que el dólar está atrasado. Esa discusión es central para el futuro del país. Alfonsín fue reprendido porque opinó que la posición del Gobierno sobre la dictadura venezolana es contradictoria con la manera en que trata a los disidentes aquí en su país. Roth, por su parte, puso el dedo en otro tema sensible, que molestó al oficialismo: sostuvo que el gobierno de Milei censura. “Yo creo que el gobierno está censurando. Lo sé. Lo veo. Lo siento. Lo conozco. No se puede hablar sobre la dictadura cívico militar. No se puede hablar de género en cine. No se puede hablar de cambio climático y no puede hacer ninguna película en la que aparezca Lali Espósito”, dijo Roth. Luego agregó: “Lo estamos tragando todo esto. A mí lo que me da miedo es la naturalización de todo esto, la naturalización de que un señor que está en este momento en el gobierno maltrate salvajemente a todo aquel que tenga una opinión que no que no coincida con sus ideas prehistóricas”. El primero en responder fue Agustín Laje, uno de los máximos referentes del Presidente en materia cultural. Días antes, Laje había difundido este mensaje sobre la muerte de Jorge Lanata: “Lanata construyó el relato oficial sobre la década del 90 y nos legó toda una generación de periodistas pelotudos que creen que ser zurdos es ser inteligentes. No alcanzaron sus últimos años de antikirchnerista para reparar ese daño. Que Dios se apiade de su alma”. Laje también ha sostenido que los homosexuales deben ser sometidos a terapia para reconvertirse. Es un ensayista y agitador innegablemente popular entre decenas de miles de jóvenes de todo el continente: realmente, un símbolo de estos tiempos. Agustín Laje - Foto: Gustavo Gavotti “En un rapto de insólito desquicio, la actriz acusó a Milei de censura. Siempre es divertido constatar que la realidad más palpable es exactamente la opuesta a la que la casta cultural cree interpretar”, escribió Laje. “Lo que hierve la sangre de la actriz no es que no se pueda hablar de género, sino que, por fin, podamos decir a viva voz que la ideología de género es una basura. Lo que despierta la ira de Roth no es que no se pueda hablar de la dictadura, sino que podamos equilibrar el juicio histórico recordando la historia completa, con todos los asesinatos y secuestros de las organizaciones TERRORISTAS incluidos. Lo que llena de odio a Roth no es que no se pueda hablar de ‘cambio climático’, sino más bien que existan voces de científicos DISIDENTES que no le adjudiquen una condición antropogénica. Por fin, lo que tanto le molesta del caso Lali Espósito no es que no podamos ver sus películas o escuchar su música, sino que aquellos que no deseamos verlas ni escucharlas no seamos obligados a financiarlas. No solo no hay censura en la Argentina libertaria: en lo que va de este año, nunca habíamos sido tan libres”. Las intervenciones de Milei y de Laje fueron, como ya es costumbre, celebradas y reproducidas por las cuentas que suele citar el presidente. Cecilia Roth fue insultada miles de veces. Progre, fracasada, kirchnerista, zurda, esas cosas que ya forman parte del paisaje. Roth fue defendida por otras miles de cuentas. Verónica Llinás, otra de las grandes actrices argentinas -Roth lo es, obviamente-, opinó: “Acabo de leer el vómito hediondo del panelismo presidencial contra la gran y multipremiada Cecilia Roth, una de nuestras actrices más importantes y queridas. Toda mi solidaridad con ella”. Leonardo Cifelli - Crédito: prensa Secretaría de Cultura Un personaje menor del entuerto es Leonardo Cifelli, quien según Milei le acercó el dato sobre la cantidad de espectadores que concurre a la obra teatral de Cecilia Roth. La mayoría de la gente no debe saber que Cifelli es el secretario de Cultura. Esa escena es para una novela: el secretario que le lleva al Presidente el datito para que le responda a una actriz. La cuenta de X de Cifelli está repleta de adulaciones a los principales personajes del oficialismo. Hace unas pocas semanas se sumó a una campaña en contra de Cometierras, la hermosa novela de Dolores Reyes que relata la vulnerabilidad de los jóvenes en el segundo cordón del conurbano y ofendió a algunos referentes oficialistas porque incluye una (1) escena de sexo en sus 178 páginas. Pero, ¿tiene razón Roth o la tienen Milei y Laje? ¿Hay censura en la Argentina de Milei? Hay un punto en el que Milei y Laje aciertan. “Nadie que hable de la dictadura, de género, de cambio climático o que simplemente desee ver una película de Espósito, ha sido amenazado, ni atacado físicamente, ni expropiado ni asesinado por el gobierno de Milei”, sostuvo Laje. Con excepción de las amenazas, todo lo que dice es cierto. Nadie ha sido “atacado fisicamente, ni expropiado, ni asesinado”. Faltaba más. Durante las últimas décadas, muchas personas sostuvieron que Cristina Kirchner, Mauricio Macri, o Alberto Fernández eran dictadores. Era una desmesura entonces y lo es ahora. En una dictadura hay cientos o miles de presos políticos, se tortura a los disidentes, hay decenas de miles de exiliados, se cierran medios de comunicación, hay censura previa. En la Argentina del 76 al 83 pasaban esas cosas. En la Venezuela actual, por ejemplo, también. Por eso, esos regímenes deben ser catalogados como dictaduras. Afortunadamente, desde 1983 para acá, hay una democracia estable en la Argentina. Aun así hubo episodios preocupantes. Cuando Cristina Kirchner era presidenta, los críticos eran escrachados desde usinas oficiales, se realizaron juicios públicos a periodistas, había programas desde la televisión oficial que se dedicaban a denigrar diariamente a las voces disidentes. Eso generó un debate parecido al que ahora dispara Cecilia Roth. Naturalmente, a las personas que creen en la libertad les resulta inquietante que, desde el Estado, se intente coartar de esa manera la libertad de opinar. El oficialismo contestaba como ahora: “Nadie fue asesinado ni expropiado ni asesinado”. Programa 678 En tiempos de Cristina, Laje pudo publicar lo que quiso, dar las conferencias que quiso. Milei llegó al poder gracias a que vivía en un sistema democrático y la televisión de aire difundió sus ideas. Habrán pasado algún mal trago como todo el que participa del debate público. Pero la democracia funcionaba plenamente. Aun así, hubo una fuerte reacción en contra de aquellas agresiones. Esos métodos generan miedo. Y en democracia nadie debería tener miedo de opinar: ni Magdalena Ruiz Guiñazú entonces ni Lali Espósito ahora. Desde la asunción de Milei existe un mecanismo evidente para castigar las opiniones distintas. Hay un batallón de funcionarios que reacciona inmediatamente ante la aparición de una opinión disidente. Insultan, carpetean, se meten con las familias de los disidentes. Es una marca de este Gobierno. No se trata de un debate de ideas sino de una respuesta que es, en realidad, una cadena de agresiones. Un ejemplo de esto es, justamente, lo que le pasó a Roth. “A mí lo que me da miedo es la naturalización de que un señor que está en este momento en el gobierno maltrate salvajemente a todo aquel que tenga una idea que no que no coincida con sus ideas prehistóricas”, dijo Roth. ¿Qué pasó? El señor la maltrató salvajemente. Efecto revelación, como quien dice. Parte del maltrato incluye la vieja técnica de la repetición de mentiras. Nadie obligó a Laje a financiar la carrera de la exitosa Lali Espósito. Cualquier actriz quisiera tener alguna vez el reconocimiento internacional de Cecilia Roth. Ni una es ensobrada ni la otra fracasada. Pero así funcionan desde siempre las campañas de descrédito estatales: repetir hasta el cansancio una falsedad, para intentar que la otra persona no se asome más, y para que otros vean lo que ocurre si se asoman. Ese método se aplica contra Roth, y antes contra Lali y antes contra Lanata, y antes contra Morales Solá y contra tantos otros. ¿Es censura previa? No exactamente. Pero, ¿no tiene algo de censura? El Presidente sostiene que no, que él tiene todo el derecho del mundo a defenderse de las críticas y agresiones. Y que eso no es censura: solo que quien quiera expresar una opinión en su contra se la tendrá que bancar, como él se banca que le digan cualquier cosa. Tiene un punto. Pero hay visiones distintas a la suya. O que aportan matices. A modo de ejemplo van tres. La tercera es la más interesante. Jorge Lanata - Foto: Gastón Taylor Semanas antes de ser internado, Jorge Lanata recibía el trato que ahora recibe Roth. En ese contexto, concedió uno de sus últimos reportajes: “Me van a putear por esto que voy a decir. Pero es cierto. Milei se parece al kirchnerismo. El fanatismo nos está destruyendo. Y ahora es el fanatismo por Milei. Dicen que yo soy K. ¿Vos me escuchás lo que estoy diciendo? Dicen que yo soy K tipos que no se limpiaban el culo solos cuando era el gobierno de Cristina y nosotros estábamos haciendo denuncias por la ruta del dinero K. Eso pasa por el fanatismo y el fanatismo se mantiene constante. Hay fanáticos de un lado, fanáticos del otro. Es la misma historia. En un momento te acusan de una cosa, después te acusan de la otra. Yo siento que nuestro rol sigue siendo el mismo. Nuestro rol es laburar y enfrentarnos con el poder y ser lo más serios posible. No es que piense que tenemos la obligación de enfrentarlos. Pero lo que no puede pasar es que nos callemos la boca por miedo. Porque, aparte, pasaron cuatro meses. Imagínate en un año. Si hoy a mí me dicen que soy ensobrado. En un año y medio, ¿qué me van a decir? Bueno, no hay que permitirlo”. Otra mirada que aporta matices a la de Milei pertenece a Salman Rushdie, el escritor hindú condenado a muerte por los ayatollas iraníes. Rushdie escribió un libro autobiográfico llamado Joseph Anton, que era el seudónimo que usaba en la clandestinidad, elegido en homenaje a Conrad (Joseph) y a Chejov (Anton). En un momento del texto Rushdie sostiene que todo es un relato: la familia, la religión, la Patria, la política. Y que, en el fondo, lo que diferencia a un relato democrático de uno autoritario es su capacidad para convivir con la disidencia. En sus palabras: “Nuestra capacidad para recontar y rehacer el relato de nuestra cultura es la mejor prueba de que nuestras sociedades son en efecto libres. En una sociedad libre, la discusión en torno de las grandes narraciones nunca cesa. Lo importante es la propia discusión. La discusión es la libertad. Pero en una sociedad cerrada aquellos que poseen poder político o ideológico intentan poner fin a esos debates. Les contaremos el relato, dicen, y os explicaremos lo que significa. Les explicaremos cómo debe contarse el relato y les prohibimos que lo contéis de ninguna otra manera. Si no les gusta cómo contamos el relato, son enemigos del Estado o traidores a la fe. No tienen derechos. ¡Pobres de ustedes!“. En la sociedad ideal de Rushdie nadie debería temer por alguna represalia estatal si escribe un libro o expresa una disidencia. Javier Milei La tercera opinión distinta a la de Milei, la más interesante, pertenece al propio Milei. Pero no a este, el Presidente, sino al que era candidato. En agosto del 2021, Milei dijo, textualmente: “Hay toda una discusión sobre lo que es la libertad de expresión…Yo puedo decir de otra persona todo lo que se me dé la gana…Yo no me puedo meter con tu opinión porque es tu propiedad… Pero ese es un mundo donde no hay Estado. ¿Qué pasa ahora si hay Estado? ¿Qué pasa por ejemplo si (…) en el fondo, es un accionar del Estado para perseguir a los que piensan distinto? Ah, bueno ahora sí estamos en un grave delito. Eso es fascismo. Eso es perseguir al que piensa distinto. Y esta es la policía del pensamiento”. Tal vez a eso, que le pasó a ella esta semana, se refiría Cecilia Roth, y no a la clásica censura previa de la dictadura militar. Milei, en su momento, lo ha explicado mejor que nadie.
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