11/01/2025 05:58
11/01/2025 05:57
11/01/2025 05:40
11/01/2025 05:36
11/01/2025 05:36
11/01/2025 05:35
11/01/2025 05:34
11/01/2025 05:33
11/01/2025 05:33
11/01/2025 05:30
Buenos Aires » Infobae
Fecha: 11/01/2025 03:12
Una de las escenas más famosas del cine fue protagonizado por Marcello Mastroianni y Anita Ekberg Había sido la actriz más deseada del mundo. Y su imagen vestida con un strapless negro a la Fontana di Trevi en La dolce vita la inmortalizó para siempre. Pero Anita Ekberg, la mujer detrás del mito, con el tiempo se alejó de ese estereotipo en el que el cine italiano la había encasillado. Y cuando murió en la clínica San Raffaele Rocca di Papa de Roma, el 11 de enero de 2015, ya no era esa diosa a la que el director Federico Fellini había lanzado a la fama internacional con un protagónico junto a Marcello Mastroianni y que todos imaginaban rebosante de felicidad. Tenía 83 años. Y se encontraba sola, enferma y sumida en la indigencia. Los últimos tiempos no habían sido nada fáciles en la vida de esta mujer de origen sueco, que había nacido el 29 de septiembre de 1931 en la ciudad de Malmoe con el nombre de Kerstin Anita Marianne Ekberg. En el año 2011, había sufrido una fractura de cadera por la que debió ser internada durante varios días. Y, mientras ella se encontraba en el hospital de Rimini, un grupo de ladrones aprovechó para entrar en su casa a robarle todas las pertenencias, con el agravante de que terminó incendiando la vivienda. De manera que la actriz se quedó absolutamente sin nada. Ni nadie a quien recurrir. “Me siento un poco sola. En soledad, sí, pero sin arrepentirme de nada. Amé, lloré, gané y perdí. Y hasta llegué a enloquecer de felicidad”, dijo entonces en una entrevista. No tenía familia y la mayoría de sus amigos ya habían partido de este mundo. Así que no le quedó más remedio que pedirle asistencia a la Fundación Fellini. Y fueron los herederos del director quienes se ocuparon de llevarla a una residencia para ancianos en la que casi no recibía visitas. Dos años después, la prensa captó su estado de vulnerabilidad, algo que ella nunca hubiera querido mostrar. Pero no por sus arrugas, que siempre defendió sin someterse a ningún tipo de intervención estética. Sino porque no toleraba estar postrada en una silla de ruedas, como estuvo hasta el final. La actriz fue una de las mujeres más deseadas del mundo ¿Si el amor le había sido esquivo? “El problema de Anita es que cree que todos los hombres quieren dormir con ella. Lo peor de todo: es cierto”, había dicho en una oportunidad Fellini al ser consultado por la actriz. En una época en la que no estaba bien visto que las mujeres disfrutaran libremente de su sexualidad, Ekberg se permitió mantener aventuras con Frank Sinatra, Yul Brynner, Errol Flynn y Rod Taylor, entre otros. Fue pareja de Gary Cooper. Y hasta estuvo a punto de casarse con Tyrone Power, pero no pudo hacerlo ya que su esposa, Linda Christian, nunca le dio el divorcio. No obstante, por su propia “culpa” según sus palabras, pasó por el registro civil en dos oportunidades para contraer enlace primero con Anthony Steel, con quien estuvo casada de 1956 a 1959, y después con Rik Van Nutter, que se convirtió en su marido entre 1963 y 1975. “Me casé con las personas con las que no debía casarme. En cambio, de aquel con el que debía casarme...hui. ¡Qué desgracia!”, señaló. Y dio a entender que se refería ni más ni menos que al magnate italiano Gianni Agnelli, del que estuvo perdidamente enamorada a pesar de que era un hombre comprometido. La fantasía del público, quizás alentada por el mismo director, había hecho creer a todos que Anita había sido amante de Fellini. Pero, cuando el hombre murió en 1993, fue su esposa, Giulietta Masina, quien se encargó de pedirle perdón públicamente a la actriz. “Siempre pensé mal de vos, creí que estabas teniendo una aventura con mi esposo. Fuiste la única que me acompañó en el peor momento suyo, cuando todos desaparecieron. Me disculpo por haber desconfiado”, le dijo la mujer a Ekberg. La actriz junto al magnate Gianni Agnelli “Nunca me sentí un mito. Soy una mujer a la que le gusta vivir, bailar, andar descalza...A la que le gustan los animales, la naturaleza, la gente, los amigos. Pero nunca pensé que fuese un mito. Y no me preocupa en lo más mínimo. Si los demás lo piensan, un punto a favor”, decía Anita. No tuvo hijos, pero jamás se lamentó por eso. Vivía con sus dos perros, a los que consideraba su familia. Y, llegado un punto, desechó por completo la idea de volver a tener a un hombre a su lado. Sentía que la soledad era su mejor compañía. Y quería seguir así. Ekberg se había criado en una familia de ocho hermanos en la provincia de Escania. Siendo una adolescente se consagró como Miss Suecia. Y, sin saber hablar inglés, viajó a los Estados Unidos para probar suerte. En 1951, compitió por el título de Miss Universo y, aunque no logró la corona, quedó entre las finalistas lo que le dio la posibilidad de obtener un contrato con Universal Studios. Allí tomó clases de dramático, dicción y danza. Y obtuvo papeles menores en films como Abbott and Costello Go to Mars y The Golden Blade. Entonces empezó a hacer ruido en Hollywood. Su belleza, su osadía a la hora de aparecer en revistas como Playboy y sus romances escandalosos que alborotaban a las revistas del corazón, le dieron los condimentos necesarios como para que empezaran a ver en ella a una futura estrella. Y así fue como pasó a formar parte de la competencia, que la promocionaba como “la Marilyn Monroe de Paramount” y la hizo participar de películas como War and Peace. Anita se casó dos veces y se arrepintió Así las cosas, para cuando Fellini “la descubrió” en 1960, Anita ya llevaba una década trabajando. “Él ya me conocía como actriz, pues ya había hecho muchos films antes, siempre con producciones de Hollywood donde estaba contratada. Y me buscaba. Hasta que me contactó a través de mi productor porque quería verme en persona, para proponerme La dolce vita. Y yo, cuando nos encontramos, lo primero que hice fue pedirle el guion. Porque la verdad es que él no era demasiado conocido fuera de Italia”, recordó sobre su encuentro con el director que cambió su vida. Desde entonces, la actriz eligió Roma como su lugar de residencia. Pero no pudo salir del personaje de Sylvia, al que el público había idealizado. “Todos los productores o directores me proponían hacer el mismo papel. ¡Pero no podía hacer siempre mismo! Era facilísimo, no era necesario ser una gran actriz para hacer ese personaje. Para mí, por lo menos. La podía hacer con los ojos vendados. Pero me ofrecían solo eso y, de alguna manera, sentía que era la ruina de mi carrera”, explicó quien participó de más de 50 películas. Y pasó sus últimos días en el olvido.
Ver noticia original