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CABA » Plazademayo
Fecha: 10/01/2025 11:24
Un 9 de enero de 1927 nacía Rodolfo Walsh, el escritor de pluma exquisita, el periodista de ética inquebrantable, el intelectual comprometido con su tiempo y su país, el militante político de una vocación transformadora sin fisuras. Agrupación Rodolfo Walsh – La Cámpora UNLP * Rodolfo Walsh tenía en su poder una prosa sin igual, embellecida por su propósito justicialista. Criado en una familia conservadora y en un colegio de curas irlandeses, que se encarga de describir en más de un cuento, con una hermana monja y dos hijas laicas: Patricia y María Victoria. Hubo dos cosas que convierten a Walsh de un ajedrecista y escritor de policiales asépticos al periodista, intelectual y militante comprometido que terminó entregando su vida por esta Patria: la investigación de Operación Masacre y la relación con su hija Vicky. “Hay un fusilado que vive”, escuchó en un bar de 6 y 54 en la ciudad de La Plata, y cambió su vida para siempre. Bautismo de un periodista con un compromiso por la verdad tan intachable que su propia investigación lo hizo cambiar de ideas políticas. Nace el Walsh que le da nombre a la Revolución Fusiladora. El mismo hombre que, años más tarde, desde el mismo semanario de la CGT investiga “¿Quién mató a Rosendo?”. Aún con objeciones y críticas de los propios, por “hacerle el caldo gordo” al Régimen, continuó su tenaz investigación que desenmascara al Vandorismo “como instrumento de la oligarquía en el movimiento obrero”. Diez años antes de eso, dejó todo en Argentina, tras ser convocado por el periodista y militante revolucionario, Jorge Ricardo Masetti, para formar parte de la Agencia Prensa Latina en una Cuba revolucionada. Un Rodolfo Walsh viajó y otro Rodolfo Walsh volvió: el revolucionario. Revolucionaria también su hija Vicky, con quien compartía un amor clandestino, de encontrarse en bancos de plaza, de llamarse Hilda y Esteban, de preocupaciones inconfesas y de orgullos implícitos. Aunque él contó a sus amigos de ese orgullo por su hija, que tuvo una vida entregada a los otros y una “muerte gloriosamente suya”. En septiembre del 76, el día de su cumpleaños, Vicky vocifera sus últimas palabras: “Ustedes no nos matan, nosotros elegimos morir”. Hacen eco en el padre con quien, además, también compartía organización. “El terror se basa en la incomunicación”, rezaba. Todavía hoy nos recuerda ese hombre que la verdad se milita. El 25 de marzo de 1977, un año y un día después del comienzo de la Dictadura, Walsh rompe el aislamiento. Sale de su casa ofuscado, temeroso, todos los ojos del mundo lo están observando. Toma el tren, copia en mano. La lleva abrazada, aferrada. En la cintura, una pistola calibre 22 que le había regalado su esposa, Lilia Ferreyra, para el cumpleaños: “Para evitar caer vivo en sus manos”. La primera parada es un buzón de una esquina transitada. Walsh lo mira y el buzón, desafiante, le devuelve la mirada. “Sin la esperanza de ser escuchado”, recuerda. Deja una copia. Sigue por otras casas de conocidos, confía en que la van a hacer llegar lejos. Muy lejos, donde puede ser leída. Vuelve a sentir la satisfacción moral de cometer un acto de libertad. La carta que deja en los buzones denuncia quince mil desaparecidos, diez mil presos, cuatro mil muertos en su primer aniversario del golpe militar.
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