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Parana » Regionlitoral
Fecha: 09/01/2025 18:53
Se dice que amaba los bailes y las fiestas, en especial la de San Baltazar, el santo cambá, que era devoto de San la Muerte, que tenía un excelente manejo del facón y que su mirada hipnótica era temible para los enemigos y fulminante para las mujeres. Los que lo buscaban le dispararon cientos de veces y no le pegaban. Dicen que se puso un San la muerte debajo de su piel en el lado del corazón para evitar ser atrapado. La historia registra que fue un peón rural, que sufrió los horrores de pelear en una guerra entre hermanos, en la Guerra de la Triple Alianza, y que luego fue reclutado para formar parte de las milicias que luchaban contra los federales. La leyenda cuenta que Ñandeyara, el dios guaraní, se le apareció en los sueños y le dijo, “no quieras derramar sangre de tus semejantes”. El Gauchito no lo dudó más y desertó del Ejército. Esa rebeldía, y conquistar a la mujer que pretendía un comisario, fueron algunos de los motivos de su sentencia de muerte. Fue perseguido por otras desobediencias intolerables para el poder de turno, pues así se ganó el amor y la complicidad de la peonada correntina que lo empezó a conocer como a un justiciero, como a un héroe que protegía a los humildes, que robaba a los ricos para darle a los pobres, que vengaba a los humillados y que sanaba a los enfermos. El pueblo lo protegió, lo alimentó y lo cuidó hasta que lo capturaron. El final de la historia viva empezó cuando lo capturó la policía mientras dormía una siesta luego de una noche de juerga en el marco de las fiestas por San Baltazar. Sus dos amigos fueron abatidos al instante de ser descubiertos pero al Gauchito Gil no le entraron las balas. Lo salvó un amuleto de San La Muerte que colgaba de su cuello. Con sus múltiples variaciones, los relatos orales cuentan que aquel 8 de enero de 1874 o 1878 para otros, decidieron trasladarlo a la ciudad de Goya para ser juzgado, pero en el camino, a 8 kilómetros de Mercedes, cambiaron los planes y los miembros de la tropa lo colgaron boca abajo en un árbol de la zona. Ninguno de los presentes, todos soldados de origen humilde, conocedores y respetuosos de las andanzas del Gauchito, se animó a ejecutarlo. Finalmente, el coronel Velázquez, contra su voluntad y siguiendo órdenes de un superior, lo degolló. Dicen que su sangre cayó como una catarata que la tierra se bebió de un sorbo. En ese mismo instante nació el mito y su asesino se convirtió en su primer devoto. "Con sangre de un inocente se cura a otro inocente", fueron sus últimas palabras. Y así logró sanar al hijo moribundo de su propio verdugo, el primer milagro que atesora la leyenda. Antonio Mamerto Gil murió degollado, colgado cabeza abajo de un árbol, y en el mismo acto surgió el Gauchito Gil, el perseguido por la justicia que se convirtió en objeto de culto y en figura emblemática de un fenómeno que recorre la historia y la geografía de la Argentina: los bandidos santificados por la memoria popular. El mismo verdugo tuvo que regresar al lugar de la ejecución y poner una cruz de espinillo (algunos dicen que fue de ñandubay) en agradecimiento por haber salvado la vida de su hijo, transformándose en el primer milagro del Gauchito Antonio Gil. Así la gente comenzó a visitar el lugar, encendiendo velas, depositando una cinta roja o algún tipo de ofrenda. Años después el dueño del campo de apellido Speroni, al ver el peligro que significaban las velas encendidas en su campo, hizo trasladarla tumba al cementerio de Mercedes pero al poco tiempo, este señor cayó muy enfermo con un mal que derivó en locura; los médicos no pudieron diagnosticarla enfermedad que tenía pero en un momento de lucidez, prometió que si el gauchito lo sacaba de la cruel y desconocida enfermedad, le haría un monumento fúnebre y así milagrosamente se curó, mandando luego a construir un pequeño santuario de piedra. De allí en más fueron varios los milagros del gaucho y su culto se expandió por gran parte del territorio argentino y el extranjero En los últimos 30 años la devoción al Gauchito Gil se expandió por todo el continente y se convirtió en el santo pagano más querido de la Argentina. Se sabe que Antonio Mamerto Gil Nuñez, hijo de José Gil y Encarnación Nuñez, nació un 12 de agosto de un año que podría ser 1847, en Mercedes, provincia de Corrientes, en una zona que en guaraní llamaban Pay Ubre.
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