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» Diario Cordoba
Fecha: 09/01/2025 09:15
Terminaron, por fin, otras navidades. ¿O debería escribir fiestas? ¿O debería escribir solsticio de invierno? Bueno, quiero decir que terminaron por fin... lo que sea. ¿Cómo puedo pasar la censura de todos contra todos? ¿Nos daremos una tregua en tanta violencia, hasta el próximo motivo para sacar más violencia? ¡Este vilo de no saber cómo saludar, cómo felicitar, cómo expresar una idea, una actitud o una ilusión! ¡Esta amargura de tener que perder la inocencia a la hora de acercarme a un amigo, o a quien creo amigo! ¡Tener que recibir por respuesta una mirada inquisitiva, una velada amenaza de no volver a saludarme, de perder otra amistad, que creí que era amistad! Si pienso, porque pienso; si hablo, porque hablo; si callo, porque callo, si la cabalgata de los Reyes Magos o de los Presidentes/as de la República, si celebro lo que sea, si no celebro, si como tal dulce, si digo tal palabra...Sí, ¡al fin han terminado otros... ¿días?, ¿vacaciones?, ¿fiestas? ¿Dónde debo ir a solicitar el permiso para poder hablar en paz, saludar en paz y abrazar en paz? Siempre me pregunto por qué no podemos expresar nuestras ideas sin justificarlas y apoyarlas en la violencia de todos contra todos. ¿Dónde puedo vivir sin tener que convertir lo que pienso en arma arrojadiza, o sufrirlo como arma arrojadiza de otro? ¿Por qué no me puede gustar algo que a otro no le gusta y, sin embargo, podernos saludar, poder disfrutar de un espacio común para vivir en paz? ¿Seguiremos existiendo con el deseo de expulsar a los que no viven lo mismo? Tantas preguntas que, una vez más, me he visto obligado a sufrir por no hallar respuesta. Con lo corta que es esta vida, ¿por qué la vivimos en odiar? Seguro que cada cual posee algo bueno. Y aquí no acaba la guerra, no; acaba en nuestros niños y niñas. Ellos nos miran absortos, asustados, acercarnos con una buena aguja de ira, de inquina, de rencor y de resentimiento, a la que le añadimos un tramo más, bien larga y puntiaguda después de tantos siglos; y una buena jeringa, bien grande, bien cargada de violencia, de odio, de razones para más ira y más violencia, bien oronda, para que le quepan más razones, para enterarlos bien; y les pinchamos, y les inoculamos, mientras nos ven ensalivarnos y relamernos de placer, el veneno que, cuando fuimos niños, otros nos inocularon. Nuestros niños, nuestros perros y nuestras plantas sólo quieren celebrar sus ilusiones, sus vacaciones y sus juegos. Pero nosotros les decimos que eso no puede ser, que sólo pueden tener permiso para ser lo que los adultos queremos que sean. Lo malo será que dentro de diez o veinte años habrán crecido en la violencia y harán lo mismo con sus niños.
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