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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 09/01/2025 08:57
Cracolândia es un área de consumo visible de drogas, situada junto a la estación de Luz en São Paulo (REUTERS) En el corazón de São Paulo, junto a la bulliciosa estación de tren de Luz y rodeada de oficinas, universidades y centros culturales, existe un lugar conocido como Cracolândia, un epicentro del consumo de drogas que ha desafiado a las autoridades durante más de tres décadas. En este espacio, cientos de personas consumen crack al aire libre, en un entorno de extrema precariedad donde la falta de agua potable, saneamiento y refugio es la norma. El contraste no podría ser más impactante: trabajadores de oficinas y estudiantes transitan a pocos metros de un escenario donde el consumo de drogas es cotidiano, mientras las fuerzas de seguridad patrullan no para erradicar el consumo, sino para prevenir robos y actos de violencia. Cracolândia es el símbolo de las profundas desigualdades y tensiones sociales que afectan a la metópoli más poblada de América Latina. A pesar de los innumerables intentos por erradicarla, esta zona persiste. Los programas sociales y las redadas policiales han logrado dispersar a los consumidores temporalmente, pero nunca eliminar el problema. Como advirtió en una entrevista a The Guardian Francisco Inácio Bastos, experto en adicciones y autor de un informe nacional sobre el consumo de crack en Brasil, “se necesita un consenso nacional basado en argumentos científicos”. Un día en Cracolândia El crack, conocido como “la cocaína de los pobres”, mantiene a muchas vidas atrapadas en ciclos de dependencia (REUTERS) En Cracolândia, las escenas cotidianas son impactantes. Personas envueltas en mantas deambulan como sombras en medio de calles abarrotadas de basura. El lugar es conocido como la versión brasileña de Skid Row, con cientos de personas buscando desesperadamente su próxima dosis de crack, una droga extremadamente adictiva y económica. El crack, también llamado “la cocaína de los pobres”, es una mezcla de cocaína en polvo, bicarbonato de sodio y agua que, al ser fumada, produce un efecto intenso pero de corta duración. Este ciclo perpetúa la dependencia y convierte al área en un mercado abierto donde el consumo es visible y constante. Intentos fallidos de erradicación Desde la década de 1990, cada administración municipal ha intentado “limpiar” Cracolândia. En 2017, el entonces alcalde João Doria desplegó 900 agentes policiales para desalojar la zona, utilizando balas de goma y granadas de aturdimiento. Doria declaró victoriosamente que “Cracolândia había terminado”, pero los consumidores simplemente se reagruparon en calles cercanas. Unas 1.343 personas frecuentaban diariamente Cracolândia antes de las redadas policiales de 2022 (AP Foto/Andre Penner, Archivo) Los programas sociales tampoco han tenido éxito sostenido. “De Braços Abertos”, un plan lanzado en 2014 que ofrecía vivienda y empleo a cambio de tareas comunitarias, fue criticado por su enfoque limitado y desmantelado por administraciones posteriores. Iniciativas más recientes, como “Redenção”, han intentado integrar servicios de salud, seguridad y asistencia social, pero no han logrado revertir la situación. El problema de Cracolândia no puede entenderse sin considerar los factores estructurales que lo alimentan. Brasil lidera el consumo mundial de crack, con alrededor de 370.000 usuarios en centros urbanos, según un informe nacional. Además, la ubicación estratégica de São Paulo, cerca de países productores de cocaína como Bolivia, Colombia y Perú, convierte a la ciudad en un nódulo del narcotráfico controlado por poderosas organizaciones criminales, como el Primer Comando de la Capital (PCC). La desigualdad y el abandono urbano también han sido factores determinantes. La zona que hoy ocupa Cracolândia era conocida en el pasado como Boca do Lixo (“boca de basura”), un distrito cinematográfico que decayó tras la migración de la clase media y el cierre de negocios en las décadas de 1980 y 1990. Según el delegado de policía Roberto Monteiro, el “abandono urbanístico” creó un entorno propicio para el desarrollo del mercado de drogas. Cambios en el “fluxo” y nuevas concentraciones La influencia de organizaciones criminales como el PCC alimenta la crisis en esta región de São Paulo (REUTERS/Amanda Perobelli) El “fluxo” —término utilizado para describir las concentraciones de usuarios de drogas en Cracolândia— ha disminuido significativamente en algunos puntos de la ciudad. Según informó Globo, en la Rua dos Protestantes, una de las áreas con mayor concentración histórica de usuarios, la cantidad promedio de personas presentes por la mañana cayó de 511 en 2023 a 144 en 2024. Por las tardes y noches, el número también se redujo de 467 a 149. No obstante, esta reducción ha provocado el surgimiento de nuevas “mini Cracolândias” en otras zonas de São Paulo, como la Avenida Jornalista Roberto Marinho en la Zona Sur y la Rua Doutor Avelino Chaves en la Zona Oeste. A pesar de los cambios en la distribución geográfica de los usuarios, el número total de personas atendidas por dependencia química en los centros estatales no ha disminuido, según Quirino Cordeiro, director de un hub de cuidados en la región central de la ciudad. Además, el Estado de São Paulo registró un récord histórico de incautaciones de crack, con 4,6 toneladas decomisadas entre enero y noviembre de 2024. El caso de Cracolândia subraya la necesidad de una estrategia coordinada que combine salud, asistencia social y urbanismo. Mientras tanto, este espacio sigue siendo un símbolo de los límites de la represión y la fragmentación de las políticas públicas en un país marcado por la desigualdad. Aunque las soluciones parezcan lejanas, el debate sobre su futuro es esencial para comprender las dimensiones más amplias de la crisis del crack en Brasil.
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